/ sábado 24 de agosto de 2019

Agustín de Iturbide, defenestrado por la historia

Era criollo, buen jinete y soldado realista.

En 1810 condenó la insurrección de Hidalgo y desde el bando realista derrotó a los insurgentes.

Doña María Ignacia Rodríguez de Velasco, La Güera Rodríguez, lo convenció para renunciar al ejército realista y sumarse al independentista.

Así, junto con Vicente Guerrero, formuló el Plan de Iguala para separar al territorio de la Península.

Las cartas entre Guerrero e Iturbide en 1820 así lo atestiguan.

Este plan contenía un programa político cuyos objetivos se basaban en tres principios: la independencia de México, la igualdad de derechos para españoles y criollos y, la supremacía de la Iglesia Católica.


El 27 de septiembre de 1821, Agustín de Iturbide entró triunfante con el Ejército Trigarante, a la ciudad de México, donde fue aclamado como un héroe y, al día siguiente, proclamó la independencia.

El documento que concreta la separación se llama “Acta de Independencia del Imperio Mexicano”.


En julio de 1822, al escuchar que la gente vitoreaba su nombre, el Congreso votó e Iturbide resultó electo Emperadory los mismos diputados redactaron el juramento que debía prestar el Emperador.


De hecho, ése era el plan original. Declarar “solemnemente, por medio de la Junta Suprema, que el Imperio Mexicano era una Nación Soberana e Independiente de la antigua España”.

Durante los diez meses que duró su reinado, la falta de apoyos y las malas medidas encaminadas a resolver los graves problemas financieros fueron debilitando su trono. Muy pronto el emperador se enfrentó a una conspiración. Entonces Iturbide disolvió el Congreso y nombró una Junta Nacional Instituyente que actuaba por completo a su servicio. Tenía mayoría.

En marzo de 1823, Iturbide abdicó. Se exilió en Europa y un año después volvió a México, no tenía los datos de que el Congreso mexicano lo había declarado traidor. Detenido a su llegada, el forjador de la independencia fue fusilado.

Siendo presidente Anastasio Bustamante, sus restos fueron inhumados en la Capilla de San Felipe de Jesús de la catedral de México.


Y aunque controversial su figura, el país que hoy es México no hubiera sido posible sin el papel de Iturbide.

Su mención en la letra original del Himno Nacional, “Si a la lid contra hueste enemiga nos convoca la trompa guerrera, de Iturbide la sacra bandera ¡mexicanos! valientes seguid”, fue retirado.


En su nombre, no hay “vivas” ni loas la noche del 15 de septiembre.

Lo que si hay, son los chiles en nogada que las monjas de Puebla prepararon en su honor.

Era criollo, buen jinete y soldado realista.

En 1810 condenó la insurrección de Hidalgo y desde el bando realista derrotó a los insurgentes.

Doña María Ignacia Rodríguez de Velasco, La Güera Rodríguez, lo convenció para renunciar al ejército realista y sumarse al independentista.

Así, junto con Vicente Guerrero, formuló el Plan de Iguala para separar al territorio de la Península.

Las cartas entre Guerrero e Iturbide en 1820 así lo atestiguan.

Este plan contenía un programa político cuyos objetivos se basaban en tres principios: la independencia de México, la igualdad de derechos para españoles y criollos y, la supremacía de la Iglesia Católica.


El 27 de septiembre de 1821, Agustín de Iturbide entró triunfante con el Ejército Trigarante, a la ciudad de México, donde fue aclamado como un héroe y, al día siguiente, proclamó la independencia.

El documento que concreta la separación se llama “Acta de Independencia del Imperio Mexicano”.


En julio de 1822, al escuchar que la gente vitoreaba su nombre, el Congreso votó e Iturbide resultó electo Emperadory los mismos diputados redactaron el juramento que debía prestar el Emperador.


De hecho, ése era el plan original. Declarar “solemnemente, por medio de la Junta Suprema, que el Imperio Mexicano era una Nación Soberana e Independiente de la antigua España”.

Durante los diez meses que duró su reinado, la falta de apoyos y las malas medidas encaminadas a resolver los graves problemas financieros fueron debilitando su trono. Muy pronto el emperador se enfrentó a una conspiración. Entonces Iturbide disolvió el Congreso y nombró una Junta Nacional Instituyente que actuaba por completo a su servicio. Tenía mayoría.

En marzo de 1823, Iturbide abdicó. Se exilió en Europa y un año después volvió a México, no tenía los datos de que el Congreso mexicano lo había declarado traidor. Detenido a su llegada, el forjador de la independencia fue fusilado.

Siendo presidente Anastasio Bustamante, sus restos fueron inhumados en la Capilla de San Felipe de Jesús de la catedral de México.


Y aunque controversial su figura, el país que hoy es México no hubiera sido posible sin el papel de Iturbide.

Su mención en la letra original del Himno Nacional, “Si a la lid contra hueste enemiga nos convoca la trompa guerrera, de Iturbide la sacra bandera ¡mexicanos! valientes seguid”, fue retirado.


En su nombre, no hay “vivas” ni loas la noche del 15 de septiembre.

Lo que si hay, son los chiles en nogada que las monjas de Puebla prepararon en su honor.