/ jueves 15 de febrero de 2024

El Molino, turismo y tradición en Cuautepec. Un balneario con pasado industrial

Su nombre se debe a que en el lugar se molían trigo y cebada en los años 30´s

De molino de trigo y cebada, fábrica textil, carpintería industrial en la que se fabricaron algunas de las bancas de la iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles de Tulancingo, a balneario de agua cristalina emanada de manantial, es la historia de El Molino, espacio acuático con 80 años en funcionamiento y el más antiguo de Cuautepec de Hinojosa y la región del Valle de Tulancingo.

Son los actuales administradores del lugar, nietos de don Manuel Rivera Castelán que en vida fundó y creó este balneario, quienes contaron detalladamente la historia de este emblemático lugar en la que generaciones de paseantes se tomaron fotos en blanco y negro y ahora lo hacen fácilmente con un celular.

Aunque no conocen la fecha exacta ni a quién ni cuánto costó, creen que el espacio, en aquel entonces rancho, fue comprado entre 1933 y 1935.

No existían las albercas. Esto era un jagüey, un estanque proveniente de un manantial de agua cristalina que, aunque no sabemos exactamente de donde proviene, entendemos que son aguas superficiales y que probablemente tengan mucho que ver con la laguna de San Juan Hueyapan, el que a su vez desemboca en el manantial de Ventoquipa, en Santiago Tulantepec. En los tres cuerpos de agua hay las mismas características en el líquido, detalla Arturo Durán Rivera, nieto de don Manuel Rivera.


Luego de comprar el sitio, funcionó casi 10 años como molino de cebada y trigo, actividad que se hacía de manera ancestral, cuando usaban un animal de carga al que lo ataban a una rueda de piedra y lo hacían caminar en círculos para triturar lo sembrado. Justamente de esta actividad surgió su nombre actual: El Molino. Incluso en la entrada del lugar actualmente se aprecia una de esas grandes rocas.

También, casi a la par, funcionó como carpintería industrial, en la que incluso se elaboraron algunas bancas de la iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles, localizada en Tulancingo. Aún conservan un espacio en el que se hacían estos muebles donde aún hay una máquina antigua que es prueba de la fabricación de los muebles e, incluso, algunos pupitres que usaba el gobierno en aquel entonces, como lo demuestran facturas de su compra.

Además, este espacio también fue rentado en una parte como fábrica textil para un importante empresario de Tulancingo y fundador de uno de los hoteles más representativos de la región.

Cambian herramientas por agua termal

Casi 10 años después, en 1945, don Manuel Rivera Castelán, quien fuera político en ese entonces, comenzó con la construcción del balneario, convirtiéndose en el primero de Cuautepec de Hinojosa y del Valle de Tulancingo.

Inicialmente hizo los chapoteaderos; después donde estaba el jagüey y tomaban agua los animales, lo empezó a ampliar a modo de que hizo la alberca principal que mide 70 metros

Con el paso del tiempo fue sumando más espacios: diversas áreas verdes, un salón de fiestas, canchas, espacio para camping, bancas, asadores y sitios de recreación.

Aunque el agua es bastante fría, muchas personas acuden de manera diaria a nadar y disfrutar de la naturaleza | Eduardo Islas / El Sol de Tulancingo

Originalmente la alberca principal no estaba pavimentada totalmente, era un estanque y había algas con peces y no veías el fondo. Entonces venía un buzo de Pachuca, de apellido Huaso, y aquí practicaba. Era un espectáculo porque veíamos cómo entraba por un lado y salía por el otro y ahí estábamos de babosos esperando, recuerda entre risas uno de los nietos del fundador de El Molino.

Al ser la alberca principal más grande y profunda, incluso que las olímpicas, durante estos años ha sido ocupada para la preparación de distintos atletas de renombre como Viridiana Olmos Lases y Eligio Cervantes. Incluso, algunos triatlonistas eligen el lugar para entrenar y tomar clases de buceo.

Lamentan y reconocen que el paso del tiempo es notorio, pues, aunque la edificación sigue casi intacta, hay algunos postes o construcciones de madera que comienzan a deteriorarse, por lo que son sustituidos por construcciones de cemento. Tan marcado es el paso del tiempo, que incluso lo han podido observar en los canales de desagüe, pues hay una marca que indicaba el paso del agua del manantial y que ahora apenas llega a la mitad.

Respecto a este proceso de desagüe detallaron que, al ser agua emanada de un manantial, deben limpiar las albercas cada ocho días.

“Se cepilla y se encala, es agua perfectamente preciosa, cristalina. Cuando se desagua, el líquido se va a los lavaderos comunitarios para que la población lave su ropa ahí o carguen pipas. De igual modo, el agua se va a un lugar que se llama El Salto y la ocupan para riego en el ejido Manantial Los Cangrejos. Inclusive ahí hay una placa que hicieron en honor al señor Manuel en 1953”, explican.

Al llevar tantos años funcionando, El Molino puede ser considerado como referente generacional, pues en este sitio algunos de nuestros padres, tíos y hermanos se fueron “de pinta” durante su época estudiantil y miles de familias lo visitaron para convivir.

Los nietos, quienes son la tercera generación que están a cargo del sitio, recuerdan con orgullo y amor a su abuelo, don Manuel Rivera Castelán, y su abuela, Ángela Vargas de Rivera´. “Era un tipo que tenía entusiasmo”, concluyen.


De molino de trigo y cebada, fábrica textil, carpintería industrial en la que se fabricaron algunas de las bancas de la iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles de Tulancingo, a balneario de agua cristalina emanada de manantial, es la historia de El Molino, espacio acuático con 80 años en funcionamiento y el más antiguo de Cuautepec de Hinojosa y la región del Valle de Tulancingo.

Son los actuales administradores del lugar, nietos de don Manuel Rivera Castelán que en vida fundó y creó este balneario, quienes contaron detalladamente la historia de este emblemático lugar en la que generaciones de paseantes se tomaron fotos en blanco y negro y ahora lo hacen fácilmente con un celular.

Aunque no conocen la fecha exacta ni a quién ni cuánto costó, creen que el espacio, en aquel entonces rancho, fue comprado entre 1933 y 1935.

No existían las albercas. Esto era un jagüey, un estanque proveniente de un manantial de agua cristalina que, aunque no sabemos exactamente de donde proviene, entendemos que son aguas superficiales y que probablemente tengan mucho que ver con la laguna de San Juan Hueyapan, el que a su vez desemboca en el manantial de Ventoquipa, en Santiago Tulantepec. En los tres cuerpos de agua hay las mismas características en el líquido, detalla Arturo Durán Rivera, nieto de don Manuel Rivera.


Luego de comprar el sitio, funcionó casi 10 años como molino de cebada y trigo, actividad que se hacía de manera ancestral, cuando usaban un animal de carga al que lo ataban a una rueda de piedra y lo hacían caminar en círculos para triturar lo sembrado. Justamente de esta actividad surgió su nombre actual: El Molino. Incluso en la entrada del lugar actualmente se aprecia una de esas grandes rocas.

También, casi a la par, funcionó como carpintería industrial, en la que incluso se elaboraron algunas bancas de la iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles, localizada en Tulancingo. Aún conservan un espacio en el que se hacían estos muebles donde aún hay una máquina antigua que es prueba de la fabricación de los muebles e, incluso, algunos pupitres que usaba el gobierno en aquel entonces, como lo demuestran facturas de su compra.

Además, este espacio también fue rentado en una parte como fábrica textil para un importante empresario de Tulancingo y fundador de uno de los hoteles más representativos de la región.

Cambian herramientas por agua termal

Casi 10 años después, en 1945, don Manuel Rivera Castelán, quien fuera político en ese entonces, comenzó con la construcción del balneario, convirtiéndose en el primero de Cuautepec de Hinojosa y del Valle de Tulancingo.

Inicialmente hizo los chapoteaderos; después donde estaba el jagüey y tomaban agua los animales, lo empezó a ampliar a modo de que hizo la alberca principal que mide 70 metros

Con el paso del tiempo fue sumando más espacios: diversas áreas verdes, un salón de fiestas, canchas, espacio para camping, bancas, asadores y sitios de recreación.

Aunque el agua es bastante fría, muchas personas acuden de manera diaria a nadar y disfrutar de la naturaleza | Eduardo Islas / El Sol de Tulancingo

Originalmente la alberca principal no estaba pavimentada totalmente, era un estanque y había algas con peces y no veías el fondo. Entonces venía un buzo de Pachuca, de apellido Huaso, y aquí practicaba. Era un espectáculo porque veíamos cómo entraba por un lado y salía por el otro y ahí estábamos de babosos esperando, recuerda entre risas uno de los nietos del fundador de El Molino.

Al ser la alberca principal más grande y profunda, incluso que las olímpicas, durante estos años ha sido ocupada para la preparación de distintos atletas de renombre como Viridiana Olmos Lases y Eligio Cervantes. Incluso, algunos triatlonistas eligen el lugar para entrenar y tomar clases de buceo.

Lamentan y reconocen que el paso del tiempo es notorio, pues, aunque la edificación sigue casi intacta, hay algunos postes o construcciones de madera que comienzan a deteriorarse, por lo que son sustituidos por construcciones de cemento. Tan marcado es el paso del tiempo, que incluso lo han podido observar en los canales de desagüe, pues hay una marca que indicaba el paso del agua del manantial y que ahora apenas llega a la mitad.

Respecto a este proceso de desagüe detallaron que, al ser agua emanada de un manantial, deben limpiar las albercas cada ocho días.

“Se cepilla y se encala, es agua perfectamente preciosa, cristalina. Cuando se desagua, el líquido se va a los lavaderos comunitarios para que la población lave su ropa ahí o carguen pipas. De igual modo, el agua se va a un lugar que se llama El Salto y la ocupan para riego en el ejido Manantial Los Cangrejos. Inclusive ahí hay una placa que hicieron en honor al señor Manuel en 1953”, explican.

Al llevar tantos años funcionando, El Molino puede ser considerado como referente generacional, pues en este sitio algunos de nuestros padres, tíos y hermanos se fueron “de pinta” durante su época estudiantil y miles de familias lo visitaron para convivir.

Los nietos, quienes son la tercera generación que están a cargo del sitio, recuerdan con orgullo y amor a su abuelo, don Manuel Rivera Castelán, y su abuela, Ángela Vargas de Rivera´. “Era un tipo que tenía entusiasmo”, concluyen.


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