/ sábado 12 de agosto de 2023

De la Cueva del Chivo al origen de la civilización: los cerros vivos de Tulancingo

Según la cronista de Tulancingo, Lorenia Lira, estas dos formaciones de tierra han sido parte de la identidad de lugareños desde la prehistoria

Definidos como "cerros vivos" por Lorenia Lira, la cronista municipal de Tulancingo, el Napateco y el de Huapalcalco son dos destinos de uso múltiple para lugareños, vestigio histórico que reafirman a la ciudad como uno de los primeros asentamientos humanos en el continente y que gracias a la energía que han absorbido con el paso de los años, son objeto de leyendas, cultos o hasta actividades más cotidianas como caminar o hasta escalar.

"Son cerros que la gente se apropia de ellos en muchas maneras, hacen rapel, escalada, los scouts, gente que hace magia blanca y negra, rituales budistas, prehispánicos, etc. Hay gente que va y lo limpia sin decirle a nadie (...) Huapalcalco y Napateco reciben visitantes de muchos estilos, a la gente le gusta caminar por ahí porque son cerros que están vivos, no los podemos ver solo como una zona arqueológica o como un lugar prehispánico, sino cómo sitios que son apropiados por los núcleos de la población"

Uno ubicado en la localidad de Huapalcalco, conocido por albergar además la zona arqueológica del mismo nombre y cuyo rescate y visibilización se debe en gran parte a la labor de la sociedad civil, aquí diferentes grupos de escalada acuden a recorrer sus riscos y altas rocas. Así también, es un centro ceremonial para creyentes de la mitología indígena, ya que se piensa que fue aquí donde se encontraba la casa de Quetzalcóatl. Dicha influencia mesoamericana se aprecia a simple vista con la pirámide que se alza en este punto, de arquitectura similar a la teotihuacana.

"Hay la hipótesis de que aquí es de los vestigios más antiguos de civilización en Tulancingo, en Hidalgo e incluso en el continente. Se encontró una hacha que (...) gracias a la prueba de Carbono 14, se determinó que es del año 10 mil o 12 mil antes de Cristo, muy antiguo y desde entonces ya había asentamientos aquí", abundó Lira.

Por otro lado, el de Napateco, donde hoy en día se expande la mancha urbana, alberga una de las leyendas más profundas en la cosmovisión tulancinguense que a su vez derivan en otras que calan profundo en la memoria colectiva local: en el cerro Napateco se encuentra la Cueva del Chivo, llaga de la montaña donde al interior supuestamente vive el Diablo convertido en macho cabrío y donde cada 24 de junio, espera a todo aquel que busque entablar tratos con él.

La anterior creencia detona en que constantemente se encuentren altares o sacrificios animales propios del satanismo o de la misa negra en dicha cueva. Sin embargo, al cerro también acuden grupos indígenas a depositar ofrendas para pedir a Tlaloc por la fertilidad agrícola, pues según dice la historia, este montículo forma parte de los llamados "tlaloques", es decir, advocaciones al Dios Mexica de la lluvia, el relámpago y del licor de la tierra que contribuía al crecimiento de los cultivos de maíz.

"Me atrevo a decir que por eso Tulancingo se llama así (...) se cree que Tlaloc hace que florezca el tule, entonces visto desde Santa Ana, se dice que esta ciudad 'está detrás del tlaloque que hace que crezca el tule', el que hace que llueva y que crezcan por lo tanto los tules. Yo creo que por eso es tratado con tanto respeto, la gente de Santa Ana continúa viniendo a hacer rituales de fertilidad agrícola para que las cosechas sean abundantes", mencionó al respecto. No olvidemos que la nomenclatura de Tulancingo significa "detrás del tule".

Definidos como "cerros vivos" por Lorenia Lira, la cronista municipal de Tulancingo, el Napateco y el de Huapalcalco son dos destinos de uso múltiple para lugareños, vestigio histórico que reafirman a la ciudad como uno de los primeros asentamientos humanos en el continente y que gracias a la energía que han absorbido con el paso de los años, son objeto de leyendas, cultos o hasta actividades más cotidianas como caminar o hasta escalar.

"Son cerros que la gente se apropia de ellos en muchas maneras, hacen rapel, escalada, los scouts, gente que hace magia blanca y negra, rituales budistas, prehispánicos, etc. Hay gente que va y lo limpia sin decirle a nadie (...) Huapalcalco y Napateco reciben visitantes de muchos estilos, a la gente le gusta caminar por ahí porque son cerros que están vivos, no los podemos ver solo como una zona arqueológica o como un lugar prehispánico, sino cómo sitios que son apropiados por los núcleos de la población"

Uno ubicado en la localidad de Huapalcalco, conocido por albergar además la zona arqueológica del mismo nombre y cuyo rescate y visibilización se debe en gran parte a la labor de la sociedad civil, aquí diferentes grupos de escalada acuden a recorrer sus riscos y altas rocas. Así también, es un centro ceremonial para creyentes de la mitología indígena, ya que se piensa que fue aquí donde se encontraba la casa de Quetzalcóatl. Dicha influencia mesoamericana se aprecia a simple vista con la pirámide que se alza en este punto, de arquitectura similar a la teotihuacana.

"Hay la hipótesis de que aquí es de los vestigios más antiguos de civilización en Tulancingo, en Hidalgo e incluso en el continente. Se encontró una hacha que (...) gracias a la prueba de Carbono 14, se determinó que es del año 10 mil o 12 mil antes de Cristo, muy antiguo y desde entonces ya había asentamientos aquí", abundó Lira.

Por otro lado, el de Napateco, donde hoy en día se expande la mancha urbana, alberga una de las leyendas más profundas en la cosmovisión tulancinguense que a su vez derivan en otras que calan profundo en la memoria colectiva local: en el cerro Napateco se encuentra la Cueva del Chivo, llaga de la montaña donde al interior supuestamente vive el Diablo convertido en macho cabrío y donde cada 24 de junio, espera a todo aquel que busque entablar tratos con él.

La anterior creencia detona en que constantemente se encuentren altares o sacrificios animales propios del satanismo o de la misa negra en dicha cueva. Sin embargo, al cerro también acuden grupos indígenas a depositar ofrendas para pedir a Tlaloc por la fertilidad agrícola, pues según dice la historia, este montículo forma parte de los llamados "tlaloques", es decir, advocaciones al Dios Mexica de la lluvia, el relámpago y del licor de la tierra que contribuía al crecimiento de los cultivos de maíz.

"Me atrevo a decir que por eso Tulancingo se llama así (...) se cree que Tlaloc hace que florezca el tule, entonces visto desde Santa Ana, se dice que esta ciudad 'está detrás del tlaloque que hace que crezca el tule', el que hace que llueva y que crezcan por lo tanto los tules. Yo creo que por eso es tratado con tanto respeto, la gente de Santa Ana continúa viniendo a hacer rituales de fertilidad agrícola para que las cosechas sean abundantes", mencionó al respecto. No olvidemos que la nomenclatura de Tulancingo significa "detrás del tule".

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