/ viernes 11 de marzo de 2022

Mariúpol vive un desastre humanitario

La gente toma agua de la nieve que se descongela, no hay luz, todas las tiendas han sido saqueadas y rusia no permite los corredores humanitarios

KIEV. La ciudad ucraniana de Mariúpol, el principal puerto ucraniano a orilla del mar de Azov, se ha convertido en los últimos días en objetivo de un asedio que mantiene a la población aislada y sin apenas suministros básicos. Los pocos testimonios que llegan de la zona dan cuenta de un desastre humanitario de primer orden.

El ataque a un hospital maternoinfantil ha puesto de nuevo en evidencia la nula protección que están recibiendo las infraestructuras civiles en el marco de un conflicto que terminó de estallar el 24 de febrero, con el inicio de la invasión rusa.

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“En una ciudad en la que el sistema sanitario está al borde del colapso, privar a la gente de asistencia sanitaria es una violación de las leyes de la guerra”, advirtió la responsable de emergencias de Médicos Sin Fronteras (MSF), Kate White.

Mariúpol está considerada una conquista clave para los intereses militares de Rusia y en los últimos días, ha habido varios intentos de establecer corredores humanitarios, pero no han estado exentos de contratiempos.

El ministro de Exteriores ucraniano ha señalado que entre 300 mil y 400 milpersonas seguirían siendo “rehenes” de las fuerzas rusas y sus aliados, ya sin suministros básicos ni comunicaciones.

Kiev ha puesto este caso como ejemplo de una crisis humanitaria que ha comprobado de primera mano Olexander, trabajador de MSF. “En Mariúpol, ahora mismo no hay agua potable, nada, y no hay de dónde sacarla”.

La gente sobrevive como puede, “buscando fuentes en los parques o recogiendo el agua de los tejados cuando la nieve se derrite”. Además, los ciudadanos “no tienen forma de encontrar comida y tampoco pueden hacer un fuego para cocinar”.

Un trabajador del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), Sasha Volkov, aseguró que la gente ha empezado a pelearse por la comida y que no sólo no hay agua, sino que tampoco hay ni electricidad ni gas, “lo que significa que no hay calefacción” en un contexto donde las temperaturas están ya bajo cero.

“Todas las tiendas y farmacias fueron saqueadas hace cuatro o cinco días. Algunos todavía tenemos comida, pero no sé cuánto nos durará”, explica Volkov.

Ante tal nivel de carencia, “la gente ha comenzado a pelear por comida” u roba combustible de vehículos ajenos. La leña es igualmente un bien preciado y funciona ya un mercado negro donde se compra la comida más básica.

El CICR ofrece refugio en la localidad ucraniana, pero en el sótano de sus oficinas sólo puede acoger a los niños y sus madres. El resto, incluidos los menores de más de doce años, duermen en la zona de oficinas, donde hay generadores que apenas brindan electricidad “tres o cuatro horas al día”.

Las autoridades locales de Mariúpol denuncian que más de mil personas han muerto como consecuencia del asedio y los combates, una cifra imposible de verificar y que se entroncaría con las alertas que también llegan de la zona sobre el uso de fosas comunes para los cadáveres.

El Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos cifra en 516 los fallecidos en todo el país, pero cita expresamente el desconocimiento de lo que está pasando en Mariúpol.

La ONU apuntó que “las necesidades siguen acumulándose, donde miles de personas viven en condiciones extremas”.

KIEV. La ciudad ucraniana de Mariúpol, el principal puerto ucraniano a orilla del mar de Azov, se ha convertido en los últimos días en objetivo de un asedio que mantiene a la población aislada y sin apenas suministros básicos. Los pocos testimonios que llegan de la zona dan cuenta de un desastre humanitario de primer orden.

El ataque a un hospital maternoinfantil ha puesto de nuevo en evidencia la nula protección que están recibiendo las infraestructuras civiles en el marco de un conflicto que terminó de estallar el 24 de febrero, con el inicio de la invasión rusa.

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“En una ciudad en la que el sistema sanitario está al borde del colapso, privar a la gente de asistencia sanitaria es una violación de las leyes de la guerra”, advirtió la responsable de emergencias de Médicos Sin Fronteras (MSF), Kate White.

Mariúpol está considerada una conquista clave para los intereses militares de Rusia y en los últimos días, ha habido varios intentos de establecer corredores humanitarios, pero no han estado exentos de contratiempos.

El ministro de Exteriores ucraniano ha señalado que entre 300 mil y 400 milpersonas seguirían siendo “rehenes” de las fuerzas rusas y sus aliados, ya sin suministros básicos ni comunicaciones.

Kiev ha puesto este caso como ejemplo de una crisis humanitaria que ha comprobado de primera mano Olexander, trabajador de MSF. “En Mariúpol, ahora mismo no hay agua potable, nada, y no hay de dónde sacarla”.

La gente sobrevive como puede, “buscando fuentes en los parques o recogiendo el agua de los tejados cuando la nieve se derrite”. Además, los ciudadanos “no tienen forma de encontrar comida y tampoco pueden hacer un fuego para cocinar”.

Un trabajador del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), Sasha Volkov, aseguró que la gente ha empezado a pelearse por la comida y que no sólo no hay agua, sino que tampoco hay ni electricidad ni gas, “lo que significa que no hay calefacción” en un contexto donde las temperaturas están ya bajo cero.

“Todas las tiendas y farmacias fueron saqueadas hace cuatro o cinco días. Algunos todavía tenemos comida, pero no sé cuánto nos durará”, explica Volkov.

Ante tal nivel de carencia, “la gente ha comenzado a pelear por comida” u roba combustible de vehículos ajenos. La leña es igualmente un bien preciado y funciona ya un mercado negro donde se compra la comida más básica.

El CICR ofrece refugio en la localidad ucraniana, pero en el sótano de sus oficinas sólo puede acoger a los niños y sus madres. El resto, incluidos los menores de más de doce años, duermen en la zona de oficinas, donde hay generadores que apenas brindan electricidad “tres o cuatro horas al día”.

Las autoridades locales de Mariúpol denuncian que más de mil personas han muerto como consecuencia del asedio y los combates, una cifra imposible de verificar y que se entroncaría con las alertas que también llegan de la zona sobre el uso de fosas comunes para los cadáveres.

El Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos cifra en 516 los fallecidos en todo el país, pero cita expresamente el desconocimiento de lo que está pasando en Mariúpol.

La ONU apuntó que “las necesidades siguen acumulándose, donde miles de personas viven en condiciones extremas”.

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