Aunque la cita era a las 19:30 horas del sábado, desde una hora antes, don Antonio N. ya estaba más que puesto para uno de los días más importantes de su biografía reciente: se cumplen 28 años desde que decidió "cerrar la botella", como él y sus compañeros de Alcohólicos Anónimos dicen. Y es que además fue el primer festejo de esta índole que tiene después de casi 15 años, mismo tiempo que lleva viviendo en el Valle de Tulancingo luego de haberse mudado de la Ciudad de México, su tierra natal y donde ejerció como chófer y también como alcohólico.
Poco a poco llegaron sus hijos cargados con el banquete que se compartió con los casi 20 asistentes en la casa de AA ubicada en la colonia Bosques de Santiago, de Santiago Tulantepec: hojaldras de mole y de ensalada rusa, enchiladitas, refrescos y un pastel de tres leches con el escudo de Alcohólicos Anónimos en grande, así como la leyenda "28 Aniversario".
Uno a uno fueron pasando sus compañeros de grupo, quienes además de felicitar a don Antonio y reiteradamente señalar que "les parecía imposible que él haya sido alcohólico" por la dulzura y sabiduría que ostenta en la actualidad, también recordaron a los demás asistentes lo difícil que es vivir con la presencia de una persona que padece de esta enfermedad: inestabilidad, estrés, crisis económica, fallas en las relaciones familiares, entre otros males que se derivan de la bebida.
El momento más intenso de la noche vino cuando a la tribuna pasaron sus familiares, pues probablemente sea una de las pocas veces en la vida que entre ellos han tocado el tema con tal apertura, con la libertad que da especialmente el foro sin censura de AA. Su cuñado Daniel, "compañero de parrandas", se remitió a contar algunas anécdotas de sus borracheras y de cómo a él también el programa lo llevó a encontrar un mejor ritmo de vida.
El hijo mayor, Domingo, agradeció a la institución por haberle dado la oportunidad de tener a un padre, pues según contó, hace casi 30 años él ya lo daba por muerto dada su condición de adicto al alcohol. El más chico, Claudio, reconoció que la institución no era de su total agrado, ya que había causado una ruptura en la relación que llevaba con su padre, paradójicamente gracias al alcohol.
También participó de la plenaria el nieto mayor, Enrique, quien aprovechó su tiempo para exponer que sin la intervención de AA probablemente jamás hubiera conocido a su abuelo: "imagínense, mi abuelo lleva 28 años sin beber y yo voy a cumplir 27. Prácticamente y a diferencia de mis tíos y mi papá, esta es la única versión que conozco de él, su mejor versión. Además, qué tan grande es mi privilegio que puedo jactarme de decir que mi abuelo es apenas un año más grande que yo", expresó entre risas.
Finalmente pasó su esposa, la señora Olga, quien recordó vivencias del pasado alcohólico de Antonio y contó que dicho estilo de vida que ha seguido desde hace 28 años es el mejor que pudo desear para él, ya que "esto lo hace muy feliz. Y si para él esto es felicidad pues yo estaré siempre aquí para apoyarlo", concluyó con voz entrecortada y previo a darle un beso y un abrazo.
El clímax de la noche fue para don Toño, quien alegre, cómico e inspirador tomó la tribuna y agradeció a su familia, a sus amigos y a sus compañeros de AA. Recordó que en estos grupos de ayuda es donde uno se desprende del orgullo y de la presunción, pues acude a "encontrarse y reconocerse como enfermo, a mirar sus errores y a comprometerse". Y es que aunque 28 años pueden decirse fácil, él menciona que previo a ingresar a uno de estos grupos pero en la Ciudad de México, su doctor de cabecera ya lo había desahuciado por su adicción no solo al alcohol, también al cigarro y a las drogas.
Entre aplausos y libaciones, Antonio partió el pastel en compañía de su familia, acogido por el calor de sus compañeros alcohólicos en el grupo donde por cierto, él es fundador y fiel asistente. Aunque en efecto son ya 28 años sin tomar, acorde con los principios del programa, él señala que no volverá al trago "solo por hoy, solo por hoy. ¡Felices 24 horas!"