/ viernes 8 de diciembre de 2023

Peregrinos hidalguenses desbordan fervor por la Virgen de Guadalupe en la Basílica

Más de 10 mil devotos provenientes de la Arquidiócesis de Tulancingo

Este viernes 8 de diciembre más de 10 mil peregrinos llegaron a la Basílica de Guadalupe en la Ciudad de México provenientes de diferentes territorios adscritos a la Arquidiócesis de Tulancingo, envueltos en música, aplausos y plegarias, católicos venían desde la fría sierra poblana, o de la Otomí-Tepehua en Hidalgo, del Valle de Tulancingo y hasta de Veracruz.

Cada una de las más de 100 parroquias de la Arquidiócesis mandan a sus peregrinos por diferentes medios. Algunos llegan a pie, otros en bicicleta, motocicleta, auto propio o hasta en autobuses. Es así que la fe los impulsa para sortear los peligros de las carreteras, el frío o la espesa neblina, nada parece adelgazar el fervor y dicha que sienten por su devoción.

Lo anterior se pone en evidencia cuando ves llegar a los peregrinos, que cruzan la ancha Calzada de Guadalupe mientras comerciantes e incluso transeúntes detienen su “trajineo” cotidiano para admirarlos.

Hasta los guardias de seguridad y policías sacaban sus celulares cuando, por ejemplo, oyeron a lo lejos la banda de viento que acompañó a los peregrinos de Tenango de Doria; o cuando otra agrupación anunció la llegada del contingente de Actopan, envueltos en flores rojas y tejidos de flor y canto; o cuando las miradas de todo mundo se alzaron al cielo capitalino para admirar cómo poco a poco se pintaba de globos multicolor, espectáculo breve pero hermoso cuya autoría fue de feligreses de Ahuazotepec, Puebla.

Ya cuando desfilan por debajo de las enormes letras de “Atrio de América”, las piezas de banda se detienen y comienzan los cantos a la Guadalupana, algunos en náhuatl y otros más en hñahñu, para dar gala -por si no había quedado claro- del abundante folclor y espectro multicultural de las tierras hidalguenses, poblanas y veracruzanas, según sea el caso. Es aquí cuando también algunos se hincan y entonces avanzan, a tortuoso pero decidido paso sobre sus rodillas, con rumbo al cerro del Tepeyac.

“Sí se pudo”, una de las frases que más se escucha decir a aquellos que gustosos miran a los peregrinos lograr la hazaña. Les abrazan, les aplauden, les sostienen mientras rompen en lágrimas de felicidad, satisfacción o hasta de cansancio. Se nota que son lágrimas de inmensa alegría, pues también hay risas. Es imposible no contagiarse de tal euforia, inexplicablemente el espectador siente las ganas de llorar también.

Se formaron y paulatinamente entraron al templo y llenaron cada uno de los espacios disponibles para que apenas unos 20 minutos después, la Villa luciera desbordada de fieles y de expresiones de cariño para la “Patrona de México”.

Cirios, imágenes, esculturas, fotografías, estampitas, arreglos florales, estandartes en variedad de tamaños y diseños, en fin. Pero faltaba una procesión más, la de los sacerdotes y seminaristas, que bien puntuales ingresaron en compañía de Monseñor Domingo Díaz Martínez, arzobispo de la Arquidiócesis.

“Hay que pedirle a la Virgen de Guadalupe que nos ayude a no caer en la tentación de engañar y a que nos dé la facultad para no ser engañados, hay que buscar la verdad”, sentenció el clérigo durante su mensaje de homilía. Además, fiel a su costumbre, no desaprovechó para emitir un enérgico mensaje en el reprobó el aumento de feminicidios, secuestros o cualquier otro acto de violencia. Igualmente externó que aunque “nos dicen que la corrupción ya se acabó, es mentira. La corrupción no ha acabado y continuará por muchos años. Aunque pregonen que ya se acabó, no es verdad. No engañemos ni nos dejemos engañar, recordemos las grandes verdades”.

Más de 81 millones de oraciones a María

Luego de tal intervención y del ritual de hábito para la celebración eucarística, llegó el momento de la verdad: la hora de conocer cuántas “salves” se ofrecerían a la Guadalupana este año. Hay que recordar que uno de los principales objetivos de esta procesión diocesana es llevar ante la advocación de María un ramillete espiritual, es decir, la suma de las oraciones dedicadas a ella en el transcurso del año. En el 2022, a nivel Arquidiócesis se juntaron 57 millones 517 mil 86 “salves”, pero este año la cifra se disparó en más del 50 por ciento.

En total, fueron 81 millones 752 mil 203 oraciones a María, de las cuales 32 millones 383 mil 791 emanaron únicamente de los feligreses de Tulancingo. Con este indicador, parece que lo que Monseñor ha asegurado en el pasado es verdad: aún existe abundante y fuerte presencia del catolicismo en Hidalgo, incluso de gente joven, grupo etario que por cierto se dio cita en la Basílica, originarios de distintas partes. Eran ellos, los jóvenes, quienes cargaban imágenes, estandartes o cumplían su penitencia de rodillas.

“¡Viva la Virgen de Guadalupe!”, expresó uno de los señores peregrinos que estaba en la primera fila. “¡Viva!”, contestaron las decenas de miles casi al unísono.

Luego de los aplausos y de las arengas dedicadas a la Morenita, las miles de voluntades bajan a la cinta transportadora desde donde admiran, con más lágrimas en los ojos, la imagen original que según la leyenda, portó San Juan Diego hace 492 años, cuando por su conducto solicitó a Juan de Zumárraga, primer obispo de México, construir un templo dedicado a ella. No todo era felicidad, pues hubo quienes lloraban amargamente, diciéndole reiteradamente “perdóname, perdóname, te pido perdón”.

Bastaron pocos minutos para que tanto el atrio como cada una de las arterias que componen el recorrido del Cerro del Tepeyac congregan a personas de todas las edades, mientras algunos comían en compañía de sus amigos de viaje o familiares.

Este fue apenas el primer episodio de los festejos en honor a la Virgen de Guadalupe de nuestra región, pues a estos fieles les esperan en cada una de sus tierras para el próximo martes, día 12. Sin embargo, será hasta el próximo 8 de diciembre pero del 2024 cuando nuevamente los peregrinos de la Arquidiócesis de Tulancingo retornen a esta Basílica, dispuestos de nueva cuenta a aplaudir, llorar, gritar de emoción y ofrecer la suma de voluntades y plegarias.

Porque sí, podemos no ir a misa todo el año, pero a la Virgen no se le falla. Costumbre antigua, de linaje, hasta de prehistoria. En el pasado nuestros antepasados le llamaron Tonantzin “la madre de todos los dioses”, pero hoy le decimos “Virgencita de Guadalupe”. Controversias de colonización aparte, una cosa es cierta: sigue siendo la Madre, y la madre de todos los mexicanos.

Este viernes 8 de diciembre más de 10 mil peregrinos llegaron a la Basílica de Guadalupe en la Ciudad de México provenientes de diferentes territorios adscritos a la Arquidiócesis de Tulancingo, envueltos en música, aplausos y plegarias, católicos venían desde la fría sierra poblana, o de la Otomí-Tepehua en Hidalgo, del Valle de Tulancingo y hasta de Veracruz.

Cada una de las más de 100 parroquias de la Arquidiócesis mandan a sus peregrinos por diferentes medios. Algunos llegan a pie, otros en bicicleta, motocicleta, auto propio o hasta en autobuses. Es así que la fe los impulsa para sortear los peligros de las carreteras, el frío o la espesa neblina, nada parece adelgazar el fervor y dicha que sienten por su devoción.

Lo anterior se pone en evidencia cuando ves llegar a los peregrinos, que cruzan la ancha Calzada de Guadalupe mientras comerciantes e incluso transeúntes detienen su “trajineo” cotidiano para admirarlos.

Hasta los guardias de seguridad y policías sacaban sus celulares cuando, por ejemplo, oyeron a lo lejos la banda de viento que acompañó a los peregrinos de Tenango de Doria; o cuando otra agrupación anunció la llegada del contingente de Actopan, envueltos en flores rojas y tejidos de flor y canto; o cuando las miradas de todo mundo se alzaron al cielo capitalino para admirar cómo poco a poco se pintaba de globos multicolor, espectáculo breve pero hermoso cuya autoría fue de feligreses de Ahuazotepec, Puebla.

Ya cuando desfilan por debajo de las enormes letras de “Atrio de América”, las piezas de banda se detienen y comienzan los cantos a la Guadalupana, algunos en náhuatl y otros más en hñahñu, para dar gala -por si no había quedado claro- del abundante folclor y espectro multicultural de las tierras hidalguenses, poblanas y veracruzanas, según sea el caso. Es aquí cuando también algunos se hincan y entonces avanzan, a tortuoso pero decidido paso sobre sus rodillas, con rumbo al cerro del Tepeyac.

“Sí se pudo”, una de las frases que más se escucha decir a aquellos que gustosos miran a los peregrinos lograr la hazaña. Les abrazan, les aplauden, les sostienen mientras rompen en lágrimas de felicidad, satisfacción o hasta de cansancio. Se nota que son lágrimas de inmensa alegría, pues también hay risas. Es imposible no contagiarse de tal euforia, inexplicablemente el espectador siente las ganas de llorar también.

Se formaron y paulatinamente entraron al templo y llenaron cada uno de los espacios disponibles para que apenas unos 20 minutos después, la Villa luciera desbordada de fieles y de expresiones de cariño para la “Patrona de México”.

Cirios, imágenes, esculturas, fotografías, estampitas, arreglos florales, estandartes en variedad de tamaños y diseños, en fin. Pero faltaba una procesión más, la de los sacerdotes y seminaristas, que bien puntuales ingresaron en compañía de Monseñor Domingo Díaz Martínez, arzobispo de la Arquidiócesis.

“Hay que pedirle a la Virgen de Guadalupe que nos ayude a no caer en la tentación de engañar y a que nos dé la facultad para no ser engañados, hay que buscar la verdad”, sentenció el clérigo durante su mensaje de homilía. Además, fiel a su costumbre, no desaprovechó para emitir un enérgico mensaje en el reprobó el aumento de feminicidios, secuestros o cualquier otro acto de violencia. Igualmente externó que aunque “nos dicen que la corrupción ya se acabó, es mentira. La corrupción no ha acabado y continuará por muchos años. Aunque pregonen que ya se acabó, no es verdad. No engañemos ni nos dejemos engañar, recordemos las grandes verdades”.

Más de 81 millones de oraciones a María

Luego de tal intervención y del ritual de hábito para la celebración eucarística, llegó el momento de la verdad: la hora de conocer cuántas “salves” se ofrecerían a la Guadalupana este año. Hay que recordar que uno de los principales objetivos de esta procesión diocesana es llevar ante la advocación de María un ramillete espiritual, es decir, la suma de las oraciones dedicadas a ella en el transcurso del año. En el 2022, a nivel Arquidiócesis se juntaron 57 millones 517 mil 86 “salves”, pero este año la cifra se disparó en más del 50 por ciento.

En total, fueron 81 millones 752 mil 203 oraciones a María, de las cuales 32 millones 383 mil 791 emanaron únicamente de los feligreses de Tulancingo. Con este indicador, parece que lo que Monseñor ha asegurado en el pasado es verdad: aún existe abundante y fuerte presencia del catolicismo en Hidalgo, incluso de gente joven, grupo etario que por cierto se dio cita en la Basílica, originarios de distintas partes. Eran ellos, los jóvenes, quienes cargaban imágenes, estandartes o cumplían su penitencia de rodillas.

“¡Viva la Virgen de Guadalupe!”, expresó uno de los señores peregrinos que estaba en la primera fila. “¡Viva!”, contestaron las decenas de miles casi al unísono.

Luego de los aplausos y de las arengas dedicadas a la Morenita, las miles de voluntades bajan a la cinta transportadora desde donde admiran, con más lágrimas en los ojos, la imagen original que según la leyenda, portó San Juan Diego hace 492 años, cuando por su conducto solicitó a Juan de Zumárraga, primer obispo de México, construir un templo dedicado a ella. No todo era felicidad, pues hubo quienes lloraban amargamente, diciéndole reiteradamente “perdóname, perdóname, te pido perdón”.

Bastaron pocos minutos para que tanto el atrio como cada una de las arterias que componen el recorrido del Cerro del Tepeyac congregan a personas de todas las edades, mientras algunos comían en compañía de sus amigos de viaje o familiares.

Este fue apenas el primer episodio de los festejos en honor a la Virgen de Guadalupe de nuestra región, pues a estos fieles les esperan en cada una de sus tierras para el próximo martes, día 12. Sin embargo, será hasta el próximo 8 de diciembre pero del 2024 cuando nuevamente los peregrinos de la Arquidiócesis de Tulancingo retornen a esta Basílica, dispuestos de nueva cuenta a aplaudir, llorar, gritar de emoción y ofrecer la suma de voluntades y plegarias.

Porque sí, podemos no ir a misa todo el año, pero a la Virgen no se le falla. Costumbre antigua, de linaje, hasta de prehistoria. En el pasado nuestros antepasados le llamaron Tonantzin “la madre de todos los dioses”, pero hoy le decimos “Virgencita de Guadalupe”. Controversias de colonización aparte, una cosa es cierta: sigue siendo la Madre, y la madre de todos los mexicanos.

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