Un año y tres meses es el tiempo que lleva Katia Icela Vázquez Peralta en pie de lucha feminista para concientizar a personas sobre los impactos negativos de la violencia vicaria, una que cataloga como “la más cruel de las violencias” que se pueden ejercer contra las mujeres. Y es que según precisó, se vale de usar a los hijos e hijas de un matrimonio o relación para que, a manera de chantaje, la madre ceda derechos y se doblegue ante las amenazas de parejas violentadoras.
“El agresor dice: ya no te tengo a ti para violentarte pero uso a tus hijos y a las instituciones como instrumento para seguirlo haciendo”, explicó.
Aunque es originaria de la Ciudad de México, su labor activista la ejerce en Hidalgo. En este tiempo, comentó que ya acompañó y asesoró a más de 50 mujeres que sufrieron violencia vicaria, pues argumenta que funcionarios públicos así como agentes del Ministerio Público ni siquiera están “lo suficientemente capacitados” para atender estos casos.
En muchas ocasiones, el nulo conocimiento al respecto de esta variante de la violencia de género termina por criminalizar o revictimizar a las demandantes, pues es gracias a los contactos de presuntos hombres culpables, que ocasionalmente los juicios dan lamentables giros que terminan por catalogar a las mujeres como las que ejercen el delito.
“La violencia vicaria es la más cruel de todas las violencias. Sin embargo, los funcionarios no saben y nosotras tenemos que explicarles, ha funcionado. Los jueces cada vez se sensibilizan más en este punto, aunque el suelo no está parejo en cuestión de leyes. No se juzga con perspectiva de género, no es posible que si aquí en Hidalgo ya se legisló la violencia vicaria sigan considerando estos casos como violencia familiar”, precisó.
Una situación así es la que vive ella. Refirió que hace más de un año comenzó diligencias jurídicas contra el padre de sus hijos, quien precisó, aprovecha su círculo de influencia y su poder adquisitivo para sobornar a los abogados privados que se supone deberían defenderla.
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Es así que lleva más de un año sin ver a su hijo, que pese a ser presunta víctima de abuso sexual por parte de su padre y además de tener órdenes de restricción, sigue viviendo con él pues al llevárselo a la Ciudad de México, “rebasa la jurisdicción de las instituciones de aquí”. Tal fue el giro en el caso, que Katia estuvo a punto de pisar la cárcel al ser acusada por violencia familiar.
Fue luego de sentir esa injusticia y de su participación en marchas feministas, que hizo caso al llamado activista que comenzó a latir dentro de ella. Se dio cuenta de “el poder de la unión de las mujeres, una sola no es lo mismo a que muchas ejerzan presión. El dar apoyo y sororidad a un grupo de mujeres que vive lo mismo que yo y a veces en condiciones más delicadas y ver que ha surtido efecto cuando recuperamos un niño, da la motivación para seguir adelante. Cuando acuden mujeres a las que les quitaron a sus hijos y las amenazan y si ellas no saben qué hacer, somos empáticas con su desesperación. La lucha de ellas es nuestra lucha, los hijos de ellas son los hijos de todas”, externó.
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Por ahora, se alista para la congregación de cinco colectivas feministas el próximo ocho de marzo en la Plaza Juárez de Pachuca, donde se concentrarán decenas de mujeres que sufren violencia vicaria. Además, habrá oportunidad para que otras que comercian ofrezcan sus productos en la “mercadita”, a la que sin problema podrán acudir acompañadas de sus hijos o hijas.
“Son espacios de manifestación pacífica. Empezaremos desde las once de la mañana, yo voy a dar un taller y orientación sobre violencia vicaria. De la marcha aún estamos planeando la ruta, pero será desde Plaza Juárez hasta El Reloj”, adelantó.
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