/ viernes 20 de enero de 2023

Alfarería de Tulancingo es arte que se resiste a desaparecer

Toño Trapala refiere que gobiernos ni público en general dan el valor justo a esta artesanía

Como todos los jueves, Toño Trapala originario de Napateco, deja su taller para instalarse en el tianguis de los Jueves en Tulancingo. Aquí, en compañía de uno de sus ayudantes tiende un particular puesto, único en toda la plaza: decenas de ollas, jarros, vasos, platos y hasta esculturas además de un torno que él mismo opera pues es alfarero así como su abuelo y su padre, tradición familiar que se extiende en su linaje por cinco generaciones y que podría extinguirse en unos años dado que quedan sólo otros seis como él en toda la región.

Mientras moldea una serie de platos hondos para consomé así como unas macetas de muestra para un pedido especial, Toño platica que la alfarería tulancinguense sufrió un importante declive cuando llegó la industria textil a la zona. Y es que muchos parecen haber olvidado que este arte, porque en efecto, es un arte, es tan versátil que prácticamente no hay límite alguno para la elaboración de piezas en la también llamada "arcilla cocida".

El proceso aunque lo hace ver fácil consiste en varios pasos: primero hay que preparar la arcilla a tal grado que sea maleable y no se quiebre. Luego, se gira el torno para darle forma con las manos, una técnica que en voz del artista todavía sigue perfeccionando y cultivando gracias a investigaciones que hace frecuentemente para conocer cómo se realiza en otros países, qué figuras pueden hacerse, qué diseños o simplemente para conocer la historia de diferentes vertientes a lo largo de todo el mundo.

Ya que le dio forma, corta la pieza con un hilo y la pone a secar al sol. Posteriormente, deberá cocerse en un horno de leña o de gas, depende el terminado que quiera dársele, para finalmente agregar pigmentos naturales, artificiales o incluso decorarla con acrílica y pincel. Destaca que todas sus piezas son de diseño original, ya que no acostumbra a usar moldes; esta decisión le imprime de cierto grado de exclusividad a cada pieza, ya que aunque se trate de una vajilla con platos aparentemente iguales, al ser un trabajo cien por ciento manual posee características o detalles sutiles que los diferencian.

Tras un recorrido por su bodega en la que guarda al menos mil piezas de todo tipo y algunas esculturas, mencionó que en Tulancingo la gente no está acostumbrada a pagar el precio justo por su trabajo. "Me llegan a encargar trabajos únicos, piezas que se las hago exclusivas y a la mera hora no quieren pagar los 150 o 200 pesos que cuesta. Prefieren dejarme el trabajo aunque ya le haya invertido tiempo y recursos."

Explicó que cada kilo de pigmento puede alcanzar hasta los cuatro mil pesos, sin embargo, el mayor esfuerzo es físico y mental. Dijo que tampoco los gobiernos hacen por preservar el valor artístico de la alfarería mexicana, pese a que es una técnica heredada desde la época mesoamericana y que se preservó a pesar de La Conquista, época en la que se mezcló con las formas europeas y resultó en la que conocemos hoy.

También te puede interesar: Moda en piel es una artesanía de Tulancingo

"Aquí en Tulancingo si queremos exhibir nos cobran, en las expo ferias no nos invitan. Anteriormente nos llamaban a las de Pachuca pero la pandemia frenó todo. El gobierno federal nos dio recursos a inicios de este sexenio pero fue el único, querían que lo usáramos para abrir un local pero llegó la pandemia y se nos fue en pagar comida, ya que nos quitaron de espacios públicos y hasta apenas empezamos otra vez de cero.", concluyó.


Como todos los jueves, Toño Trapala originario de Napateco, deja su taller para instalarse en el tianguis de los Jueves en Tulancingo. Aquí, en compañía de uno de sus ayudantes tiende un particular puesto, único en toda la plaza: decenas de ollas, jarros, vasos, platos y hasta esculturas además de un torno que él mismo opera pues es alfarero así como su abuelo y su padre, tradición familiar que se extiende en su linaje por cinco generaciones y que podría extinguirse en unos años dado que quedan sólo otros seis como él en toda la región.

Mientras moldea una serie de platos hondos para consomé así como unas macetas de muestra para un pedido especial, Toño platica que la alfarería tulancinguense sufrió un importante declive cuando llegó la industria textil a la zona. Y es que muchos parecen haber olvidado que este arte, porque en efecto, es un arte, es tan versátil que prácticamente no hay límite alguno para la elaboración de piezas en la también llamada "arcilla cocida".

El proceso aunque lo hace ver fácil consiste en varios pasos: primero hay que preparar la arcilla a tal grado que sea maleable y no se quiebre. Luego, se gira el torno para darle forma con las manos, una técnica que en voz del artista todavía sigue perfeccionando y cultivando gracias a investigaciones que hace frecuentemente para conocer cómo se realiza en otros países, qué figuras pueden hacerse, qué diseños o simplemente para conocer la historia de diferentes vertientes a lo largo de todo el mundo.

Ya que le dio forma, corta la pieza con un hilo y la pone a secar al sol. Posteriormente, deberá cocerse en un horno de leña o de gas, depende el terminado que quiera dársele, para finalmente agregar pigmentos naturales, artificiales o incluso decorarla con acrílica y pincel. Destaca que todas sus piezas son de diseño original, ya que no acostumbra a usar moldes; esta decisión le imprime de cierto grado de exclusividad a cada pieza, ya que aunque se trate de una vajilla con platos aparentemente iguales, al ser un trabajo cien por ciento manual posee características o detalles sutiles que los diferencian.

Tras un recorrido por su bodega en la que guarda al menos mil piezas de todo tipo y algunas esculturas, mencionó que en Tulancingo la gente no está acostumbrada a pagar el precio justo por su trabajo. "Me llegan a encargar trabajos únicos, piezas que se las hago exclusivas y a la mera hora no quieren pagar los 150 o 200 pesos que cuesta. Prefieren dejarme el trabajo aunque ya le haya invertido tiempo y recursos."

Explicó que cada kilo de pigmento puede alcanzar hasta los cuatro mil pesos, sin embargo, el mayor esfuerzo es físico y mental. Dijo que tampoco los gobiernos hacen por preservar el valor artístico de la alfarería mexicana, pese a que es una técnica heredada desde la época mesoamericana y que se preservó a pesar de La Conquista, época en la que se mezcló con las formas europeas y resultó en la que conocemos hoy.

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"Aquí en Tulancingo si queremos exhibir nos cobran, en las expo ferias no nos invitan. Anteriormente nos llamaban a las de Pachuca pero la pandemia frenó todo. El gobierno federal nos dio recursos a inicios de este sexenio pero fue el único, querían que lo usáramos para abrir un local pero llegó la pandemia y se nos fue en pagar comida, ya que nos quitaron de espacios públicos y hasta apenas empezamos otra vez de cero.", concluyó.


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