/ jueves 28 de diciembre de 2023

Teotihuacanos, toltecas y otomíes: las civilizaciones que forjaron Tulancingo

Hasta el momento no se sabe con certeza qué civilización fundó formalmente este asentamiento, pero hay registros que datan de hace 14 mil años

Fruto del conocimiento ancestral así como de costumbres indígenas que se mantienen hasta nuestros días, el asentamiento humano de Tulancingo es indudablemente uno de los más antiguos de la República Mexicana. A lo largo de su historia, se han encontrado vestigios que hablan de la existencia de personas desde hace al menos 12 o 14 mil años, tiempo antes de Cristo y por ende, difícil de rastrear.

Sin embargo, es gracias a hallazgos como esa hacha, investigada por la arqueóloga Florencia Müller en Huapalcalco, que podemos vislumbrar el horizonte prehistórico sobre el cual se construyó la actual civilización tulancinguense.

También contamos con las pinturas rupestres de este mismo sitio, prueba que nos habla de que Tulancingo fue habitada por grupos de cavernícolas quizás nómadas que poblaron las zonas céntricas y luego el sur del actual territorio nacional, siguiendo el recorrido de los homínidos primitivos que llegaron a América por el Estrecho de Bering desde el norte.


Pasado mesoamericano: Tulancingo como capital social y comercial de una antigua civilización

Ya en tiempos de nuestra era, varios autores señalan que Tulancingo fue propiamente fundado por el imperio tolteca en pleno apogeo, hecho que ocurrió “apenas” en el 645 D.C, horizonte epiclásico mesoamericano.

Está comprobado que Huapalcalco fue uno de los principales centros ceremoniales para ellos, quienes después asentaron su capital en Tula, de ahí la similitud con los nombres de ambos municipios: tolteca viene del náhuatl “morador del lugar de los tules”.

Aunque no hay estudios tan profundos como los de la presencia tolteca, hay algunas señales de que antes de ellos pasaron por aquí los teotihuacanos, de los que poco se sabe a pesar de su extensa popularidad.

Ellos habrían retomado influencia de los antiguos tulancinguenses que después imprimieron en Teotihuacan, según indagó la distinguida Florencia; de acuerdo con sus hallazgos, sendos rasgos se notan también en Huapalcalco:

“Entre los escombros se encontraron varios fragmentos de pintura al fresco seco (...) este tipo de pintura es más antiguo que todo lo que se ha encontrado en Teotihuacán, siendo que su estilo es el típico de las pinturas de esa zona”, señala. Es decir, Huapalcalco podría ser, incluso, un tipo de “antesala” al horizonte teotihuacano que sigue manteniéndose como un misterio en muchos ámbitos.

“Pero esto no es todo, pues hay ciertos elementos decorativos, como el uso de entrelaces que se encuentran en los dos sitios, que nos señalan el fuerte contacto que Huapalcalco y Teotihuacán tuvieron con las culturas de Veracruz, especialmente con la región de El Tajín (...) indica que estas relaciones persistieron a través del Clásico Superior y el Postclásico, pudiéndose considerar que el horizonte Clásico de Huapalcalco duró desde el siglo II al VIII”, precisa Müller.

Müller incluso sostiene la hipótesis de que Tulancingo habría fungido como un fuerte centro comercial y de comunicaciones en la época cumbre de los teotihuacanos. Tras sus investigaciones en Huapalcalco, logró hilar la relevancia del Valle de Tulancingo con la prehistoria mesoamericana e incluso propuso el papel que jugó la región de nuestro valle en años antes de Cristo, explicando cómo Tulancingo fue el origen de cuatro vías comerciales y sociales que se conectaban con otros sitios a lo largo del país:

● Tulancingo-Apan-Teotihuacán-Valle de México

● el Tulancingo-Huachinango-Tajín, yendo a terminar a Tabasco y Campeche

● el de Tulancingo-Metztitlán-Pánuco, Tampico o la Huasteca

● finalmente la ruta Tulancingo-Pachuca-Tepeji del Río-Tula.

Aunque evidentemente no se conoce el nombre de la civilización a la cual habría respondido tal magno desarrollo, es probable que sea Teotihuacán.

Caída de los Toltecas y llegada de los grandes reinos

El poderío tolteca dominó la región tulancinguense por cientos de años, así como las del Valle del Mezquital. Sin embargo, Huapalcalco fue abandonado en los albores del siglo XII, cuando Tollan sucumbió ante la guerra que sostuvieron contra los Otomíes, imperio que ocupó entonces los territorios. Ellos prácticamente son quienes más han durado activos, pues hasta el día de hoy se mantienen como las sociedades indígenas de mayor presencia en la región.

Municipios como Acaxochitlán o como la localidad indígena de Tulancingo, Santa Ana Hueytlalpan, conservan la forma de vestir, festividades, ritos y uno de los rasgos más importantes que declaran como viva a una civilización: el lenguaje.

Según el INEGI, hasta 2020, había en Hidalgo 120 mil 492 hablantes de otomí. Por tal motivo no podemos aseverar que la influencia otomí haya terminado con la entrada de chichimecas y luego en el siglo XIII, cuando llegaron los acolhuas para dominar por otros tres siglos.

Estos últimos pertenecían al Señorío de Alcohuacan, cuya capital era Texcoco y por ende su relevancia fue magna en los años previos a la llegada de los españoles; además, en esos momentos, Texcoco ejercía el poder bajo la influencia del Gran Imperio Mexica, en manos del Rey de Tenochtitlan. De hecho, fueron los mexicas (también llamados aztecas), quienes hicieron una división y regularización del territorio tulancinguense.


La Conquista: Tulancingo como tierra de “retiro” para españoles

Para bien o para mal, los habitantes de Tulancingo se unieron al Ejército de Cortés durante la Conquista de Tenochtitlan, hecho que generó sin lugar a dudas simpatías con los europeos y por lo cual se explicaría después el gusto que adquirieron por estas tierras. Delegadas para Francisco Terrazas y Fernando de Ávila, los recién llegados le apodaron “Retiro de Antiguos Conquistadores”, fundando así una de las ciudades donde se mudaron amplia cantidad de españoles que después partieron para sitios aledaños, para construir haciendas y minas que forjarían la identidad de nuestro estado.

Pero uno de los más grandes rasgos de identidad comenzó a cocinarse en 1524: en aquel año, llegaron a la Nueva España los franciscanos, quienes tan solo tres años después se instalaron en Tulancingo y arrancaron con diligencias de evangelización que eventualmente detonarían en la construcción de la Catedral Metropolitana, ícono de la ciudad y sede de la Arquidiócesis, brazo del catolicismo que hasta nuestros días se mantiene como uno de los de mayor fuerza y número de fieles a nivel nacional.

Fruto del conocimiento ancestral así como de costumbres indígenas que se mantienen hasta nuestros días, el asentamiento humano de Tulancingo es indudablemente uno de los más antiguos de la República Mexicana. A lo largo de su historia, se han encontrado vestigios que hablan de la existencia de personas desde hace al menos 12 o 14 mil años, tiempo antes de Cristo y por ende, difícil de rastrear.

Sin embargo, es gracias a hallazgos como esa hacha, investigada por la arqueóloga Florencia Müller en Huapalcalco, que podemos vislumbrar el horizonte prehistórico sobre el cual se construyó la actual civilización tulancinguense.

También contamos con las pinturas rupestres de este mismo sitio, prueba que nos habla de que Tulancingo fue habitada por grupos de cavernícolas quizás nómadas que poblaron las zonas céntricas y luego el sur del actual territorio nacional, siguiendo el recorrido de los homínidos primitivos que llegaron a América por el Estrecho de Bering desde el norte.


Pasado mesoamericano: Tulancingo como capital social y comercial de una antigua civilización

Ya en tiempos de nuestra era, varios autores señalan que Tulancingo fue propiamente fundado por el imperio tolteca en pleno apogeo, hecho que ocurrió “apenas” en el 645 D.C, horizonte epiclásico mesoamericano.

Está comprobado que Huapalcalco fue uno de los principales centros ceremoniales para ellos, quienes después asentaron su capital en Tula, de ahí la similitud con los nombres de ambos municipios: tolteca viene del náhuatl “morador del lugar de los tules”.

Aunque no hay estudios tan profundos como los de la presencia tolteca, hay algunas señales de que antes de ellos pasaron por aquí los teotihuacanos, de los que poco se sabe a pesar de su extensa popularidad.

Ellos habrían retomado influencia de los antiguos tulancinguenses que después imprimieron en Teotihuacan, según indagó la distinguida Florencia; de acuerdo con sus hallazgos, sendos rasgos se notan también en Huapalcalco:

“Entre los escombros se encontraron varios fragmentos de pintura al fresco seco (...) este tipo de pintura es más antiguo que todo lo que se ha encontrado en Teotihuacán, siendo que su estilo es el típico de las pinturas de esa zona”, señala. Es decir, Huapalcalco podría ser, incluso, un tipo de “antesala” al horizonte teotihuacano que sigue manteniéndose como un misterio en muchos ámbitos.

“Pero esto no es todo, pues hay ciertos elementos decorativos, como el uso de entrelaces que se encuentran en los dos sitios, que nos señalan el fuerte contacto que Huapalcalco y Teotihuacán tuvieron con las culturas de Veracruz, especialmente con la región de El Tajín (...) indica que estas relaciones persistieron a través del Clásico Superior y el Postclásico, pudiéndose considerar que el horizonte Clásico de Huapalcalco duró desde el siglo II al VIII”, precisa Müller.

Müller incluso sostiene la hipótesis de que Tulancingo habría fungido como un fuerte centro comercial y de comunicaciones en la época cumbre de los teotihuacanos. Tras sus investigaciones en Huapalcalco, logró hilar la relevancia del Valle de Tulancingo con la prehistoria mesoamericana e incluso propuso el papel que jugó la región de nuestro valle en años antes de Cristo, explicando cómo Tulancingo fue el origen de cuatro vías comerciales y sociales que se conectaban con otros sitios a lo largo del país:

● Tulancingo-Apan-Teotihuacán-Valle de México

● el Tulancingo-Huachinango-Tajín, yendo a terminar a Tabasco y Campeche

● el de Tulancingo-Metztitlán-Pánuco, Tampico o la Huasteca

● finalmente la ruta Tulancingo-Pachuca-Tepeji del Río-Tula.

Aunque evidentemente no se conoce el nombre de la civilización a la cual habría respondido tal magno desarrollo, es probable que sea Teotihuacán.

Caída de los Toltecas y llegada de los grandes reinos

El poderío tolteca dominó la región tulancinguense por cientos de años, así como las del Valle del Mezquital. Sin embargo, Huapalcalco fue abandonado en los albores del siglo XII, cuando Tollan sucumbió ante la guerra que sostuvieron contra los Otomíes, imperio que ocupó entonces los territorios. Ellos prácticamente son quienes más han durado activos, pues hasta el día de hoy se mantienen como las sociedades indígenas de mayor presencia en la región.

Municipios como Acaxochitlán o como la localidad indígena de Tulancingo, Santa Ana Hueytlalpan, conservan la forma de vestir, festividades, ritos y uno de los rasgos más importantes que declaran como viva a una civilización: el lenguaje.

Según el INEGI, hasta 2020, había en Hidalgo 120 mil 492 hablantes de otomí. Por tal motivo no podemos aseverar que la influencia otomí haya terminado con la entrada de chichimecas y luego en el siglo XIII, cuando llegaron los acolhuas para dominar por otros tres siglos.

Estos últimos pertenecían al Señorío de Alcohuacan, cuya capital era Texcoco y por ende su relevancia fue magna en los años previos a la llegada de los españoles; además, en esos momentos, Texcoco ejercía el poder bajo la influencia del Gran Imperio Mexica, en manos del Rey de Tenochtitlan. De hecho, fueron los mexicas (también llamados aztecas), quienes hicieron una división y regularización del territorio tulancinguense.


La Conquista: Tulancingo como tierra de “retiro” para españoles

Para bien o para mal, los habitantes de Tulancingo se unieron al Ejército de Cortés durante la Conquista de Tenochtitlan, hecho que generó sin lugar a dudas simpatías con los europeos y por lo cual se explicaría después el gusto que adquirieron por estas tierras. Delegadas para Francisco Terrazas y Fernando de Ávila, los recién llegados le apodaron “Retiro de Antiguos Conquistadores”, fundando así una de las ciudades donde se mudaron amplia cantidad de españoles que después partieron para sitios aledaños, para construir haciendas y minas que forjarían la identidad de nuestro estado.

Pero uno de los más grandes rasgos de identidad comenzó a cocinarse en 1524: en aquel año, llegaron a la Nueva España los franciscanos, quienes tan solo tres años después se instalaron en Tulancingo y arrancaron con diligencias de evangelización que eventualmente detonarían en la construcción de la Catedral Metropolitana, ícono de la ciudad y sede de la Arquidiócesis, brazo del catolicismo que hasta nuestros días se mantiene como uno de los de mayor fuerza y número de fieles a nivel nacional.

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