/ lunes 28 de agosto de 2023

Entre impuestos y revisiones de salud: así fue la prostitución en Tulancingo 

De acuerdo con documentos históricos del municipio, había al menos tres zonas de tolerancia en el centro de la ciudad y hasta existió un registro de trabajadoras sexuales por regiones. 

Así como la gran mayoría de civilizaciones a lo largo de la historia, la prostitución en México y específicamente en Tulancingo tiene un pasado peculiar y contrario a las creencias, legalmente aceptado. En la región, su momento de mayor apogeo ocurrió durante el siglo XX, así dan fe documentos que señalan cuáles fueron las zonas de tolerancia (al menos tres en el centro de la ciudad), qué requisitos pedía el gobierno a las mujeres para ejercer dicha labor e incluso cuántas féminas y de qué edades conformaban el gremio tulancinguense.

Pese a que es una ocupación que desde siempre ha sido estigmatizada por la sociedad, la religión, así como entre las industrias culturales gracias a la literatura, cine, televisión e incluso música, lo innegable es que la prostitución es una labor cuya antigüedad podría extenderse a los albores de la civilización. Tan es así, que no se sabe con certeza cuándo empezó a ejercerse, pues hay registros que señalan vestigios que datan del 2400 a.C. en ciertas civilizaciones de Medio Oriente.

Para México, hay antecedentes del oficio en el pasado mexica de los pueblos originarios de nuestra nación, pues concebían como una labor digna la de las "Ahuianime", que significa "las que están alegres". Estas mujeres además de destacar entre las demás por sus ricos aromas con los que cubrían su cuerpo estilizado con decenas de tatuajes y sus ojos con delineados exóticos, se encargaban de ofrecer experiencias sexuales a los habitantes de Tenochtitlan así como a los individuos dispuestos a sacrificio. Era fácil reconocerlas, pues andaban por las calles sonriendo y coqueteando mientras mascaban resina de árbol, la cual llamaban tzictli (abuelo de la actual goma de mascar).

También existía otro término para las prostitutas militares, "maqui", quienes acompañaban a los ejércitos mexicas para ser sus compañeras sexuales mientras estaban en campaña pero también se encargaban de que los soldados no violaran a las mujeres de las poblaciones a conquistar. Otra de sus funciones era distraer a los ejércitos enemigos enseñándoles sus glúteos previo a los combates. A la llegada de los españoles, bastaron unos años para que abrieran el primer burdel oficial de la Nueva España, que según algunos autores, data de 1538.

Los siglos pasaron y así como se extendieron enfermedades y creencias entre los pueblos libres del Nuevo Continente, también mecanismos de administración pública y sanitaria. En este rubro es que entra parte de la historia de la prostitución en Tulancingo. Para contarnos al respecto platicamos con Lorenia Lira, cronista municipal de esta ciudad, quien relató que la prostitución era vista a finales del siglo XIX como "un mal necesario":

"En el siglo XIX no se castigaba, de hecho se reglamentó, lo que se castigaba era ejercerla clandestinamente. Es una visión liberal, burguesa y hasta victoriana de la época, en la que se veía como un mal necesario. En el país el primer reglamento sobre el tema se hizo durante la intervención francesa de 1865", cuenta.

Fue 55 años después de tal intervención que en Tulancingo, en diciembre de 1920, se autorizó un reglamento especial de la prostitución que entró en vigencia en 1921, avalado a través de un decreto por la Asamblea Municipal. Pese a que este es el primer documento que regula el oficio en la ciudad, existen en el Archivo Municipal algunos padrones de mujeres prostitutas registradas desde 1893, las cuales pagaban una cuota y además debían acudir a revisión en el hospital general.

"De acuerdo con dichos padrones, en 1894 había 59 mujeres inscritas para ejercer tal oficio y las casas reglamentadas (estaban) en la calle de Churubusco. La revisión sanitaria era por semana y gratuita (...) Las casas donde se toleraba debían estar fuera del perímetro comprendido entre las calles de Mina y Bravo y de Echávarri a la Calzada 5 de mayo", precisó Lira.

En esa época, el gobierno de Tulancingo les permitía separarse del oficio si así lo deseaban, sin embargo, debían pagar una fianza y llevar además un fiador que garantizara que ella no volvería a ejercer la prostitución. Y es que en caso de volver al ruedo, el fiador debía cubrir una multa de 25 pesos.

Entrado el siglo XX y según sus investigaciones, los burdeles no debían mostrar señales exteriores y debían tener cristales opacos con cortinas, para evitar que se viera al interior. La mitad de las mujeres inscritas en los padrones decían ser de Tulancingo y eran mujeres desde los 18 y hasta los 50 años de edad.

La administración local les impuso también obligaciones: tener su libreta de pagos y revisión sanitaria actualizada, así como sus refrendos, la cual debían presentar ante policías o visitantes cada que estos la solicitaran; portarse y vestirse "con decencia", así como abstenerse de pasearse por las calles y hacer escándalos.

No tenían permitido interpelar ni saludar en la calle a los hombres para incitarlos a la prostitución, ya sea con palabras o gestos; y no podían ejercer fuera de las casas de tolerancia, que según se sabe, en la década de los 50 se ubicaban en la calle de Corregidora. De hecho, una de ellas era la famosa Casa Nacha, llamada así en honor a la señora Ignacia, su dueña, quien hasta el día de hoy aún se conserva en la memoria colectiva de Tulancingo como un personaje de la cosmovisión local.

En el Archivo Histórico de Tulancingo existen 26 expedientes sobre la prostitución, los cuales van desde finales del siglo XIX hasta 1983. Además del mencionado reglamento, hay listas que detallan información sobre las mujeres que la ejercían, documentos que dan fe de su origen, características físicas y sobre todo, su salud.

"No hay nada que dé seguimiento de la salud de los hombres que acudían a las casas de asignación", precisó la cronista.

Según el censo de 1970, mismo que puede consultarse en la sede del Archivo local, 12 prostitutas eran originarias de Veracruz; seis del Distrito Federal, cinco de otras partes de Hidalgo, cuatro de Guerrero, tres de Michoacán, dos de Jalisco y una de Tulancingo, Chiapas, Sinaloa, Morelos y Querétaro.

Ese censo también registró en qué zonas de tolerancia desempeñaban su labor: había 20 mujeres en la casa de Corregidora 303; en Vista Hermosa eran 10, mientras que en la calle de Ocampo Sur 209 eran seis mujeres en total. Dichos registros arrojan que la prostitución de mujeres menores de edad era al menos tolerada por las autoridades, pues había nueve jóvenes de entre 15 y 18 años; además de 28 que eran de 19 a 29 años. Había ocho más que eran mayores de 30 años pero no llegaban a los 40, edad a partir de la cual ya no hay registros oficiales.

En la actualidad, este oficio sigue permitiéndose en el municipio y aunque ha habido arrestos y redadas en contra de casas de tolerancia "clandestinas", en octubre de 2022 la Dirección de Reglamentos tulancinguense declaró en entrevista que según el último censo, existen 40 trabajadoras sexuales que laboran en espacios autorizados. Sin embargo, para efectos burocráticos, se les cataloga con la etiqueta de "acompañantes".


Así como la gran mayoría de civilizaciones a lo largo de la historia, la prostitución en México y específicamente en Tulancingo tiene un pasado peculiar y contrario a las creencias, legalmente aceptado. En la región, su momento de mayor apogeo ocurrió durante el siglo XX, así dan fe documentos que señalan cuáles fueron las zonas de tolerancia (al menos tres en el centro de la ciudad), qué requisitos pedía el gobierno a las mujeres para ejercer dicha labor e incluso cuántas féminas y de qué edades conformaban el gremio tulancinguense.

Pese a que es una ocupación que desde siempre ha sido estigmatizada por la sociedad, la religión, así como entre las industrias culturales gracias a la literatura, cine, televisión e incluso música, lo innegable es que la prostitución es una labor cuya antigüedad podría extenderse a los albores de la civilización. Tan es así, que no se sabe con certeza cuándo empezó a ejercerse, pues hay registros que señalan vestigios que datan del 2400 a.C. en ciertas civilizaciones de Medio Oriente.

Para México, hay antecedentes del oficio en el pasado mexica de los pueblos originarios de nuestra nación, pues concebían como una labor digna la de las "Ahuianime", que significa "las que están alegres". Estas mujeres además de destacar entre las demás por sus ricos aromas con los que cubrían su cuerpo estilizado con decenas de tatuajes y sus ojos con delineados exóticos, se encargaban de ofrecer experiencias sexuales a los habitantes de Tenochtitlan así como a los individuos dispuestos a sacrificio. Era fácil reconocerlas, pues andaban por las calles sonriendo y coqueteando mientras mascaban resina de árbol, la cual llamaban tzictli (abuelo de la actual goma de mascar).

También existía otro término para las prostitutas militares, "maqui", quienes acompañaban a los ejércitos mexicas para ser sus compañeras sexuales mientras estaban en campaña pero también se encargaban de que los soldados no violaran a las mujeres de las poblaciones a conquistar. Otra de sus funciones era distraer a los ejércitos enemigos enseñándoles sus glúteos previo a los combates. A la llegada de los españoles, bastaron unos años para que abrieran el primer burdel oficial de la Nueva España, que según algunos autores, data de 1538.

Los siglos pasaron y así como se extendieron enfermedades y creencias entre los pueblos libres del Nuevo Continente, también mecanismos de administración pública y sanitaria. En este rubro es que entra parte de la historia de la prostitución en Tulancingo. Para contarnos al respecto platicamos con Lorenia Lira, cronista municipal de esta ciudad, quien relató que la prostitución era vista a finales del siglo XIX como "un mal necesario":

"En el siglo XIX no se castigaba, de hecho se reglamentó, lo que se castigaba era ejercerla clandestinamente. Es una visión liberal, burguesa y hasta victoriana de la época, en la que se veía como un mal necesario. En el país el primer reglamento sobre el tema se hizo durante la intervención francesa de 1865", cuenta.

Fue 55 años después de tal intervención que en Tulancingo, en diciembre de 1920, se autorizó un reglamento especial de la prostitución que entró en vigencia en 1921, avalado a través de un decreto por la Asamblea Municipal. Pese a que este es el primer documento que regula el oficio en la ciudad, existen en el Archivo Municipal algunos padrones de mujeres prostitutas registradas desde 1893, las cuales pagaban una cuota y además debían acudir a revisión en el hospital general.

"De acuerdo con dichos padrones, en 1894 había 59 mujeres inscritas para ejercer tal oficio y las casas reglamentadas (estaban) en la calle de Churubusco. La revisión sanitaria era por semana y gratuita (...) Las casas donde se toleraba debían estar fuera del perímetro comprendido entre las calles de Mina y Bravo y de Echávarri a la Calzada 5 de mayo", precisó Lira.

En esa época, el gobierno de Tulancingo les permitía separarse del oficio si así lo deseaban, sin embargo, debían pagar una fianza y llevar además un fiador que garantizara que ella no volvería a ejercer la prostitución. Y es que en caso de volver al ruedo, el fiador debía cubrir una multa de 25 pesos.

Entrado el siglo XX y según sus investigaciones, los burdeles no debían mostrar señales exteriores y debían tener cristales opacos con cortinas, para evitar que se viera al interior. La mitad de las mujeres inscritas en los padrones decían ser de Tulancingo y eran mujeres desde los 18 y hasta los 50 años de edad.

La administración local les impuso también obligaciones: tener su libreta de pagos y revisión sanitaria actualizada, así como sus refrendos, la cual debían presentar ante policías o visitantes cada que estos la solicitaran; portarse y vestirse "con decencia", así como abstenerse de pasearse por las calles y hacer escándalos.

No tenían permitido interpelar ni saludar en la calle a los hombres para incitarlos a la prostitución, ya sea con palabras o gestos; y no podían ejercer fuera de las casas de tolerancia, que según se sabe, en la década de los 50 se ubicaban en la calle de Corregidora. De hecho, una de ellas era la famosa Casa Nacha, llamada así en honor a la señora Ignacia, su dueña, quien hasta el día de hoy aún se conserva en la memoria colectiva de Tulancingo como un personaje de la cosmovisión local.

En el Archivo Histórico de Tulancingo existen 26 expedientes sobre la prostitución, los cuales van desde finales del siglo XIX hasta 1983. Además del mencionado reglamento, hay listas que detallan información sobre las mujeres que la ejercían, documentos que dan fe de su origen, características físicas y sobre todo, su salud.

"No hay nada que dé seguimiento de la salud de los hombres que acudían a las casas de asignación", precisó la cronista.

Según el censo de 1970, mismo que puede consultarse en la sede del Archivo local, 12 prostitutas eran originarias de Veracruz; seis del Distrito Federal, cinco de otras partes de Hidalgo, cuatro de Guerrero, tres de Michoacán, dos de Jalisco y una de Tulancingo, Chiapas, Sinaloa, Morelos y Querétaro.

Ese censo también registró en qué zonas de tolerancia desempeñaban su labor: había 20 mujeres en la casa de Corregidora 303; en Vista Hermosa eran 10, mientras que en la calle de Ocampo Sur 209 eran seis mujeres en total. Dichos registros arrojan que la prostitución de mujeres menores de edad era al menos tolerada por las autoridades, pues había nueve jóvenes de entre 15 y 18 años; además de 28 que eran de 19 a 29 años. Había ocho más que eran mayores de 30 años pero no llegaban a los 40, edad a partir de la cual ya no hay registros oficiales.

En la actualidad, este oficio sigue permitiéndose en el municipio y aunque ha habido arrestos y redadas en contra de casas de tolerancia "clandestinas", en octubre de 2022 la Dirección de Reglamentos tulancinguense declaró en entrevista que según el último censo, existen 40 trabajadoras sexuales que laboran en espacios autorizados. Sin embargo, para efectos burocráticos, se les cataloga con la etiqueta de "acompañantes".


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