Las costumbres indígenas que se resisten a desaparecer en Acaxochitlán son diversas. En el pasado ya hemos referido a varias de ellas, las cuales se manifiestan en la gran mayoría de localidades indígenas. De hecho, en pocos días se vivirá una de las más importantes del año, la del equinoccio, momento del año en que con un ritual se hace un pedimento por la fertilidad de las tierras para la siembra anual. Pero hay otra que persiste como una de las más ancestrales, heredada por los antiguos mexicanos y que hasta nuestros días goza de amplia popularidad gracias a los beneficios que aporta al cuerpo: el temazcal.
Es en la boscosa comunidad de San Fernando, localidad indígena del Pueblo Mágico, donde un grupo de entusiastas nahuas mantienen esta costumbre. Ellas se enfocan en celebrar el ritual del temazcal apegados a la tradición, por lo que puede acompañarse de un canto, de la típica danza de los xochimapales o hasta de la ingesta de tés y bebidas ancestrales, como la chocolatzintli.
“El temazcalli (del náhuatl: tema, “vapor”, y calli, “casa”) puede definirse como “casa de baño de vapor” (...) de acuerdo con cronistas del siglo XVI como Sahagún, Durán y Clavijero, la función del temazcal era variada: higiénica, de tratamiento postparto, religiosa y terapéutica. Esta última servía para curar enfermedades relacionadas con el concepto frío-calor”, según expone el portal de historia y antropología Arqueología Mexicana.
En Acaxochitlán, uno de los temazcales más conocidos es el de “sanación de útero”, ritual con el que se busca la curación de la mujer desde precisamente dicha parte del cuerpo. María de la Cruz González, vigía del Patrimonio Cultural del municipio, cuenta que “es meramente curativo. Tanto físico como espiritualmente. En la sanación del útero, se cree que sana nuestra feminidad, se supone que se relaciona con nuestros sentimientos porque se piensa que de ahí nacen los sentimientos, pero también las enfermedades”.
Casi en todos lados se realiza de la misma manera. En un espacio de dos a cuatro metros de diámetro, una choza que es muy parecida a un iglú, se colocan al centro y sobre un hoyo, varias rocas incandescentes, que previamente se calentaron sobre leña ardiendo. Luego se vierten infusiones de diferentes hierbas, todas ellas para aliviar distintos males. La experiencia para quienes nunca han experimentado un temazcal, puede ser sofocante, pues los vapores penetran por todos los poros del cuerpo. Sin embargo, la sensación de alivio y relajación luego de que termina, es indescriptible.
“El temazcal representa la tierra, la diosa que nos sustenta y nos da la vida; cuando la persona se introduce en él, se dice que está entrando en el vientre de la madre tierra y por esto tiene forma de “domo” con pequeñas dimensiones representando el vientre materno”, indica la investigadora Julia Catalán, en su artículo explicativo sobre esta tradición.