/ sábado 20 de octubre de 2018

Para Joel Flores, el patriarcado existe

El autor de Nunca más su nombre, su novela personal, dice que en cuestión de interpretación narrativa, el lector tiene la última palabra

Es un escritor joven, emocional y franco. En sus cuentos y narraciones logra dividir la ficción con la realidad y sus escritos sumergen al lector en un sentimiento de empatía y sentido de identidad. Su estilo incluye una prosa poética bellamente pensada, analizada y plasmada. Es sencillo percibir los anhelos y las añoranzas que sus personajes viven y piensan, como si en el fondo, quien lee estuviera leyendo el diario de un familiar, de un amigo o el de uno mismo.

Zacatecano y residente tijuanense, Joel Flores nació en 1984 y ha vivido tanto en México como en España. Es autor del libro Nunca más su nombre (Ediciones Era, 2017), su primera novela, y de los libros de cuentos El amor nos dio cocodrilos, Rojo semidesierto (2012) y Los maridos de mi madre (Paraíso Perdido) que será presentado a finales de este año en la XXXII Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

Vemos en la portada de Nunca más su nombre la palabra “novela”. ¿De cuánta ficción está cargada este libro y qué tanto hay de alter ego en el personaje que narra la historia?

Mucho. No puedo hablar de porcentajes porque puedo falsear la escritura y los hechos que manejé, pero de eso hay muchísimo. Es una pregunta que me suelen decir; ‘¿es autobiografía o autoficción?’; les digo que es una novela muy personal pero que al final de cuentas la personalidad y la realidad terminan trastocadas por la ficción. Uno siempre parte de detalles reales para que la prosa y la historia fluya natural. Para que cause empatia con el lector. Que en determinada forma no se quede impostada la voz narrativa. Podemos decir que Joel Flores de la novela es el alter ego del escritor Joel Flores en la realidad. Cuando escribí la novela tenía 29 años y veía las cosas de cierta forma. Veía también el conflicto familiar que vivi y el tránsito de Zacatecas a Tijuana con una mirada distinta a como lo veo ahora.

¿Algún reto emocional al momento de

escribirla?

En realidad no. Tengo muy en cuenta que cuando empiezas a trabajar con la emoción, la honestidad y la catarsis, la novela empieza a pisar terrenos profesional de técnica y de planeación. Mi literatura debe ser muy descarnada, debe trastocar la visión del otro y tocar el corazón de las personas. En cierto momento uno se desdobla y no llora frente al monitor ni frente a la computadora. Hay gente que me ha dicho que soy muy desalmado en mi narrativa y a mí me gusta porque creo que la literatura debe provocar algo.

Vivimos en 2018, ¿sigue persistiendo la figura del patriarca en México?

Lo tenemos acendrado desde que nacemos. Piensa cómo es nuestro sistema de gobierno. Aunque nos dicen que no es autoritario no hay consulta ciudadana y nos regañan. Como el padre que no arregla la casa; es su deber que la casa salga adelante como jefe de familia y en lugar de sacarla adelante termina castigando a los hijos. Así es nuestro mismo sistema de gobierno. Hay un falocentrismo tremendo.

En el nivel doméstico, sobretodo en el centro y sur del país, si alguien crece en un familia donde hay una hija y un hijo, el varón está destinado a salir trabajar porque el hombre en México es el proveedor. La hija está destinada a lavar y planchar la ropa ver si acaso puede estudiar. O sea sí estudian, pero son las famosas “MMC” (mientras me caso)".

Es un escritor joven, emocional y franco. En sus cuentos y narraciones logra dividir la ficción con la realidad y sus escritos sumergen al lector en un sentimiento de empatía y sentido de identidad. Su estilo incluye una prosa poética bellamente pensada, analizada y plasmada. Es sencillo percibir los anhelos y las añoranzas que sus personajes viven y piensan, como si en el fondo, quien lee estuviera leyendo el diario de un familiar, de un amigo o el de uno mismo.

Zacatecano y residente tijuanense, Joel Flores nació en 1984 y ha vivido tanto en México como en España. Es autor del libro Nunca más su nombre (Ediciones Era, 2017), su primera novela, y de los libros de cuentos El amor nos dio cocodrilos, Rojo semidesierto (2012) y Los maridos de mi madre (Paraíso Perdido) que será presentado a finales de este año en la XXXII Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

Vemos en la portada de Nunca más su nombre la palabra “novela”. ¿De cuánta ficción está cargada este libro y qué tanto hay de alter ego en el personaje que narra la historia?

Mucho. No puedo hablar de porcentajes porque puedo falsear la escritura y los hechos que manejé, pero de eso hay muchísimo. Es una pregunta que me suelen decir; ‘¿es autobiografía o autoficción?’; les digo que es una novela muy personal pero que al final de cuentas la personalidad y la realidad terminan trastocadas por la ficción. Uno siempre parte de detalles reales para que la prosa y la historia fluya natural. Para que cause empatia con el lector. Que en determinada forma no se quede impostada la voz narrativa. Podemos decir que Joel Flores de la novela es el alter ego del escritor Joel Flores en la realidad. Cuando escribí la novela tenía 29 años y veía las cosas de cierta forma. Veía también el conflicto familiar que vivi y el tránsito de Zacatecas a Tijuana con una mirada distinta a como lo veo ahora.

¿Algún reto emocional al momento de

escribirla?

En realidad no. Tengo muy en cuenta que cuando empiezas a trabajar con la emoción, la honestidad y la catarsis, la novela empieza a pisar terrenos profesional de técnica y de planeación. Mi literatura debe ser muy descarnada, debe trastocar la visión del otro y tocar el corazón de las personas. En cierto momento uno se desdobla y no llora frente al monitor ni frente a la computadora. Hay gente que me ha dicho que soy muy desalmado en mi narrativa y a mí me gusta porque creo que la literatura debe provocar algo.

Vivimos en 2018, ¿sigue persistiendo la figura del patriarca en México?

Lo tenemos acendrado desde que nacemos. Piensa cómo es nuestro sistema de gobierno. Aunque nos dicen que no es autoritario no hay consulta ciudadana y nos regañan. Como el padre que no arregla la casa; es su deber que la casa salga adelante como jefe de familia y en lugar de sacarla adelante termina castigando a los hijos. Así es nuestro mismo sistema de gobierno. Hay un falocentrismo tremendo.

En el nivel doméstico, sobretodo en el centro y sur del país, si alguien crece en un familia donde hay una hija y un hijo, el varón está destinado a salir trabajar porque el hombre en México es el proveedor. La hija está destinada a lavar y planchar la ropa ver si acaso puede estudiar. O sea sí estudian, pero son las famosas “MMC” (mientras me caso)".

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