Mañana, como cada 15 de febrero desde hace varios años, se conmemorará el Día Internacional del Cáncer Infantil cuya iniciativa de la Organización Mundial de la Salud surge atendiendo a las cifras disparadas de niñas, niños y adolescentes que han sufrido de cáncer infantil y que se ha posicionado como una de las principales causas de muerte en ese sector de la población mundial. Desde el momento que se reflexionó sobre esta efeméride se lanzó junto con la Iniciativa Mundial contra el Cáncer Infantil cuyo objetivo para 2030 es lograr el 60 por ciento de sobrevivencia de esta enfermedad que, en muchos de los casos la mortandad es ocasionada por un diagnóstico tardío, vinculado a países pobres que no cuentan con un sistema de salud que permita la detección oportuna.
Buena parte del trabajo que hemos venido realizando en el Senado de la República tiene que ver con una concientización respecto a una de las enfermedades más complejas que ha tenido que atender la humanidad desde mediados del siglo pasado y que se ha convertido en un flagelo que estamos cerca de erradicar gracias a la ciencia pero que en ese tramo de avance del conocimiento médico debe atenderse en el día a día.
Pero esa reflexión, pensada sobre todo en la población infantil, al tiempo tuvo que pasar a la acción, ya que no sólo con saber la existencia del problema es suficiente, sino que, como servidores y servidoras públicas, debemos pensar en políticas públicas serias, sólidas y suficientes para que las personas no pierdan la vida por falta de diagnóstico o atención.
De lo anterior surgió la Ley General de Cáncer que presentamos varias legisladoras y legisladores en octubre pasado y que tuve el honor de encabezar. Esa ley es una radiografía completa de atención al flagelo que es el cáncer, haciendo énfasis en el cáncer infantil debido a que es uno de los que mayor nivel de sobrevida tiene respecto de otros sectores poblacionales y del tipo de cáncer que suele aparecer.
Lo verdaderamente relevante de esta propuesta es que no surge de la intención de una sola persona para cambiar el panorama de tratamiento del cáncer en México, sino que es el producto de muchos esfuerzos materializados en foros, seminarios, entrevistas y encuentros que dieron como resultado una ley que es robusta en cuanto a las posibilidades y es rica en cuanto al conocimiento técnico para sustentar la necesidad de una nueva ley que recoja todo lo concerniente a la enfermedad.
El trabajo y análisis de profesionales médicos, defensores de los pacientes, científicos, investigadores, personal industria farmacéutica, fundaciones, organizaciones de la sociedad civil, representantes del sector salud a nivel federal y local, además de senadoras, senadores, diputados y diputadas, dio como resultado a una ley que contempla desde la detección de la enfermedad hasta el momento del tratamiento permanente para evitar el regreso.
Evidentemente son muchos los temas que se recogen en la ley pero lo verdaderamente valioso es saber que la detección del cáncer oportuna nos da muchas más posibilidades de vencerlo y, además, que en el tratamiento de la enfermedad en centro es el paciente, sin embargo, involucra también a las familias que viven el trago amargo de ver a sus familiares en una lucha intensa contra la enfermedad que va mermando capacidades.
Para esos esfuerzos en la ley se establecen hasta medidas financieras que permitan soportar la detección y el tratamiento con insumos suficientes, así como con la creación de una red oncológica y una comisión oncológica que permitan investigar la enfermedad, generar alternativas de tratamiento y de elementos que den una vida digna a pacientes y familiares.
Hoy más que nunca necesitamos un combate serio y frontal a una enfermedad que hemos sabido controlar poco a poco entendiendo que las vidas no esperan curas absolutas ni remedios mágicos, por lo que, mientras que la ciencia avanza debemos echar mano de todo lo posible para devolver la salud al pueblo de México que poco a poco también ha cambiado su cultura del cuidado de la salud.