/ martes 27 de octubre de 2020

La encrucijada

CAJA CUÁNTICA


Nuestro movimiento se encuentra ante una encrucijada, los próximos meses serán decisivos para reconstruir la estructura que permitió en 2018 detonar la transformación y comenzar con la etapa práctica de un plan, un proyecto alternativo de nación que le prometimos a millones de mexicanos y cuya principal premisa es combatir, sin tolerancia a las redes de corrupción enquistadas en el gobierno.

La corrupción es un fenómeno que ha estado presente en la historia de la humanidad siempre. El decreto de Horemheb, cuya antigüedad data del año 1300 a.C. establecía penas, que consistían desde la mutilación de nariz hasta la muerte para evitar que cobradores de impuestos y jueces abusaran de su poder para obtener beneficios. En todo el mundo antiguo se establecieron normas dirigidas a combatir las prácticas de corrupción.

La corrupción es un fenómeno peligroso para las sociedades. Cheryl W. Gray y Daniel Kaufman, en su artículo Corruption and development (1998) concluyeron que el principal obstáculo para el desarrollo de las economías de las naciones menos adelantadas, eran las prácticas de corrupción en sus estructuras de gobierno.

El enquistamiento de este fenómeno en las estructuras sociales puede provocar una simbiosis; mientras dura esta asociación, la corrupción puede sustituir al poder público en el manejo de áreas completas de la administración pública. La disponibilidad para corromperse fue una constante común durante los últimos años en nuestro sistema político. Revertir la simbiosis implica tocar los intereses de quienes han invertido para obtener poder político.

En las tramas de corrupción, los actores intercambian poder económico por poder político durante un momento oportuno, aquel que garantice: impunidad. En la medida en la que los Estados cuenten con sistemas judiciales confiables y políticas criminales sólidas, convertidas en leyes, para combatir las prácticas corruptas, estas serán menos frecuentes.

La materialización de la premisa que desde Morena le prometimos a México pasa necesariamente por las Cámaras del Congreso de la Unión; la transformación se escribe desde los salones del Poder Legislativo, desde donde ya se han presentado y aprobado normas encaminadas a destruir esos momentos de oportunidad que brinda la impunidad para cometer los actos de corrupción que anulan el potencial de nuestro país. Si no profundizamos en esta convicción, el proceso transformador que iniciamos se tambaleará.

Profundizar, es dejar atrás las contiendas internas en nuestro partido, normales en cualquier organización democrática; para avanzar y prepararnos rumbo a las elecciones del próximo año. El fin mayor debe ser consolidar nuestro proyecto de nación, afianzarnos en el Congreso. Y en este momento decisivo, la dirigencia nacional electa necesita nuestro respaldo o las consecuencias podrían ser irremediables. ¿Haremos historia o nos difuminaremos dentro de ella?



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Nuestro movimiento se encuentra ante una encrucijada, los próximos meses serán decisivos para reconstruir la estructura que permitió en 2018 detonar la transformación y comenzar con la etapa práctica de un plan, un proyecto alternativo de nación que le prometimos a millones de mexicanos y cuya principal premisa es combatir, sin tolerancia a las redes de corrupción enquistadas en el gobierno.

La corrupción es un fenómeno que ha estado presente en la historia de la humanidad siempre. El decreto de Horemheb, cuya antigüedad data del año 1300 a.C. establecía penas, que consistían desde la mutilación de nariz hasta la muerte para evitar que cobradores de impuestos y jueces abusaran de su poder para obtener beneficios. En todo el mundo antiguo se establecieron normas dirigidas a combatir las prácticas de corrupción.

La corrupción es un fenómeno peligroso para las sociedades. Cheryl W. Gray y Daniel Kaufman, en su artículo Corruption and development (1998) concluyeron que el principal obstáculo para el desarrollo de las economías de las naciones menos adelantadas, eran las prácticas de corrupción en sus estructuras de gobierno.

El enquistamiento de este fenómeno en las estructuras sociales puede provocar una simbiosis; mientras dura esta asociación, la corrupción puede sustituir al poder público en el manejo de áreas completas de la administración pública. La disponibilidad para corromperse fue una constante común durante los últimos años en nuestro sistema político. Revertir la simbiosis implica tocar los intereses de quienes han invertido para obtener poder político.

En las tramas de corrupción, los actores intercambian poder económico por poder político durante un momento oportuno, aquel que garantice: impunidad. En la medida en la que los Estados cuenten con sistemas judiciales confiables y políticas criminales sólidas, convertidas en leyes, para combatir las prácticas corruptas, estas serán menos frecuentes.

La materialización de la premisa que desde Morena le prometimos a México pasa necesariamente por las Cámaras del Congreso de la Unión; la transformación se escribe desde los salones del Poder Legislativo, desde donde ya se han presentado y aprobado normas encaminadas a destruir esos momentos de oportunidad que brinda la impunidad para cometer los actos de corrupción que anulan el potencial de nuestro país. Si no profundizamos en esta convicción, el proceso transformador que iniciamos se tambaleará.

Profundizar, es dejar atrás las contiendas internas en nuestro partido, normales en cualquier organización democrática; para avanzar y prepararnos rumbo a las elecciones del próximo año. El fin mayor debe ser consolidar nuestro proyecto de nación, afianzarnos en el Congreso. Y en este momento decisivo, la dirigencia nacional electa necesita nuestro respaldo o las consecuencias podrían ser irremediables. ¿Haremos historia o nos difuminaremos dentro de ella?



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