Se acarreó, pero poquito, reconoció más menos el presidente López Obrador con motivo de las elecciones internas de la semana pasada de Morena para la elección de consejeros.
"Desde luego inconformidad. Hay que mejorar cada vez más estos procesos para que no haya violaciones, acarreos, inducción de votos y hubo todavía ese tipo de prácticas, pero en muy pocas casillas, no se generalizó", dijo.
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Reprochó las documentadas combis llenas de personas y el desaseo en ciertas casillas, pero no las condenó.
Ante los eventos del domingo más bien el Presidente se desvió, como suele hacerlo, para reprocharle a la oposición una magnificación mal intencionada de lo ocurrido.
"Cochinero", "mugrero" y hasta "olimpiadas del fraude" le recetaron como adjetivo al proceso morenista algunas plumas y políticos adversos.
El saldo oficial es que de 300 distritos se van a anular cinco por irregularidades en un proceso que convocó a 2.5 millones de mexicanos sin la participación del INE.
No cuadra la imagen con el sonido.
Se le concede al Presidente que la influencia partidista cada vez que hay alguna elección es menor con su partido.
Durante décadas tanto PRI, PAN como PRD hicieron de la pobreza y la necesidad de los mexicanos la base de su potencia electoral. Convirtieron al camión, la torta y el boing en esos símbolos que juntos reflejaban la falta de estatura moral de la política mexicana.
Me queda en la memoria ese extraordinario reportaje del 2011 de EfektoTV en el que le preguntaban a los asistentes de un mitin en el Estado de México del desaparecido Eruviel Ávila si lo conocían, prueba que por supuesto reprobaban. Búsquelo, sigue en YouTube como "Los acarreados de Eruviel Ávila".
Es por eso que esperaría una reacción más severa en un político como el Presidente en torno al acarreo y compra de votos.
A quién, si no es a él, le ha afectado más ese fenómeno como le sucedió en la elección presidencial del 2012, en la que el PRI movilizó toda su fuerza y dinero con tal de asegurarse que Enrique Peña quedara presidente.
Quizá no hubo fraude pero sí una perversión del proceso político. Lo que mal empieza mal acaba, nos enseñó ese triste caso.
Tan sólo esta semana nos llegaron tres noticias de funcionarios de alto nivel relacionados con actos de lesa moral.
El exfiscal de Veracruz, Jorge Winckler, fue vinculado a proceso por secuestro; el exdirector jurídico de la alcaldía Benito Juárez, Luis Vizcaíno, fue detenido por extorsión; así como el excandidato a la gubernatura de Puebla, Javier López, por asesinar a su exesposa Cecilia Monzón.
Si le sumamos a estos eventos todos lo de calibre similar que vemos cada mes y los Duartes, Lozoyas, Líneas 12, Casas Blancas y Estafas Maestras armamos una enciclopedia de la corrupción nacional.
Fallas de carácter en el zoológico político tenemos para echar para arriba.
Precisamente por esto es que es relevante la calidad moral de Morena cuando el Presidente no está metido.
López Obrador pronto se va a retirar y lo que se va a quedar es Morena con el gran poderío que hoy guarda, así como con sus vicios.
Recordemos que el partido aplastó a PAN y PRI en las elecciones a gobernador de junio pasado y gobierna en 20 estados a 69 millones de mexicanos.
Morena en todos sus niveles, y eso incluye al Presidente, debe condenar, cortar de tajo y exponer cualquier brote de corrupción en su interior, así sean "en pocas casillas" o mañas intrínsecas de la política mexicana.
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Toda cosa menor a eso es un fracaso para ellos y este país, que bien sabe las consecuencias de hacerse de la vista gorda ante la corrupción.