/ miércoles 5 de abril de 2023

Renuevan promesas sacerdotes de Arquidiócesis

En la ceremonia a la que asistieron casi 100 párrocos, también se consagró el Santo Crisma y los Santos Óleos que se usarán a lo largo del año

En una ceremonia a la que acudieron cerca de 100 sacerdotes provenientes de diferentes partes de Hidalgo, Puebla y Veracruz, monseñor Domingo Díaz Martínez consagró los santos óleos y el Santo Crisma que ha de usarse para la imposición de sacramentos y unción de los enfermos a lo largo del año. En esta celebración, donde también se contó con la presencia de los estudiantes del Seminario Mayor de Tulancingo, el arzobispo de la Arquidiócesis renovó las promesas sacerdotales a los clérigos.

La celebración arrancó con una procesión que salió desde la capilla de San José, adjunta a la Catedral. Aquí, sacerdotes se saludaron y convivieron por unos minutos, entre risas y abrazos pues según refirieron, muchos de ellos solo se miran una vez al año y en algunos casos hasta fueron compañeros seminaristas. Envueltos entre aplausos y fotografías que les tomaron los feligreses, entraron a la sede de la liturgia y abarrotaron las primeras filas. Afuera, al menos 80 personas se quedaron a escuchar la misa a través de una pantalla que se instaló en el atrio.

Luego del Evangelio, monseñor emitió un mensaje en donde exhortó a presbíteros a convertirse en “profetas para el pueblo de Dios” y promover la búsqueda permanente de bondad, amabilidad, humildad, sabiduría, fe, honestidad, entre otros valores, los cuales consideró “bienes que no se ven, para librarnos de la infidelidad y mantenernos como siervos fieles y prudentes”.

“Las parroquias que menos tienen necesitan la bondad de las que más tienen para liberarnos de la envidia y de la avaricia (...) a Dios no le gusta que maltratemos a sus hijos y nadie tiene permiso de maltratar a los hijos de Dios. No caer en la simulación de que estamos en comunión, necesitamos sabiduría para superar la desobediencia y evitar acumular facturas por pagar. Ser los sacerdotes que el pueblo necesita”, pidió durante la homilía.

Previo a la consagración de aceites, preguntó a los párrocos presentes si querían renovar las promesas que “hicieron el día de su ordenación, ante su obispo y ante el pueblo santo de Dios”. De pie todos, afirmaron querer seguir unidos íntimamente a Jesucristo, cumplir fielmente con el sagrado oficio alejados del deseo de bienes terrenos e impulsados solamente por el bien de “los hermanos”.

En este punto, comenzó el rito para consagrar los aceites que se convirtieron en óleo de los enfermos, de los catecúmenos (los que serán bautizados), y también del Crisma, con el cual se unge a los recién bautizados, los confirmados, las manos de los presbíteros, cabeza de los obispos o los altares de las iglesias cuando se consagran por vez primera. Concluida esta parte de la misa, representantes delegacionales de cada una de las parroquias recibieron un frasco o botella de aceite para llevarla hasta su comunidad.

Por otro lado, Domingo Díaz destacó los principales bienes que “sí se ven” de los cuales dispone la Arquidiócesis de Tulancingo y que se han trabajado en lo que va del año litúrgico, tales como el Año Mariano en honor a Nuestra Señora de los Ángeles; el nuevo monasterio, al cual catalogó como un nuevo espacio de oración para la comunidad sacerdotal; el crecimiento del Seminario, “al cual seguimos queriendo cada día más”; el Plan Diocesano de Pastoral, que está en etapa de revisión.

Mencionó también a las normas que “necesitamos para caminar juntos, unidos y organizados”; la Escuela de Formación Pastoral, “esperanza” para que muchas dimensiones trabajen en las parroquias; el medio informativo Luz de Luz, que “sigue dejando escrita la historia de nuestro caminar”; el Congreso Eucarístico, los jubileos de las 40 horas y las capillas eucarísticas, con las que suman oración con Jesús Sacramentado; las escuelas de la fe en las parroquias, las cuales siguen aumentando y “darán muchos frutos para todos”; y finalmente la Mutual Médica (seguro de gastos médicos para miembros de la Iglesia), mejores carros y mejores curatos (división territorial eclesiástica que está bajo la jurisdicción espiritual de un cura o párroco).


En una ceremonia a la que acudieron cerca de 100 sacerdotes provenientes de diferentes partes de Hidalgo, Puebla y Veracruz, monseñor Domingo Díaz Martínez consagró los santos óleos y el Santo Crisma que ha de usarse para la imposición de sacramentos y unción de los enfermos a lo largo del año. En esta celebración, donde también se contó con la presencia de los estudiantes del Seminario Mayor de Tulancingo, el arzobispo de la Arquidiócesis renovó las promesas sacerdotales a los clérigos.

La celebración arrancó con una procesión que salió desde la capilla de San José, adjunta a la Catedral. Aquí, sacerdotes se saludaron y convivieron por unos minutos, entre risas y abrazos pues según refirieron, muchos de ellos solo se miran una vez al año y en algunos casos hasta fueron compañeros seminaristas. Envueltos entre aplausos y fotografías que les tomaron los feligreses, entraron a la sede de la liturgia y abarrotaron las primeras filas. Afuera, al menos 80 personas se quedaron a escuchar la misa a través de una pantalla que se instaló en el atrio.

Luego del Evangelio, monseñor emitió un mensaje en donde exhortó a presbíteros a convertirse en “profetas para el pueblo de Dios” y promover la búsqueda permanente de bondad, amabilidad, humildad, sabiduría, fe, honestidad, entre otros valores, los cuales consideró “bienes que no se ven, para librarnos de la infidelidad y mantenernos como siervos fieles y prudentes”.

“Las parroquias que menos tienen necesitan la bondad de las que más tienen para liberarnos de la envidia y de la avaricia (...) a Dios no le gusta que maltratemos a sus hijos y nadie tiene permiso de maltratar a los hijos de Dios. No caer en la simulación de que estamos en comunión, necesitamos sabiduría para superar la desobediencia y evitar acumular facturas por pagar. Ser los sacerdotes que el pueblo necesita”, pidió durante la homilía.

Previo a la consagración de aceites, preguntó a los párrocos presentes si querían renovar las promesas que “hicieron el día de su ordenación, ante su obispo y ante el pueblo santo de Dios”. De pie todos, afirmaron querer seguir unidos íntimamente a Jesucristo, cumplir fielmente con el sagrado oficio alejados del deseo de bienes terrenos e impulsados solamente por el bien de “los hermanos”.

En este punto, comenzó el rito para consagrar los aceites que se convirtieron en óleo de los enfermos, de los catecúmenos (los que serán bautizados), y también del Crisma, con el cual se unge a los recién bautizados, los confirmados, las manos de los presbíteros, cabeza de los obispos o los altares de las iglesias cuando se consagran por vez primera. Concluida esta parte de la misa, representantes delegacionales de cada una de las parroquias recibieron un frasco o botella de aceite para llevarla hasta su comunidad.

Por otro lado, Domingo Díaz destacó los principales bienes que “sí se ven” de los cuales dispone la Arquidiócesis de Tulancingo y que se han trabajado en lo que va del año litúrgico, tales como el Año Mariano en honor a Nuestra Señora de los Ángeles; el nuevo monasterio, al cual catalogó como un nuevo espacio de oración para la comunidad sacerdotal; el crecimiento del Seminario, “al cual seguimos queriendo cada día más”; el Plan Diocesano de Pastoral, que está en etapa de revisión.

Mencionó también a las normas que “necesitamos para caminar juntos, unidos y organizados”; la Escuela de Formación Pastoral, “esperanza” para que muchas dimensiones trabajen en las parroquias; el medio informativo Luz de Luz, que “sigue dejando escrita la historia de nuestro caminar”; el Congreso Eucarístico, los jubileos de las 40 horas y las capillas eucarísticas, con las que suman oración con Jesús Sacramentado; las escuelas de la fe en las parroquias, las cuales siguen aumentando y “darán muchos frutos para todos”; y finalmente la Mutual Médica (seguro de gastos médicos para miembros de la Iglesia), mejores carros y mejores curatos (división territorial eclesiástica que está bajo la jurisdicción espiritual de un cura o párroco).


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