/ lunes 29 de enero de 2024

No intervención es lo mejor: bióloga sobre loros en La Floresta 

La científica tulancinguense precisó que corresponde a especialistas determinar el mejor método para la conservación de esta especie, aunque señala que no es bueno ni alimentarlos, ni manipularlos 

Para evitar enfermedades o finales fatales para los nuevos habitantes del Jardín La Floresta, una familia de loros de lo que parecen ser tres especies diferentes, lo mejor es evitar a toda costa el contacto, alimentación y manipulación por parte de nosotros los humanos, considera la bióloga tulancinguense Vanessa Remedios Márquez. Y es que aunque asegura que el deseo de alimentarlos “es bien intencionado y de buen corazón”, podría traer mayores problemas a futuro para ellos, pues pese a que aún no se determina con precisión cuáles son las especies involucradas, muy probablemente una de ellas es la Amazona Viridigenalis, que por desgracia está catalogada como en peligro de extinción.

En entrevista exclusiva para El Sol de Hidalgo, la también Maestra en Ciencias en Biodiversidad y Conservación por la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), precisó que de hecho, la llegada de estos loros a entornos urbanos de la entidad no es algo nuevo, pues en años pasados hubo avistamientos también en Pachuca de Soto. Sin embargo, tal suceso no es algo natural y es muy poco probable que tenga que ver con cambios en fenómenos migratorios de las aves, pues menciona que lo más probable es que se trate de algún escape o liberación de ejemplares en cautiverio.

“Por eso es que si tienes estas especies lo mejor es no liberarlos o de plano no comprarlos, porque además son especies en peligro. Estos animales se han establecido en varias zonas urbanas, no me extraña que se hayan establecido aquí en Tulancingo (...) pero no es algo natural, no sé desde cuándo están aquí, pero no llevan toda la vida como algunos han dicho, porque no es ni su clima, ni su hábitat, ni su área de distribución natural”, expresó la científica.

En ese sentido, explicó que estas aves buscan sitios como los parques para vivir, tal es el caso de La Floresta, ya que sus altos árboles son favorables para su reproducción y pronta adaptación. Por esa razón es que no es para nada recomendable alimentarlos, o darles agua, o ponerles bebederos, o frutos, o semillas, o cualquier otro. Ella argumenta que “ellos se van a quedar aquí porque encontraron la forma de alimentarse”, por lo que es innecesario acostumbrarlos a este tipo de atención ya que a la postre sería contraproducente: desde enfermedades y muerte de los loritos, o incluso transmisión de enfermedades de ellos hacia nosotros, fenómeno conocido como “zoonosis”.

“No sé cuántos sean, pero podríamos estar hablando ya de una población. Desde mi punto de vista no creo que se vayan, a ellos no les ha representado mayor problema las áreas urbanas y no se puede hacer mucho al respecto, el mejor manejo es el no manejo. Si no tienes un estudio que pueda ayudarte a tomar la mejor decisión, lo mejor es no hacer nada. ¿Con qué criterio vas a tomar la decisión de qué alimentos sí darles o no darles? (...) o bien, si se sienten muy a gusto (los loros), pueden convertirse en un problema y empezar a desplazar a otras especies, se tiene que estudiar el impacto que tendrán en el futuro, conocer los daños colaterales y ver cómo prevenirlos. No hay que meter la mano si no tenemos un estudio que sustente lo suficiente para hacerlo. (...) No está mal que estén ahí, pero tampoco lo vamos a romantizar, más si no se hace con otras especies que no son tan bonitas o simpáticas, como los tlacuaches o cincuates, especies con las que no pasa eso”, abundó.

En esta trinchera, a las autoridades les corresponde promover los mecanismos necesarios para que instituciones como la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (PROFEPA) o incluso la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales de Hidalgo (Semarnath), desarrollen un estudio con los debidos especialistas y así se tomen las medidas necesarias que no sean perjudiciales para los loros. Para tal fin, las universidades podrían involucrarse e incluso se trata de un interés de investigación, en sentido de indagar sobre el impacto de estas especies en los entornos urbanos, algo cada vez más común y tema del que por cierto, según dijo, no hay una investigación al respecto en Tulancingo.

“Veo complicado que se asignen recursos desde las autoridades para un proyecto así, pero si se sustenta y se explica porqué sería de interés, no hay porqué no. Que (las autoridades) se acerquen a las instituciones, nosotros damos por hecho que en esos órganos hay especialistas que determinarán si es necesario tomar cartas en el asunto (...) incluso podría determinarse que lo mejor es capturarlos y entonces reubicarlos en su hábitat natural, pero ojo, todo debe ser tras el estudio de la gente correcta como los ornitólogos, que son los biólogos especializados en aves”

Finalmente, reconoció que es difícil identificar las especies únicamente con fotos, pero que en plática con ornitólogos, a primera impresión parece que son hasta tres especies distintas las que se asentaron en La Floresta. Una de ellas es, casi con certeza, el llamado loro tamaulipeco o también conocido como amazona de corona roja, originaria del nordeste de México. De acuerdo con portales de información especializada en conservación animal adscritas a la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO), tales como Enciclovida o Naturalista México, dicha clase de loro se encuentra en peligro de extinción y busca los climas cálidos-húmedos, justo como el de la sierra Huasteca, donde recientemente hubo avistamientos en el municipio de Chapulhuacán.

“Es válido pensar bonito y tener buenas intenciones y querer alimentarlos, pero necesitamos los estudios de los biólogos para respaldar algo, eso ya le toca a los especialistas e instituciones. Qué bueno que se estén reproduciendo estas especies en extinción, pero no es su hábitat natural y eso es lo que hay que estudiar”, concluyó.


Para evitar enfermedades o finales fatales para los nuevos habitantes del Jardín La Floresta, una familia de loros de lo que parecen ser tres especies diferentes, lo mejor es evitar a toda costa el contacto, alimentación y manipulación por parte de nosotros los humanos, considera la bióloga tulancinguense Vanessa Remedios Márquez. Y es que aunque asegura que el deseo de alimentarlos “es bien intencionado y de buen corazón”, podría traer mayores problemas a futuro para ellos, pues pese a que aún no se determina con precisión cuáles son las especies involucradas, muy probablemente una de ellas es la Amazona Viridigenalis, que por desgracia está catalogada como en peligro de extinción.

En entrevista exclusiva para El Sol de Hidalgo, la también Maestra en Ciencias en Biodiversidad y Conservación por la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), precisó que de hecho, la llegada de estos loros a entornos urbanos de la entidad no es algo nuevo, pues en años pasados hubo avistamientos también en Pachuca de Soto. Sin embargo, tal suceso no es algo natural y es muy poco probable que tenga que ver con cambios en fenómenos migratorios de las aves, pues menciona que lo más probable es que se trate de algún escape o liberación de ejemplares en cautiverio.

“Por eso es que si tienes estas especies lo mejor es no liberarlos o de plano no comprarlos, porque además son especies en peligro. Estos animales se han establecido en varias zonas urbanas, no me extraña que se hayan establecido aquí en Tulancingo (...) pero no es algo natural, no sé desde cuándo están aquí, pero no llevan toda la vida como algunos han dicho, porque no es ni su clima, ni su hábitat, ni su área de distribución natural”, expresó la científica.

En ese sentido, explicó que estas aves buscan sitios como los parques para vivir, tal es el caso de La Floresta, ya que sus altos árboles son favorables para su reproducción y pronta adaptación. Por esa razón es que no es para nada recomendable alimentarlos, o darles agua, o ponerles bebederos, o frutos, o semillas, o cualquier otro. Ella argumenta que “ellos se van a quedar aquí porque encontraron la forma de alimentarse”, por lo que es innecesario acostumbrarlos a este tipo de atención ya que a la postre sería contraproducente: desde enfermedades y muerte de los loritos, o incluso transmisión de enfermedades de ellos hacia nosotros, fenómeno conocido como “zoonosis”.

“No sé cuántos sean, pero podríamos estar hablando ya de una población. Desde mi punto de vista no creo que se vayan, a ellos no les ha representado mayor problema las áreas urbanas y no se puede hacer mucho al respecto, el mejor manejo es el no manejo. Si no tienes un estudio que pueda ayudarte a tomar la mejor decisión, lo mejor es no hacer nada. ¿Con qué criterio vas a tomar la decisión de qué alimentos sí darles o no darles? (...) o bien, si se sienten muy a gusto (los loros), pueden convertirse en un problema y empezar a desplazar a otras especies, se tiene que estudiar el impacto que tendrán en el futuro, conocer los daños colaterales y ver cómo prevenirlos. No hay que meter la mano si no tenemos un estudio que sustente lo suficiente para hacerlo. (...) No está mal que estén ahí, pero tampoco lo vamos a romantizar, más si no se hace con otras especies que no son tan bonitas o simpáticas, como los tlacuaches o cincuates, especies con las que no pasa eso”, abundó.

En esta trinchera, a las autoridades les corresponde promover los mecanismos necesarios para que instituciones como la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (PROFEPA) o incluso la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales de Hidalgo (Semarnath), desarrollen un estudio con los debidos especialistas y así se tomen las medidas necesarias que no sean perjudiciales para los loros. Para tal fin, las universidades podrían involucrarse e incluso se trata de un interés de investigación, en sentido de indagar sobre el impacto de estas especies en los entornos urbanos, algo cada vez más común y tema del que por cierto, según dijo, no hay una investigación al respecto en Tulancingo.

“Veo complicado que se asignen recursos desde las autoridades para un proyecto así, pero si se sustenta y se explica porqué sería de interés, no hay porqué no. Que (las autoridades) se acerquen a las instituciones, nosotros damos por hecho que en esos órganos hay especialistas que determinarán si es necesario tomar cartas en el asunto (...) incluso podría determinarse que lo mejor es capturarlos y entonces reubicarlos en su hábitat natural, pero ojo, todo debe ser tras el estudio de la gente correcta como los ornitólogos, que son los biólogos especializados en aves”

Finalmente, reconoció que es difícil identificar las especies únicamente con fotos, pero que en plática con ornitólogos, a primera impresión parece que son hasta tres especies distintas las que se asentaron en La Floresta. Una de ellas es, casi con certeza, el llamado loro tamaulipeco o también conocido como amazona de corona roja, originaria del nordeste de México. De acuerdo con portales de información especializada en conservación animal adscritas a la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO), tales como Enciclovida o Naturalista México, dicha clase de loro se encuentra en peligro de extinción y busca los climas cálidos-húmedos, justo como el de la sierra Huasteca, donde recientemente hubo avistamientos en el municipio de Chapulhuacán.

“Es válido pensar bonito y tener buenas intenciones y querer alimentarlos, pero necesitamos los estudios de los biólogos para respaldar algo, eso ya le toca a los especialistas e instituciones. Qué bueno que se estén reproduciendo estas especies en extinción, pero no es su hábitat natural y eso es lo que hay que estudiar”, concluyó.


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