Comienzan a arribar migrantes a esta región en vísperas del último mes del año con el objetivo de pasar las fiestas decembrinas con sus familiares. Llegan a los municipios de Acatlán y Huasca, pero también a la región Tulancingo (Cuautepec y Santiago), así como a la otomí tepehua.
El rostro de la migración tatúa la piel y el alma de por vida a quienes buscan mejores oportunidades, muchas de éstas, a veces convertidas en pesadillas.
Se olvidarán, tal vez, un poco del viaje, de las vivencias, mientras duren las fiestas, “Quiero disfrutar a mi familia”, dice uno de ellos, vecino de Santa Ana Huetylalpan
Pide omitir su nombre, refiere “porque luego nos ponen como un sello y si quiero regresar a Estados Unidos, puedo correr el riesgo de no pasar ante la política migratoria”
El informante agrega que después decidirá si marcha nuevamente, o se queda aquí. Por ahora no quiere pensar en eso.