La Catrina Garbancera fue creada por el caricaturista mexicano José Guadalupe Posada en 1910 y surgió como una burla a los indígenas vendedores de garbanzo, que siendo pobres aparentaban ser ricos y menospreciaban sus orígenes y costumbres.
Esta ilustración apareció por primera vez en una hoja volante, una publicación en la que se daban las noticias del día.
Su vestimenta era característica por el sombrero estilo francés que utilizaban, sobre la que su autor, afirmaba: “En los huesos, pero con sombrero francés con plumas de avestruz”.
Con el tiempo la Catrina Garbancera logró influenciar a diversos artistas como Diego Rivera, quien en su obra “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central”, realizada en 1947, le agregó una vestimenta elegante y completa.
Fue gracias a ese mural en el que además se observan temas de la Historia de México, como la Conquista, Independencia y Revolución, y en la imagen central donde se autoretrata Diego Rivera de niño y José Guadalupe Posada siendo tomados por la Catrina, que fue rebautizada con ese nombre.
A más de cien años de su creación, la Catrina forma parte de la cultura popular de México, quien adornada con hermosos sombreros y flores, se ha convertido en el símbolo de la celebración del Día de Muertos y una fuente de inspiración para muchos, tanto nacional como internacionalmente.
Aunque el imaginario colectivo une al grabador nacido en Aguascalientes en 1852, a su famosa caricatura, La Catrina, su trabajo va más allá de la emblemática imagen del Día de Todos Santos, ya que fue un ilustrador, un grabador comercial que estuvo dedicado a proveer imágenes a editores e incluso a clientes comunes, si alguien le encargaba invitaciones para un bautizo él las hacía, según una entrevista realizada a Helia Emma Bonilla Reyes, doctora en Historia del Arte por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
"Su obra no tenía el estatus de arte, ni él tuvo el estatus de artista, ni nunca lo pretendió tener", aseguró la experta en una publicación de la máxima casa de estudios, en la que además recordó que Posada fue grabador, litógrafo y dibujante e instaló su taller más reconocido en la calle de Moneda, en el Centro Histórico de la capital mexicana que actualmente sobrevive como un negocio comercial.