/ domingo 18 de noviembre de 2018

Se fue un gran hombre

El pasado domingo 11 de este mes murió el arzobispo emérito Don Pedro Arandadíaz Muñoz

El pasado domingo 11 de este mes murió el arzobispo emérito Don Pedro Arandadíaz Muñoz, para muchos fieles católicos de nuestro estado un pastor y un hombre humilde y ejemplar que durante más de 32 años fue obispo de la diócesis de Tulancingo y a partir de 2007 fue el primer arzobispo de la Sede Metropolitana de Tulancingo. Durante su gestión se ordenó un gran número de sacerdotes.

Don Pedro nació en León, Guanajuato, en 1933.

En 1945 inició sus estudios para su formación religiosa en la ciudad de Toluca con los Padres Claretianos y regresó después al Seminario de su Diócesis para cursar humanidades. Muy joven aún, a los 16 años de edad, partió a Roma a continuar sus estudios en la Pontificia Universidad Gregoriana, obteniendo e título de Licenciado en Filosofía. Marchó después a Insbruck, Austria, y ahí estudió el Doctorado en Filosofía. Regresó a Roma y se licenció en Teología e hizo un diplomado en Teología Espiritual. Con esta sólida formación fue ordenado sacerdote en Roma por Luis Traglia en 1956.

Regresó a México y fue nombrado profesor del seminario de esta ciudad. Se le llamó a Roma al crearse el Colegio Mexicano de Roma en 1967 y llegó a ser el vicerrector. Más tarde regresó al seminario de León y fue también nombrado párroco de San Francisco del Rincón en 1973.

Siendo párroco de ese lugar, fue preconizado por el Papa Paulo VI como obispo de Tulancingo y fue consagrado como tal Miguel Darío Miranda y Gómez, el 24 de junio de 1975. Hizo un excelente papel como titular de esta diócesis y cumplió diligentemente con la información que se da al Vaticano llamado Informe Quinquenal para la visita al Vaticano “Ad Lumina”.

Juan Pablo II lo celebró en sus bodas de plata como obispo en 2000. Llevó a cabo una gran labor en la diócesis recorriendo todas las comunidades de ella varias veces, con humildad y ganándose la atención sobre todo de los pueblos indígenas que abundan en la zona tepehua y en la zona otomí.

Pugnó e hizo los trabajos que condujeron a la creación de la Arquidiócesis de Tulancingo, creando así esta provincia con las Diócesis de Tula, Huejutla y Tulancingo, que en 2007 quedó constituida por el nuncio apostólico en México. En ese mismo año se convirtió en el primer arzobispo de la Provincia Eclesiástica de Tulancingo.

Debido a lo diezmado de su salud, se retiró en calidad de arzobispo emérito y siguió viviendo en su querido Tulancingo hasta su muerte este domingo 11 de noviembre de 2018. Gran hombre que unió a todos y procuró siempre el perfeccionamiento de la arquidiócesis. Descanse en paz.


El pasado domingo 11 de este mes murió el arzobispo emérito Don Pedro Arandadíaz Muñoz, para muchos fieles católicos de nuestro estado un pastor y un hombre humilde y ejemplar que durante más de 32 años fue obispo de la diócesis de Tulancingo y a partir de 2007 fue el primer arzobispo de la Sede Metropolitana de Tulancingo. Durante su gestión se ordenó un gran número de sacerdotes.

Don Pedro nació en León, Guanajuato, en 1933.

En 1945 inició sus estudios para su formación religiosa en la ciudad de Toluca con los Padres Claretianos y regresó después al Seminario de su Diócesis para cursar humanidades. Muy joven aún, a los 16 años de edad, partió a Roma a continuar sus estudios en la Pontificia Universidad Gregoriana, obteniendo e título de Licenciado en Filosofía. Marchó después a Insbruck, Austria, y ahí estudió el Doctorado en Filosofía. Regresó a Roma y se licenció en Teología e hizo un diplomado en Teología Espiritual. Con esta sólida formación fue ordenado sacerdote en Roma por Luis Traglia en 1956.

Regresó a México y fue nombrado profesor del seminario de esta ciudad. Se le llamó a Roma al crearse el Colegio Mexicano de Roma en 1967 y llegó a ser el vicerrector. Más tarde regresó al seminario de León y fue también nombrado párroco de San Francisco del Rincón en 1973.

Siendo párroco de ese lugar, fue preconizado por el Papa Paulo VI como obispo de Tulancingo y fue consagrado como tal Miguel Darío Miranda y Gómez, el 24 de junio de 1975. Hizo un excelente papel como titular de esta diócesis y cumplió diligentemente con la información que se da al Vaticano llamado Informe Quinquenal para la visita al Vaticano “Ad Lumina”.

Juan Pablo II lo celebró en sus bodas de plata como obispo en 2000. Llevó a cabo una gran labor en la diócesis recorriendo todas las comunidades de ella varias veces, con humildad y ganándose la atención sobre todo de los pueblos indígenas que abundan en la zona tepehua y en la zona otomí.

Pugnó e hizo los trabajos que condujeron a la creación de la Arquidiócesis de Tulancingo, creando así esta provincia con las Diócesis de Tula, Huejutla y Tulancingo, que en 2007 quedó constituida por el nuncio apostólico en México. En ese mismo año se convirtió en el primer arzobispo de la Provincia Eclesiástica de Tulancingo.

Debido a lo diezmado de su salud, se retiró en calidad de arzobispo emérito y siguió viviendo en su querido Tulancingo hasta su muerte este domingo 11 de noviembre de 2018. Gran hombre que unió a todos y procuró siempre el perfeccionamiento de la arquidiócesis. Descanse en paz.


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