/ sábado 25 de junio de 2022

Asesinato de sacerdotes es un reflejo de la realidad en México: expertos

Para los especialistas, este hecho es evidencia del deficiente trabajo que han realizado las autoridades en materia de seguridad

El asesinato de los sacerdotes jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín César Mora Salazar en el municipio de Urique, Chihuahua, aunque lamentable, no es un hecho aislado en el país y refleja la cotidianidad en la que vive México desde hace al menos tres sexenios, consideraron expertos en religión.

En entrevista con El Sol de México, los especialistas señalaron que aunque no ven un mensaje directo a la población a través de este doble homicidio, sí pone en evidencia el deficiente trabajo que han realizado las autoridades en materia de seguridad, pues la estrategia encabezada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, pero también por los gobernadores, no está dando los resultados esperados y sólo exhibe el grado de indefensión que vive la sociedad frente al crimen organizado.

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“En el caso, por ejemplo del presidente Andrés Manuel López Obrador, su estrategia de ir a los orígenes de la violencia, que es la pobreza, la exclusión y la marginación en los tejidos sociales, en teoría es impecable, pero en la práctica, en el corto plazo, deja en estado de indefensión a la sociedad”, expuso el maestro en Sociología del Catolicismo Contemporáneo, Bernardo Barranco.

Para el académico preocupa especialmente que los criminales continúen rebasando la “ligera línea” que existía desde los grupos delincuenciales hacia las misiones y miembros del clérigo en general, ya que de esta manera, cuestiona, “si el crimen hace esto con los curas, qué no habrá de hacer con la población”.

De la misma manera lo ve el periodista especializado Felipe Monroy, quien además de lamentar que la historia de los jesuitas se suman a las más de 122 mil personas que han sido asesinadas durante el gobierno del presidente López Obrador, donde la tendencia de homicidios no sólo no ha descendido, sino que se ha mantenido.

Por ello, dice, preocupa que en la población se llegue a normalizar la violencia, sin embargo, desde su punto de vista, considera afortunado que esto no haya sucedido, pues el doble asesinato de los sacerdotes Javier y Joaquín despertó un clima de indignación y molestia, lo que debe llevar a las autoridades a replantar la estrategia de seguridad, ello pese a que apenas este jueves, el mandatario federal reiterara que no habría un viraje desde el gobierno federal.

“Esta indignación nos tiene que obligar a la sociedad en conjunto, pero muy especialmente a las autoridades a modificar la estrategia de seguridad, no solamente con más armamento y más presencia policial o militar, sino con reforzamiento de las estructuras sociales y recuperar los espacios públicos que han sido arrebatados por el crimen organizado y el narcotráfico”, expresó.

Asimismo, similar a Bernardo y Felipe, el activista y ex sacerdote Alberto Athie consideró que con el homicidio de los sacerdotes jesuitas en su iglesia se rebasó un límite que tradicionalmente había existido desde los grupos delincuenciales, no obstante, dice, esto lo ve como el resultado del rompimiento de la relación entre los criminales y el presidente López Obrador.

Donde anteriormente había un entendimiento a través del intercambio de territorios por victorias electorales, expone Athie, hoy el crimen da muestra que ya no hay límites para imponer un modelo de operación y control de zonas del país.

“El crimen organizado ha traspasado a la Iglesia matando a los jesuitas; ya no le interesa mantener un equilibrio con beneficios sociales ni reconocimientos institucionales. (De esta manera) también está rebasando los límites, aparentemente políticos, que les puso López Obrador de decirles ‘te dejo ese territorio y tú me dejas a mí pasar con libertad y me ayudas a gobernar o ganar (elecciones). Yo creo que ambos límites se han roto, se han destrozado”, lamentó.

Pese a esto, ninguno de los tres especialistas estima que haya una reducción en las misiones que la Compañía de Jesús o la iglesia católica envíen a las zonas identificadas como puntos rojos en Tamaulipas, Sinaloa, Sonora, Chihuahua, Durango, Zacatecas, el Estado de México o Michoacán, y por el contrario las mantengan y redoblen sus esfuerzos en la reconstrucción del tejido social.

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Tan es así, recordó Barranco, que luego del asesinato de los sacerdotes, la provincia eclesiástica de los jesuitas en México tuvo una reunión virtual en la que barajaron sacar a toda la misión de la sierra Tarahumara, pero decidieron quedarse bajo el argumento que “ellos podrían salir librados, pero la población estaba inerte”, entonces optaron por quedarse como signo de apoyo y seguimiento a la población.

El asesinato de los sacerdotes jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín César Mora Salazar en el municipio de Urique, Chihuahua, aunque lamentable, no es un hecho aislado en el país y refleja la cotidianidad en la que vive México desde hace al menos tres sexenios, consideraron expertos en religión.

En entrevista con El Sol de México, los especialistas señalaron que aunque no ven un mensaje directo a la población a través de este doble homicidio, sí pone en evidencia el deficiente trabajo que han realizado las autoridades en materia de seguridad, pues la estrategia encabezada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, pero también por los gobernadores, no está dando los resultados esperados y sólo exhibe el grado de indefensión que vive la sociedad frente al crimen organizado.

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“En el caso, por ejemplo del presidente Andrés Manuel López Obrador, su estrategia de ir a los orígenes de la violencia, que es la pobreza, la exclusión y la marginación en los tejidos sociales, en teoría es impecable, pero en la práctica, en el corto plazo, deja en estado de indefensión a la sociedad”, expuso el maestro en Sociología del Catolicismo Contemporáneo, Bernardo Barranco.

Para el académico preocupa especialmente que los criminales continúen rebasando la “ligera línea” que existía desde los grupos delincuenciales hacia las misiones y miembros del clérigo en general, ya que de esta manera, cuestiona, “si el crimen hace esto con los curas, qué no habrá de hacer con la población”.

De la misma manera lo ve el periodista especializado Felipe Monroy, quien además de lamentar que la historia de los jesuitas se suman a las más de 122 mil personas que han sido asesinadas durante el gobierno del presidente López Obrador, donde la tendencia de homicidios no sólo no ha descendido, sino que se ha mantenido.

Por ello, dice, preocupa que en la población se llegue a normalizar la violencia, sin embargo, desde su punto de vista, considera afortunado que esto no haya sucedido, pues el doble asesinato de los sacerdotes Javier y Joaquín despertó un clima de indignación y molestia, lo que debe llevar a las autoridades a replantar la estrategia de seguridad, ello pese a que apenas este jueves, el mandatario federal reiterara que no habría un viraje desde el gobierno federal.

“Esta indignación nos tiene que obligar a la sociedad en conjunto, pero muy especialmente a las autoridades a modificar la estrategia de seguridad, no solamente con más armamento y más presencia policial o militar, sino con reforzamiento de las estructuras sociales y recuperar los espacios públicos que han sido arrebatados por el crimen organizado y el narcotráfico”, expresó.

Asimismo, similar a Bernardo y Felipe, el activista y ex sacerdote Alberto Athie consideró que con el homicidio de los sacerdotes jesuitas en su iglesia se rebasó un límite que tradicionalmente había existido desde los grupos delincuenciales, no obstante, dice, esto lo ve como el resultado del rompimiento de la relación entre los criminales y el presidente López Obrador.

Donde anteriormente había un entendimiento a través del intercambio de territorios por victorias electorales, expone Athie, hoy el crimen da muestra que ya no hay límites para imponer un modelo de operación y control de zonas del país.

“El crimen organizado ha traspasado a la Iglesia matando a los jesuitas; ya no le interesa mantener un equilibrio con beneficios sociales ni reconocimientos institucionales. (De esta manera) también está rebasando los límites, aparentemente políticos, que les puso López Obrador de decirles ‘te dejo ese territorio y tú me dejas a mí pasar con libertad y me ayudas a gobernar o ganar (elecciones). Yo creo que ambos límites se han roto, se han destrozado”, lamentó.

Pese a esto, ninguno de los tres especialistas estima que haya una reducción en las misiones que la Compañía de Jesús o la iglesia católica envíen a las zonas identificadas como puntos rojos en Tamaulipas, Sinaloa, Sonora, Chihuahua, Durango, Zacatecas, el Estado de México o Michoacán, y por el contrario las mantengan y redoblen sus esfuerzos en la reconstrucción del tejido social.

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Tan es así, recordó Barranco, que luego del asesinato de los sacerdotes, la provincia eclesiástica de los jesuitas en México tuvo una reunión virtual en la que barajaron sacar a toda la misión de la sierra Tarahumara, pero decidieron quedarse bajo el argumento que “ellos podrían salir librados, pero la población estaba inerte”, entonces optaron por quedarse como signo de apoyo y seguimiento a la población.

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