El personaje emblemático del grabador José Guadalupe Posada, “La Catrina”, ha venido a rescatar el trabajo artesanal de alfareros de barro del pueblo de Tamuhin, en el estado de Michoacán, que les permite salir con sus creaciones a distintos estados de la República, entre ellos, Hidalgo.
Silvia Huape Santoyo, arribó a Tulancingo y tras 40 años ininterrumpidos; ofrece para los habitantes de la región, sus artesanías multicolores, de diferentes temáticas y tamaños.
“Nos dedicamos a pura fabricación de barro, que viene siendo la artesanía de ollas, de vajillas y de Catrinas, que para nosotros es la que ahorita nos está sacando a flote”, dijo Huape Santoyo.
La catrina, se ha convertido en el símbolo de este pequeño pueblo alfarero del estado de Michoacán, famoso por ser el lugar donde se elaboran todo el año, estas peculiares figuras que ahora se empiezan a diseminar por todo el territorio mexicano.
Las figurillas, todas son hechas y adornadas a mano, no se utiliza ningún tipo de moldura. Sus precios oscilan entre los 80 pesos, las más pequeñas, hasta 2 mil pesos, las figuras más grandes y con más detalles.
En cada pieza se lleva más de 8 horas de trabajo, más el tiempo que las adorna y las pinta, además que deja figuras en barro rojo para que las personas puedan decorarlas por sí mismas.
“Ahorita sigue siendo bien valorada por los mexicanos, aunque se ha comenzado a comercializar en otros países como Estados Unidos, por intermediarios, aunque no le ganamos mucho”, comentó la señora Huape.
Está artesanía ha comenzado a venderse en otros países a través de intermediarios, y los artesanos esperan que exista apoyo para que ellos mismos exporten su arte.