Hace más de medio siglo que inició una lucha que llevo a que el judo se estableciera como un deporte practicado por excelencia, impulso que se debe y se reconoce a Pablo Alcíbar Vargas de Tulancingo quien víctima de cáncer murió a inicios de semana, a los 82 años de edad.
El profesor como se referían sus pupilos, sastre de profesión, se caracterizó por su gran humanidad, fue quizás el único judoka mexicano en estar en el tatami con Anton Geesink multi-medallista mundial.
De entre sus alumnos que han llegado a ser hasta jueces internacionales se encuentra los hermanos Olvera Rodríguez, Pablo, Efrén y Rogelio quienes por muchos años tuvieron sus espacios impulsando a docenas de niños y jóvenes, entre ellos a sus propios hijos, que obtuvieron varios medallas nacionales y pusieron en alto el nombre de Tulancingo e Hidalgo.
Hombre reservado y sencillo no le gusto dar a conocer sus alcances como el hecho de que fue alumno del primer cinta negra en el país Daniel Hernández, aunque su proyección fue internacional.
Le sobreviven su esposa, una hija y tres hijos.