/ martes 26 de febrero de 2019

Adultas mayores, una vida llena de violencia

CASI 100 MUJERES ENTREVISTADAS

Adultas mayores en Acaxochitlán, arrastran episodios de violencia física, emocional, psicológica pero además patrimonial, lo que, de acuerdo a un estudio, las llevó a vivir condiciones de resignación y solamente a consolarse entre su mismo género, revela estudio de la CDI (Pueblos Indígenas) y de la presidencia de Acaxochitlán

Al familiarizarse con la violencia en su etapa de crianza, en cierta manera, sufrieron la violencia familiar, hechos que se repitieron por parte de sus maridos como una parte del costo de la vida matrimonial.

Las mujeres estudiadas, sólo reconocieron como violencia el maltrato físico, pero los testimonios en la investigación, hace dos años llamada “Violencia Familiar en Acaxochitlán” (93 entrevistadas) citan que presentaron violencia psicológica de parte de sus parejas y hasta de la familia de los esposos como agresoras (cuñadas y suegras) a través de palabras.

Cuando se casaban desde los 15 años de edad- para las ahora adultas mayores, la posibilidad de salir de la vida marital violenta era regresar a la casa de sus padres; en ese espacio los hermanos también eran emisores de violencia física y verbal, es decir, no importando la relación de parentesco con las mujeres los hombres que la rodeaban, las violentaban.

Bajo la amenaza del abandono, la única posibilidad de instalarse en la casa paterna y asumirse en un rol de cuidadora de los varones y enfermos, además de buscar la manutención de sus propios hijos.

La violencia patrimonial igual está presente, ya que en su condición femenina no son titulares de los bienes muebles, aun cuando con su trabajo, han contribuido a la edificación de la casa, pero es el varón quien funge como jefe de familia (padre, hermano, marido o hijo) y dueño de lo que haya.

Cuando una mujer adulta mayor se queda sola (el esposo muere) se expone y sobre todo es susceptible a ser corrida por la familia del difunto.

La sanción social sigue estigmatizando a las mujeres de estos grupos étnicos como en comu­ni­da­des de San­ta Ana Tza­cua­la, Los Re­yes, y San­tia­go Te­pe­pa, con po­bla­ción altamente in­dí­ge­na. Por el sim­ple he­cho de ser mu­je­res, al­gu­nas son mar­gi­na­das y vio­len­ta­das en el es­pa­cio fa­mi­liar, es­co­lar e ins­ti­tu­cio­nal, arrojó el informe.

Adultas mayores en Acaxochitlán, arrastran episodios de violencia física, emocional, psicológica pero además patrimonial, lo que, de acuerdo a un estudio, las llevó a vivir condiciones de resignación y solamente a consolarse entre su mismo género, revela estudio de la CDI (Pueblos Indígenas) y de la presidencia de Acaxochitlán

Al familiarizarse con la violencia en su etapa de crianza, en cierta manera, sufrieron la violencia familiar, hechos que se repitieron por parte de sus maridos como una parte del costo de la vida matrimonial.

Las mujeres estudiadas, sólo reconocieron como violencia el maltrato físico, pero los testimonios en la investigación, hace dos años llamada “Violencia Familiar en Acaxochitlán” (93 entrevistadas) citan que presentaron violencia psicológica de parte de sus parejas y hasta de la familia de los esposos como agresoras (cuñadas y suegras) a través de palabras.

Cuando se casaban desde los 15 años de edad- para las ahora adultas mayores, la posibilidad de salir de la vida marital violenta era regresar a la casa de sus padres; en ese espacio los hermanos también eran emisores de violencia física y verbal, es decir, no importando la relación de parentesco con las mujeres los hombres que la rodeaban, las violentaban.

Bajo la amenaza del abandono, la única posibilidad de instalarse en la casa paterna y asumirse en un rol de cuidadora de los varones y enfermos, además de buscar la manutención de sus propios hijos.

La violencia patrimonial igual está presente, ya que en su condición femenina no son titulares de los bienes muebles, aun cuando con su trabajo, han contribuido a la edificación de la casa, pero es el varón quien funge como jefe de familia (padre, hermano, marido o hijo) y dueño de lo que haya.

Cuando una mujer adulta mayor se queda sola (el esposo muere) se expone y sobre todo es susceptible a ser corrida por la familia del difunto.

La sanción social sigue estigmatizando a las mujeres de estos grupos étnicos como en comu­ni­da­des de San­ta Ana Tza­cua­la, Los Re­yes, y San­tia­go Te­pe­pa, con po­bla­ción altamente in­dí­ge­na. Por el sim­ple he­cho de ser mu­je­res, al­gu­nas son mar­gi­na­das y vio­len­ta­das en el es­pa­cio fa­mi­liar, es­co­lar e ins­ti­tu­cio­nal, arrojó el informe.

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