/ sábado 5 de febrero de 2022

A sus 16 años, joven superó el cáncer

Debido a que su padre tuvo un problema similar, siempre estuvo en constante vigilancia y detectó oportunamente el tumor

Hace siete años Brandon Licona sobrevivió al cáncer, en ese entonces tenía 16 años, apenas empezaba a vivir su juventud cuando un tumor testicular le cambió su vida.

Debido a que su padre tuvo un problema similar, siempre estuvo en constante vigilancia y detectó oportunamente el tumor, para eso se programó una cirugía para poder extraerlo, después hubo un seguimiento pero no fue tan oportuno.

Fue así como el cáncer hizo metástasis en su estómago, que es cuando las células cancerosas se separan del sitio donde se originaron y formaron un tumor nuevo, aunque en un principio los doctores pensaban que era apendicitis por los síntomas de dolor que presentó.

Al realizarle un ultrasonido, los doctores detectaron un tumor que había crecido bastante, que envolvía el abdomen y la aorta, de esta manera lo canalizaron con un oncólogo-urólogo, quien determinó el ciclo de quimioterapias, para reducir el tamaño del tumor.

Tuvo cuatro sesiones de quimioterapia por cuatro meses, en ese periodo perdió el cabello y estuvo en resguardo domiciliario debido a que bajaron sus defensas, mientras tanto tomó clases a distancia para seguir con su educación de preparatoria.

“Lo que único que hizo la quimioterapia fue ayudarme a encapsular el tumor y que no se regara hacia otros órganos, porque el tamaño no redujo”, recuerda.

Pese al riesgo, se programó su segunda cirugía en enero de 2015 en Siglo XXI, duró más de ocho horas, pero se complicó, porque retiraron un pedazo de la aorta que es la vena que da el flujo a todo el organismo, por lo que tuvieron que colocar un injerto.

“Durante ese tiempo que no tuve flujo sanguíneo, empecé a retener líquidos y a hinchar, por lo que tuvieron que volver a intervenir en cirugía y me realizaron unas fasciotomías, que fueron cuatro heridas expuestas en las piernas para ir drenando los líquidos”, explica.

Por ocho días estuvo en terapia intensiva, de los cuales seis estuvo inocente, de ahí estuvo mes y medio internado porque tenía que ser monitoreado, sus piernas perdieron movilidad, pero así empezó el proceso de recuperación y rehabilitación.

A sus 23 años, asegura que la determinación de seguir adelante y de seguir viviendo, “te hace librar todo”, por lo que lejos de ser una dura batalla, para él fue una gran lección de vida, para no tener miedo y emprender en lo que más desea.

Hace siete años Brandon Licona sobrevivió al cáncer, en ese entonces tenía 16 años, apenas empezaba a vivir su juventud cuando un tumor testicular le cambió su vida.

Debido a que su padre tuvo un problema similar, siempre estuvo en constante vigilancia y detectó oportunamente el tumor, para eso se programó una cirugía para poder extraerlo, después hubo un seguimiento pero no fue tan oportuno.

Fue así como el cáncer hizo metástasis en su estómago, que es cuando las células cancerosas se separan del sitio donde se originaron y formaron un tumor nuevo, aunque en un principio los doctores pensaban que era apendicitis por los síntomas de dolor que presentó.

Al realizarle un ultrasonido, los doctores detectaron un tumor que había crecido bastante, que envolvía el abdomen y la aorta, de esta manera lo canalizaron con un oncólogo-urólogo, quien determinó el ciclo de quimioterapias, para reducir el tamaño del tumor.

Tuvo cuatro sesiones de quimioterapia por cuatro meses, en ese periodo perdió el cabello y estuvo en resguardo domiciliario debido a que bajaron sus defensas, mientras tanto tomó clases a distancia para seguir con su educación de preparatoria.

“Lo que único que hizo la quimioterapia fue ayudarme a encapsular el tumor y que no se regara hacia otros órganos, porque el tamaño no redujo”, recuerda.

Pese al riesgo, se programó su segunda cirugía en enero de 2015 en Siglo XXI, duró más de ocho horas, pero se complicó, porque retiraron un pedazo de la aorta que es la vena que da el flujo a todo el organismo, por lo que tuvieron que colocar un injerto.

“Durante ese tiempo que no tuve flujo sanguíneo, empecé a retener líquidos y a hinchar, por lo que tuvieron que volver a intervenir en cirugía y me realizaron unas fasciotomías, que fueron cuatro heridas expuestas en las piernas para ir drenando los líquidos”, explica.

Por ocho días estuvo en terapia intensiva, de los cuales seis estuvo inocente, de ahí estuvo mes y medio internado porque tenía que ser monitoreado, sus piernas perdieron movilidad, pero así empezó el proceso de recuperación y rehabilitación.

A sus 23 años, asegura que la determinación de seguir adelante y de seguir viviendo, “te hace librar todo”, por lo que lejos de ser una dura batalla, para él fue una gran lección de vida, para no tener miedo y emprender en lo que más desea.

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