/ miércoles 23 de junio de 2021

Visibilicemos la salud mental

Hace ya casi medio año, todo el Grupo Parlamentario del Partido Revolucionario Institucional en el Senado de la República suscribimos, encabezados por una servidora, una iniciativa en materia de salud mental a fin de atender todas las condiciones psicológicas y psiquiátricas que surgieron o se agudizaron con la pandemia y con las medidas tomadas para contenerla, es decir, el cierre de actividades y el confinamiento obligado para no propagar más el virus.

Pareciera que lo único negativo que ha dejado el Coronavirus son los cientos de miles de muertes, los millones de contagios, los miles de secuelas y las pérdidas económicas que, se prevé, verán una recuperación hasta finales del 2022 si bien nos va. Todas estas lamentables circunstancias son visibles, tangibles, palpables e indubitables en términos médicos, sociológicos y económicos, sin embargo, existen problemáticas ocultas, no manifiestan que se pueden volver una circunstancia verdaderamente grave.

En el país, el presupuesto en materia de salud solamente destina el 2 por ciento del total a la atención de enfermedades mentales, lo cual no es cosa fácil, ya que, al día de hoy, aún sin pandemia, el INEGI reportó en 2015 un número alarmante de personas que, en algún momento han sufrido depresión en nuestro país: 35 millones de mexicanas y mexicanos, es decir, cerca de una cuarta parte de la población. 20 millones mujeres y el resto hombres.

Lo peor es que este problema ha sido minimizado por quienes deben plantarle cara directa a esta grave situación de salud pública que, además, con la pandemia se ha agudizado seriamente al vivir una separación social y abandono de actividades que, desde luego, sirven para distraer la mente. La UNAM ha referido que, en los últimos años, el 15 por ciento de la población tiene problemas de salud mental crónicos.

La OMS ha pedido que el 60 por ciento de sus países miembros tomen cartas en el asunto para revertir esa grave situación. Lo malo es que nuestro país ha hecho oídos sordos ante estas recomendaciones, orillándonos a ver las tasas de suicidio aumentando cada vez más. Lo peor es que la pandemia ha generado que nuestra niñez sufra las consecuencias de la pandemia al grado que casi el 60 por ciento de ellas y ellos estén pasando por episodios depresivos.

Con este lamentable escenario, requerimos que se destinen mayoreas recursos presupuestarios para coordinar el sistema de salud en todas sus dependencias a fin de atender de manera frontal todas las condiciones mentales que afectan a la población y, a la par, tener una capacitación sólida y seria para que los médicos de primera línea sepan atender estas circunstancias y, sobretodo, tener los elementos suficientes para detectar desde el primer momento las señales de alarma de esas enfermedades.

Eso sólo se puede construir con compromiso y de cara a lo que viene en los próximos meses con la aprobación del paquete económicos que nos debe permitir tender la mano a la sociedad mexicana que ha sufrido de más durante estas pésimas circunstancias.

Hace ya casi medio año, todo el Grupo Parlamentario del Partido Revolucionario Institucional en el Senado de la República suscribimos, encabezados por una servidora, una iniciativa en materia de salud mental a fin de atender todas las condiciones psicológicas y psiquiátricas que surgieron o se agudizaron con la pandemia y con las medidas tomadas para contenerla, es decir, el cierre de actividades y el confinamiento obligado para no propagar más el virus.

Pareciera que lo único negativo que ha dejado el Coronavirus son los cientos de miles de muertes, los millones de contagios, los miles de secuelas y las pérdidas económicas que, se prevé, verán una recuperación hasta finales del 2022 si bien nos va. Todas estas lamentables circunstancias son visibles, tangibles, palpables e indubitables en términos médicos, sociológicos y económicos, sin embargo, existen problemáticas ocultas, no manifiestan que se pueden volver una circunstancia verdaderamente grave.

En el país, el presupuesto en materia de salud solamente destina el 2 por ciento del total a la atención de enfermedades mentales, lo cual no es cosa fácil, ya que, al día de hoy, aún sin pandemia, el INEGI reportó en 2015 un número alarmante de personas que, en algún momento han sufrido depresión en nuestro país: 35 millones de mexicanas y mexicanos, es decir, cerca de una cuarta parte de la población. 20 millones mujeres y el resto hombres.

Lo peor es que este problema ha sido minimizado por quienes deben plantarle cara directa a esta grave situación de salud pública que, además, con la pandemia se ha agudizado seriamente al vivir una separación social y abandono de actividades que, desde luego, sirven para distraer la mente. La UNAM ha referido que, en los últimos años, el 15 por ciento de la población tiene problemas de salud mental crónicos.

La OMS ha pedido que el 60 por ciento de sus países miembros tomen cartas en el asunto para revertir esa grave situación. Lo malo es que nuestro país ha hecho oídos sordos ante estas recomendaciones, orillándonos a ver las tasas de suicidio aumentando cada vez más. Lo peor es que la pandemia ha generado que nuestra niñez sufra las consecuencias de la pandemia al grado que casi el 60 por ciento de ellas y ellos estén pasando por episodios depresivos.

Con este lamentable escenario, requerimos que se destinen mayoreas recursos presupuestarios para coordinar el sistema de salud en todas sus dependencias a fin de atender de manera frontal todas las condiciones mentales que afectan a la población y, a la par, tener una capacitación sólida y seria para que los médicos de primera línea sepan atender estas circunstancias y, sobretodo, tener los elementos suficientes para detectar desde el primer momento las señales de alarma de esas enfermedades.

Eso sólo se puede construir con compromiso y de cara a lo que viene en los próximos meses con la aprobación del paquete económicos que nos debe permitir tender la mano a la sociedad mexicana que ha sufrido de más durante estas pésimas circunstancias.