/ domingo 26 de mayo de 2019

Somos la mitad, exigimos la mitad

Las mujeres hemos emprendido un camino hacia el reconocimiento de nuestros derechos que ha durado siglos. La semana pasada, en México, dimos un paso importantísimo hacia la igualdad sustantiva entre hombres y mujeres, la Cámara de Diputados aprobó una reforma que garantiza la paridad de género en el ejercicio público.

Esto implica que la mitad de los cargos a nivel federal, estatal, municipal y en organismos autónomos sean para mujeres, garantizando la igualdad sustantiva entre mujeres y hombres en el ejercicio del poder público, incluida la elección de representantes ante los ayuntamientos en los municipios con población indígena.

La reforma también considera al Poder Judicial, donde la integración de todos los órganos deberá se igualitaria, es decir, en poco tiempo veremos que la mitad de la Suprema Corte de Justicia de la Nación será integrada por ministras.

Es innegable el avance en la materia que esta reforma representa, sin embargo, también constituye un gran reto, toda vez que no se trata de llegar a un cargo público, a una candidatura, a una curul o a un sitial en la Corte, bajo el argumento de que debe ocupar ese puesto una mujer, sino que las mejores mujeres, las más preparadas, aquellas que alcanzaron los mejores méritos deben ser quienes ocupen esas responsabilidades.

Lo anterior representa un cambio de paradigma social y cultural, es decir, ese sistema diseñado para que los hombres gobiernen debe ir abriendo paso a las mujeres, para que tengamos las mismas oportunidades de desarrollo y crecimiento profesional de tal forma que, en algunos años, sea normal ver que la mitad de esos puestos sean ocupados por mujeres y que el factor de decisión no tenga que ver con el género sino con la capacidad y los resultados. En un mundo de iguales, ser mujer no debe ser un argumento, ser el o la mejor, sí.

Las mujeres hemos emprendido un camino hacia el reconocimiento de nuestros derechos que ha durado siglos. La semana pasada, en México, dimos un paso importantísimo hacia la igualdad sustantiva entre hombres y mujeres, la Cámara de Diputados aprobó una reforma que garantiza la paridad de género en el ejercicio público.

Esto implica que la mitad de los cargos a nivel federal, estatal, municipal y en organismos autónomos sean para mujeres, garantizando la igualdad sustantiva entre mujeres y hombres en el ejercicio del poder público, incluida la elección de representantes ante los ayuntamientos en los municipios con población indígena.

La reforma también considera al Poder Judicial, donde la integración de todos los órganos deberá se igualitaria, es decir, en poco tiempo veremos que la mitad de la Suprema Corte de Justicia de la Nación será integrada por ministras.

Es innegable el avance en la materia que esta reforma representa, sin embargo, también constituye un gran reto, toda vez que no se trata de llegar a un cargo público, a una candidatura, a una curul o a un sitial en la Corte, bajo el argumento de que debe ocupar ese puesto una mujer, sino que las mejores mujeres, las más preparadas, aquellas que alcanzaron los mejores méritos deben ser quienes ocupen esas responsabilidades.

Lo anterior representa un cambio de paradigma social y cultural, es decir, ese sistema diseñado para que los hombres gobiernen debe ir abriendo paso a las mujeres, para que tengamos las mismas oportunidades de desarrollo y crecimiento profesional de tal forma que, en algunos años, sea normal ver que la mitad de esos puestos sean ocupados por mujeres y que el factor de decisión no tenga que ver con el género sino con la capacidad y los resultados. En un mundo de iguales, ser mujer no debe ser un argumento, ser el o la mejor, sí.

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