/ miércoles 1 de julio de 2020

Por un TMEC cercano a la gente

En este momento histórico confluyeron tres aspectos que nos ponen a pensar en el bienestar de la población mundial: la crisis de salud en la que nos encontramos no tiene comparativo con nada parecido que se haya vivido en los últimos 100 años; la pandemia del Covid-19 reveló lo frágil de la economía que se derrumbó en solo unos meses y tardaremos años en recuperarla; y, en el caso de nuestro país, se vive un proceso de decisión, confección y entrega de leyes secundarias para el que, desde hace ya varias décadas, es uno de los acuerdos comerciales más importantes, es decir, el denominado T-MEC.

Además de los muchos temas que se desprenden de la entrada en vigor de ese Acuerdo Trilateral por lo robustecido que se encuentra y que, por lo tanto, requiere de un marco normativo completo y adecuado, el momento decisorio que nos tocó vivir en el Senado de la República hace un par de días, tuvo su centro primordial en lo que se refiere a las patentes de medicamentos.

Justo en este instante en que la población mundial sufre una pandemia de grandes dimensiones, varios medicamentos han surgido para poder paliar los efectos del virus en muchas personas.

Medicamentos tan conocidos por la población médica como la Dexametasona, por ejemplo, han sido un oasis en la isla tan grande y difícil que es la pérdida de vidas por el denominado coronavirus.

Este medicamento y otros que se han utilizado de forma experimental han logrado salvar vidas de forma importante. Y así como ese, ya contamos con un enorme número de productos farmacéuticos que nos ayudan a luchar diariamente con infecciones, enfermedades, virus, bacterias y demás condiciones que vulneran la salud de miles de millones de personas en el mundo.

La importancia de los medicamentos aunada a una economía sumamente golpeada, nos pusieron en alerta ante la posibilidad de restringir en la Ley Federal de Protección a la Propiedad Industrial, la posibilidad de poder producir medicamentos genéricos en un tiempo razonable, elevando el tiempo en que, después de perdida la patente, se pueden producir sus pares genéricos.

Aumentar esos tiempos implicaría un impacto catastrófico en una sociedad que carece todavía de medicamentos accesibles para tratar sus enfermedades e, incluso, al erario que, en su obligación de allegarse de medicamentos para su distribución en las instituciones de salud, vería golpeado seriamente al tener que adquirir medicamentos de patente en lugar de los genéricos.

Mantener esa postura generaría que el ahorro de entre 30 y hasta 80 por ciento que dan los medicamentos genéricos, se retrasara en aquellos medicamentos que aún tienen patente vigente. Aprobarla de esa manera sería, sin duda, dar la espalda al pueblo mexicano para beneficiar a un pequeño sector productivo en la industria farmacéutica.

El logro de los consensos en la Cámara Alta pasó por una oposición constructiva y de diálogo que, al final del día, tuvo la recepción de la mayoría para, al menos en ese caso, entregar un trabajo legislativo digno a la ciudadanía de nuestro país. La construcción de acuerdos debe servir para generar leyes más fuertes y, al mismo tiempo, empáticas con quien nos entregó su confianza a través del voto. Así como esta, debemos revisar de forma casi quirúrgica cada ley que llegue a nuestras manos para entregar los resultados esperados y subrayar aquellos casos en que se les olvide que lo primero es beneficiar a los que menos tienen.

En este momento histórico confluyeron tres aspectos que nos ponen a pensar en el bienestar de la población mundial: la crisis de salud en la que nos encontramos no tiene comparativo con nada parecido que se haya vivido en los últimos 100 años; la pandemia del Covid-19 reveló lo frágil de la economía que se derrumbó en solo unos meses y tardaremos años en recuperarla; y, en el caso de nuestro país, se vive un proceso de decisión, confección y entrega de leyes secundarias para el que, desde hace ya varias décadas, es uno de los acuerdos comerciales más importantes, es decir, el denominado T-MEC.

Además de los muchos temas que se desprenden de la entrada en vigor de ese Acuerdo Trilateral por lo robustecido que se encuentra y que, por lo tanto, requiere de un marco normativo completo y adecuado, el momento decisorio que nos tocó vivir en el Senado de la República hace un par de días, tuvo su centro primordial en lo que se refiere a las patentes de medicamentos.

Justo en este instante en que la población mundial sufre una pandemia de grandes dimensiones, varios medicamentos han surgido para poder paliar los efectos del virus en muchas personas.

Medicamentos tan conocidos por la población médica como la Dexametasona, por ejemplo, han sido un oasis en la isla tan grande y difícil que es la pérdida de vidas por el denominado coronavirus.

Este medicamento y otros que se han utilizado de forma experimental han logrado salvar vidas de forma importante. Y así como ese, ya contamos con un enorme número de productos farmacéuticos que nos ayudan a luchar diariamente con infecciones, enfermedades, virus, bacterias y demás condiciones que vulneran la salud de miles de millones de personas en el mundo.

La importancia de los medicamentos aunada a una economía sumamente golpeada, nos pusieron en alerta ante la posibilidad de restringir en la Ley Federal de Protección a la Propiedad Industrial, la posibilidad de poder producir medicamentos genéricos en un tiempo razonable, elevando el tiempo en que, después de perdida la patente, se pueden producir sus pares genéricos.

Aumentar esos tiempos implicaría un impacto catastrófico en una sociedad que carece todavía de medicamentos accesibles para tratar sus enfermedades e, incluso, al erario que, en su obligación de allegarse de medicamentos para su distribución en las instituciones de salud, vería golpeado seriamente al tener que adquirir medicamentos de patente en lugar de los genéricos.

Mantener esa postura generaría que el ahorro de entre 30 y hasta 80 por ciento que dan los medicamentos genéricos, se retrasara en aquellos medicamentos que aún tienen patente vigente. Aprobarla de esa manera sería, sin duda, dar la espalda al pueblo mexicano para beneficiar a un pequeño sector productivo en la industria farmacéutica.

El logro de los consensos en la Cámara Alta pasó por una oposición constructiva y de diálogo que, al final del día, tuvo la recepción de la mayoría para, al menos en ese caso, entregar un trabajo legislativo digno a la ciudadanía de nuestro país. La construcción de acuerdos debe servir para generar leyes más fuertes y, al mismo tiempo, empáticas con quien nos entregó su confianza a través del voto. Así como esta, debemos revisar de forma casi quirúrgica cada ley que llegue a nuestras manos para entregar los resultados esperados y subrayar aquellos casos en que se les olvide que lo primero es beneficiar a los que menos tienen.