/ miércoles 19 de junio de 2019

Perder–perder contra Estados Unidos

Hace algunas semanas el Gobierno estadounidense de Donald Trump anunció la imposición del 5% en aranceles a todos los productos de origen mexicano; ello debido a que, de acuerdo al Presidente Trump, el flujo migratorio no ha sido parado por el gobierno mexicano e, incluso, ha sido solapado no sólo con el tráfico de migrantes sino también de drogas.

De hecho, entre sus declaraciones afirmó que si México quisiera podría parar de inmediato el ingreso de estudiantes y drogas a los Estados Unidos.

Una amenaza de ese calibre podría tener repercusiones económicas verdaderamente graves, al grado de generar un alza general en el costo de muchos productos de primera necesidad y con ello colapsar ambas economías, ya que ante la imposición de aranceles de un país, lo lógico es que el país afectado haga lo mismo con los productos del otro.

Ante esta amenaza, una delegación de servidores públicos mexicanos, encabezados por el Canciller, acudieron a una serie de reuniones con funcionarios de segundo orden de los Estados Unidos de América, a fin de negociar algunas condiciones para evitar que los aranceles fueran impuestos.

Luego de varios días, con bombo y platillo se anunció que se había llegado a un acuerdo y que se suspendía la imposición de aranceles, sin embargo, sería muy interesante indagar qué fue lo que entregamos a cambio, ya que, el festejo de muchos incluso colocaba a Marcelo Ebrard como sucesor natural del Presidente a nada menos que 5 años y medio de la elección presidencial.

La tensión migratoria entre nuestro país y el vecino del norte siempre ha existido. En muchas ocasiones incluso se ha trabajado de manera coordinada para controlar la migración ilegal desde varios países de Centroamérica e, incluso, de México. A través de revisiones, esfuerzos conjuntos y programas en ambos lados de la frontera se ha buscado contener el tránsito de migrantes.

Hoy lamentablemente no es así, ya que en propias palabras del mandatario estadounidense, México fue a ofrecer la contención de la migración centroamericana en la frontera sur, para lo cual ocupará a la recién creada Guardia Nacional; sí, ese cuerpo de seguridad que serviría para proteger a los mexicanos ahora será usada para reprimir migrantes a fin de cumplir los caprichos de Trump.

Además, desde la Casa Blanca se afirmó que este acuerdo no estaba sellado, ya que bastarían algunos meses para su revisión y si no había resultados satisfactorios entonces se impondrían los aranceles. Esos aranceles que aumentarían el costo de productos en Estados Unidos porque, aunque el arancel lo paga el país que exporta, al final el consumidor también lo reciente con un alza para compensar los impuestos pagados.

Es preciso recordar que México importa una gran cantidad de productos agrícolas de dicho país, por lo que la imposición de aranceles traería consecuencias realmente catastróficas para las familias mexicanas.

Así las cosas, no hay nada que festejar ya que, por un lado seguimos amenazados por un gobierno al que no se le supo hacer frente y, por el otro lado, somos nosotros, a través de nuestras corporaciones, el muro con el que tanto soñaba Trump. Esta relación, sin duda, fue de perder–perder.

Hace algunas semanas el Gobierno estadounidense de Donald Trump anunció la imposición del 5% en aranceles a todos los productos de origen mexicano; ello debido a que, de acuerdo al Presidente Trump, el flujo migratorio no ha sido parado por el gobierno mexicano e, incluso, ha sido solapado no sólo con el tráfico de migrantes sino también de drogas.

De hecho, entre sus declaraciones afirmó que si México quisiera podría parar de inmediato el ingreso de estudiantes y drogas a los Estados Unidos.

Una amenaza de ese calibre podría tener repercusiones económicas verdaderamente graves, al grado de generar un alza general en el costo de muchos productos de primera necesidad y con ello colapsar ambas economías, ya que ante la imposición de aranceles de un país, lo lógico es que el país afectado haga lo mismo con los productos del otro.

Ante esta amenaza, una delegación de servidores públicos mexicanos, encabezados por el Canciller, acudieron a una serie de reuniones con funcionarios de segundo orden de los Estados Unidos de América, a fin de negociar algunas condiciones para evitar que los aranceles fueran impuestos.

Luego de varios días, con bombo y platillo se anunció que se había llegado a un acuerdo y que se suspendía la imposición de aranceles, sin embargo, sería muy interesante indagar qué fue lo que entregamos a cambio, ya que, el festejo de muchos incluso colocaba a Marcelo Ebrard como sucesor natural del Presidente a nada menos que 5 años y medio de la elección presidencial.

La tensión migratoria entre nuestro país y el vecino del norte siempre ha existido. En muchas ocasiones incluso se ha trabajado de manera coordinada para controlar la migración ilegal desde varios países de Centroamérica e, incluso, de México. A través de revisiones, esfuerzos conjuntos y programas en ambos lados de la frontera se ha buscado contener el tránsito de migrantes.

Hoy lamentablemente no es así, ya que en propias palabras del mandatario estadounidense, México fue a ofrecer la contención de la migración centroamericana en la frontera sur, para lo cual ocupará a la recién creada Guardia Nacional; sí, ese cuerpo de seguridad que serviría para proteger a los mexicanos ahora será usada para reprimir migrantes a fin de cumplir los caprichos de Trump.

Además, desde la Casa Blanca se afirmó que este acuerdo no estaba sellado, ya que bastarían algunos meses para su revisión y si no había resultados satisfactorios entonces se impondrían los aranceles. Esos aranceles que aumentarían el costo de productos en Estados Unidos porque, aunque el arancel lo paga el país que exporta, al final el consumidor también lo reciente con un alza para compensar los impuestos pagados.

Es preciso recordar que México importa una gran cantidad de productos agrícolas de dicho país, por lo que la imposición de aranceles traería consecuencias realmente catastróficas para las familias mexicanas.

Así las cosas, no hay nada que festejar ya que, por un lado seguimos amenazados por un gobierno al que no se le supo hacer frente y, por el otro lado, somos nosotros, a través de nuestras corporaciones, el muro con el que tanto soñaba Trump. Esta relación, sin duda, fue de perder–perder.