/ miércoles 18 de mayo de 2022

No necesitamos cubanos, en México tenemos héroes de batas blancas

Hiram Vela es un estudiante de medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México; va a la mitad de su carrera y ya sabe que el enorme esfuerzo que ha emprendido en los casi tres años de estudio son el inicio de un maratónico recorrido para obtener una plaza de médico en alguna institución pública o privada. Con el apoyo de sus papás ha podido ocupar material hasta donde sus recursos lo permiten, de los libros ni hablamos, ya que su única posibilidad es pasar horas adicionales en la biblioteca para forjarse en una profesión donde los errores no son permitidos. En poco tiempo tendrá que iniciar su servicio social en alguna zona alejada y peligrosa del país, sin paga, con mucho trabajo y con condiciones deplorables. Una vez que concluya le espera cursar especialidad, internados y, si le va bien, 11 años después de iniciar sus estudios podrá ejercer, lo cual, si lo hace en una institución de salud pública como residente, su sueldo no rebasará los 12 mil pesos a pesar de las jornadas extenuantes que tendrá que vivir adicional a todo el tiempo que ha dedicado Hiram al estudio.

México es uno de los países en el mundo con mayor número de muertes de personal médico durante la pandemia, ya que debido a la saturación por el COVID19 aunada a la falta de infraestructura e insumos para llevar a cabo su trabajo, la desprotección del personal de la salud fue evidente y constante al grado de que las jornadas se extendían inhumanamente y el apoyo institucional nunca llegó.

Si a alguien le debemos reconocer el esfuerzo, la dedicación y el sacrificio que sacó a flote al país durante este periodo oscuro de la humanidad, es al personal médico, ya que su vocación, compromiso social y pasión por lo que hacen no les permitió separarse ni un momento de los pacientes a pesar de las restricciones institucionales que existieron para que no se presentaran y no al revés como se ha dicho últimamente.

Ahora, tenemos la triste noticia de la contratación de 500 médicos cubanos bajo el argumento de la inexistencia de especialistas en zonas rurales, lo cual no sólo es alejado de la realidad, sino que es un golpe severo para un gremio que siempre ha apoyado al país poniendo su propia vida como escudo a cambio de cuidar la salud de los pacientes.

Aunque no se ha revelado la cifra que recibirá cada uno de estos médicos extranjeros, se estima que puede llegar a una erogación de 140 mil pesos por cada uno. En contraste, un médico general en el IMSS gana entre 8 mil y 9 mil pesos y en el ISSSTE entre 8 mil y 15 mil pesos, mientras que un especialista – que ya cursó más de 10 años de estudios – no gana más de 34 mil pesos en una institución pública, considerando además que la responsabilidad y jornadas son inhumanas.

Se señala que se contratan médicos de otros países porque los nuestros no quieren ir a zonas rurales, sin embargo, en los servicios sociales se envía a médicos, prácticamente sin sueldo, no sólo a zonas recónditas, sino en parajes donde la inseguridad es rampante y los pone en grave riesgo de perder la vida.

Por redes sociales hoy sabemos que hay, al menos 200 médicos en el IMSS sin contrato, otros tantos esperando un empleo fijo y miles sin trabajo clamando por una oportunidad. Tenemos médicos suficientes y, sobre todo, capaces, sin embargo, las condiciones laborales han sido precarias que, junto con las descalificaciones, hieren profundamente a nuestros auténticos médicos – héroes nacionales.

Como propuesta y en afán de construir, sería mejor llevar a cabo un padrón de médicos, de residentes, de estudiantes de medicina, saber quiénes están disponibles e invertir esas cantidades millonarias que se usan en traer médicos extranjeros, para mejorarles los salarios, dotarles de herramientas e insumos de primer nivel y de potenciar su educación con nuevas técnicas e instrumental en universidades públicas; ello atraerá más y mejores estudiantes para una mejor atención médica al país. No estamos para financiar a gobiernos extranjeros cuando nuestras y nuestros médicos mexicanos, gracias a su trabajo diario y compromiso eterno, se han ganado un lugar para vivir mejor.


Hiram Vela es un estudiante de medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México; va a la mitad de su carrera y ya sabe que el enorme esfuerzo que ha emprendido en los casi tres años de estudio son el inicio de un maratónico recorrido para obtener una plaza de médico en alguna institución pública o privada. Con el apoyo de sus papás ha podido ocupar material hasta donde sus recursos lo permiten, de los libros ni hablamos, ya que su única posibilidad es pasar horas adicionales en la biblioteca para forjarse en una profesión donde los errores no son permitidos. En poco tiempo tendrá que iniciar su servicio social en alguna zona alejada y peligrosa del país, sin paga, con mucho trabajo y con condiciones deplorables. Una vez que concluya le espera cursar especialidad, internados y, si le va bien, 11 años después de iniciar sus estudios podrá ejercer, lo cual, si lo hace en una institución de salud pública como residente, su sueldo no rebasará los 12 mil pesos a pesar de las jornadas extenuantes que tendrá que vivir adicional a todo el tiempo que ha dedicado Hiram al estudio.

México es uno de los países en el mundo con mayor número de muertes de personal médico durante la pandemia, ya que debido a la saturación por el COVID19 aunada a la falta de infraestructura e insumos para llevar a cabo su trabajo, la desprotección del personal de la salud fue evidente y constante al grado de que las jornadas se extendían inhumanamente y el apoyo institucional nunca llegó.

Si a alguien le debemos reconocer el esfuerzo, la dedicación y el sacrificio que sacó a flote al país durante este periodo oscuro de la humanidad, es al personal médico, ya que su vocación, compromiso social y pasión por lo que hacen no les permitió separarse ni un momento de los pacientes a pesar de las restricciones institucionales que existieron para que no se presentaran y no al revés como se ha dicho últimamente.

Ahora, tenemos la triste noticia de la contratación de 500 médicos cubanos bajo el argumento de la inexistencia de especialistas en zonas rurales, lo cual no sólo es alejado de la realidad, sino que es un golpe severo para un gremio que siempre ha apoyado al país poniendo su propia vida como escudo a cambio de cuidar la salud de los pacientes.

Aunque no se ha revelado la cifra que recibirá cada uno de estos médicos extranjeros, se estima que puede llegar a una erogación de 140 mil pesos por cada uno. En contraste, un médico general en el IMSS gana entre 8 mil y 9 mil pesos y en el ISSSTE entre 8 mil y 15 mil pesos, mientras que un especialista – que ya cursó más de 10 años de estudios – no gana más de 34 mil pesos en una institución pública, considerando además que la responsabilidad y jornadas son inhumanas.

Se señala que se contratan médicos de otros países porque los nuestros no quieren ir a zonas rurales, sin embargo, en los servicios sociales se envía a médicos, prácticamente sin sueldo, no sólo a zonas recónditas, sino en parajes donde la inseguridad es rampante y los pone en grave riesgo de perder la vida.

Por redes sociales hoy sabemos que hay, al menos 200 médicos en el IMSS sin contrato, otros tantos esperando un empleo fijo y miles sin trabajo clamando por una oportunidad. Tenemos médicos suficientes y, sobre todo, capaces, sin embargo, las condiciones laborales han sido precarias que, junto con las descalificaciones, hieren profundamente a nuestros auténticos médicos – héroes nacionales.

Como propuesta y en afán de construir, sería mejor llevar a cabo un padrón de médicos, de residentes, de estudiantes de medicina, saber quiénes están disponibles e invertir esas cantidades millonarias que se usan en traer médicos extranjeros, para mejorarles los salarios, dotarles de herramientas e insumos de primer nivel y de potenciar su educación con nuevas técnicas e instrumental en universidades públicas; ello atraerá más y mejores estudiantes para una mejor atención médica al país. No estamos para financiar a gobiernos extranjeros cuando nuestras y nuestros médicos mexicanos, gracias a su trabajo diario y compromiso eterno, se han ganado un lugar para vivir mejor.