/ martes 19 de enero de 2021

Mentiras modernas

CAJA CUÁNTICA


En 1942, en plena segunda guerra mundial, el historiador Alexander Koyré escribió: “Nunca se ha mentido tanto como en nuestros días. Ni de una manera tan vergonzosa, sistemática y constante”. Recién, en 1939, el régimen nazi había esparcido el conflicto bélico por Europa, después de preparase durante años, teniendo como leitmotiv la propaganda y la mentira.

Cuando Koyré escribió la obra “Reflexiones sobre la mentira”, la capital francesa ya estaba en manos de Hitler y los dos bandos que se disputaban la supremacía global peleaban en los cinco continentes, no solo con armas, sino también con “mentiras modernas”, como les llamaba el historiador.

La mentira moderna cuyo rasgo distintivo es, que se crea en masa y para las masas; fue utilizada por los regímenes totalitarios, particularmente en Alemania, Italia y Japón, para llevar hasta los límites aquellas “tendencias, actitudes y técnicas que existían mucho antes que ellos” para confrontar, decía Koyré.

Los eventos que ocurrieron en el Capitolio de los Estados Unidos, cuya tradición democrática es tan antigua como el país mismo, es una muestra de cómo la fórmula utilizada por los fascistas y los nazis continúa tan vigente como en aquellos tiempos y lleva años haciendo mella en los principios fundacionales de esa nación.

La “mayoría silenciosa” a la que apeló Richard Nixon para polarizar aún más el ambiente de la elección presidencial del convulso año 1968, es un segmento de la sociedad norteamericana que, desde la guerra civil, mantiene la retórica de la confrontación entre “ellos” y “nosotros”. La mejor manera de llevar la polarización hasta los extremos es volviéndola biológica.

Esas masas “silenciosas” antiliberales han sido activadas por las palabras que habían querido escuchar desde hace mucho tiempo: mentiras. Su líder, un hombre que miente para exacerbar las pasiones y profundizar en las divergencias; ha reivindicado los mitos y las fantasías racistas que este segmento poblacional mantiene y transmite. Así como los nazis y los fascistas se aprovecharon de las nuevas tecnologías como la radio y el cine para propagar las farsas, tanto en sus países como en las democracias occidentales; en la actualidad los líderes con pensamiento totalitario diseminan sus mentiras a través de las redes sociales, pero adicionalmente a lo que ocurría en el siglo pasado, recopilan nuestros datos para diseñar estrategias propagandísticas a una escala nunca vista.

Aunque originalmente se concibió un modelo autorregulatorio del internet como una forma de minimizar la intervención de los Estados y propiciar la libertad en el ciberespacio, es menester reflexionar sobre el peligro que implica la acumulación de poder e información por parte de corporaciones y líderes que mienten, polarizan y lucran para socavar la democracia. El papel que los Congresos nacionales deberán desarrollar en los próximos años será fundamental para alejar las tentaciones totalitarias. Es momento de iniciar el debate.

CAJA CUÁNTICA


En 1942, en plena segunda guerra mundial, el historiador Alexander Koyré escribió: “Nunca se ha mentido tanto como en nuestros días. Ni de una manera tan vergonzosa, sistemática y constante”. Recién, en 1939, el régimen nazi había esparcido el conflicto bélico por Europa, después de preparase durante años, teniendo como leitmotiv la propaganda y la mentira.

Cuando Koyré escribió la obra “Reflexiones sobre la mentira”, la capital francesa ya estaba en manos de Hitler y los dos bandos que se disputaban la supremacía global peleaban en los cinco continentes, no solo con armas, sino también con “mentiras modernas”, como les llamaba el historiador.

La mentira moderna cuyo rasgo distintivo es, que se crea en masa y para las masas; fue utilizada por los regímenes totalitarios, particularmente en Alemania, Italia y Japón, para llevar hasta los límites aquellas “tendencias, actitudes y técnicas que existían mucho antes que ellos” para confrontar, decía Koyré.

Los eventos que ocurrieron en el Capitolio de los Estados Unidos, cuya tradición democrática es tan antigua como el país mismo, es una muestra de cómo la fórmula utilizada por los fascistas y los nazis continúa tan vigente como en aquellos tiempos y lleva años haciendo mella en los principios fundacionales de esa nación.

La “mayoría silenciosa” a la que apeló Richard Nixon para polarizar aún más el ambiente de la elección presidencial del convulso año 1968, es un segmento de la sociedad norteamericana que, desde la guerra civil, mantiene la retórica de la confrontación entre “ellos” y “nosotros”. La mejor manera de llevar la polarización hasta los extremos es volviéndola biológica.

Esas masas “silenciosas” antiliberales han sido activadas por las palabras que habían querido escuchar desde hace mucho tiempo: mentiras. Su líder, un hombre que miente para exacerbar las pasiones y profundizar en las divergencias; ha reivindicado los mitos y las fantasías racistas que este segmento poblacional mantiene y transmite. Así como los nazis y los fascistas se aprovecharon de las nuevas tecnologías como la radio y el cine para propagar las farsas, tanto en sus países como en las democracias occidentales; en la actualidad los líderes con pensamiento totalitario diseminan sus mentiras a través de las redes sociales, pero adicionalmente a lo que ocurría en el siglo pasado, recopilan nuestros datos para diseñar estrategias propagandísticas a una escala nunca vista.

Aunque originalmente se concibió un modelo autorregulatorio del internet como una forma de minimizar la intervención de los Estados y propiciar la libertad en el ciberespacio, es menester reflexionar sobre el peligro que implica la acumulación de poder e información por parte de corporaciones y líderes que mienten, polarizan y lucran para socavar la democracia. El papel que los Congresos nacionales deberán desarrollar en los próximos años será fundamental para alejar las tentaciones totalitarias. Es momento de iniciar el debate.

ÚLTIMASCOLUMNAS