/ miércoles 23 de marzo de 2022

Mejorar, no eliminar las escuelas de tiempo completo

María de los Ángeles perdió a su papá cuando tenía 6 años, por eso sólo quedaron su mamá y ella solas en Tamaulipas, lugar donde el papá de María encontró un buen trabajo y se mudó junto con su mamá apenas dos meses después de casarse, por lo tanto, ni la familia de su mamá ni la de su papá se encontraban cerca de ellas para apoyarlas. Adriana, mamá de María, vio cómo sus ahorros se acababan y tendría que salir a trabajar para obtener el sustento, lo cual sería muy difícil porque no tenía a quien dejar el cuidado de su hija. En ese momento entró en vigor el Programa Escuelas de Tiempo Completo, lo que le permitió a María convivir más con sus amigos lo que le ayudó a soportar la tristeza y a su mamá salir a buscar trabajo porque ya tenía quien cuidará y atendiera a su hija.

Cuando nos referimos a funcionarios públicos, normalmente se nos acerca más la idea de teorías de poder y de política, que la relacionada con el servicio que deben dar para la población en general. Ello ha generado que en cargos de gran relevancia para mejorar las condiciones de vida de relevancia haya un enfoque mayor en la idea de conservar el poder, el cargo o el estatus, por encima de lo que pudiéramos dar como seres humanos en un lugar que es de privilegio. Tristemente, existen personas que consideran que el dinero del erario, los programas y hasta las oficinas en las que despachan les pertenecen. Nada más alejado de la realidad si consideramos que la fortuna de ser servidor o servidora pública se da a través de una decisión popular que nos coloca en esos espacios o, por lo menos, da a nuestros superiores la confianza de gobernarlos.

En México y muchos otros países difícilmente encontramos casos de políticas y programas que transiten entre dos periodos de gobierno distintos. De hecho, aún cuando los gobernantes pertenezcan al mismo partido, el simple cambio genera, desde cambio de colores institucionales, hasta destierro de políticas públicas aplicadas con mediano o gran éxito. Ello en el entendido que, desde la visión del poder, es un golpe en la mesa para dejar claro quién está gobernando. Esas “limpias” que se hacen con la llegada de una nueva administración incluye, desde luego, a personal que está más identificado con su trabajo que con un partido, lo cual es un craso error en momentos en que las transiciones deben hacerse sin errores y valorando el trabajo personal.

En el caso de las Escuelas de Tiempo Completo hay un consenso generalizado entre las fuerzas políticas que forman parte del Congreso de la Unión. En ese aspecto no han existido ni reproches ni defensas a ultranza, sino un trabajo legislativo enfocado en el análisis de resultados y de ponderación de beneficios frente a las desventajas que implica quitar de tajo un programa que ha demostrado con claridad sus buenos alcances.

Incluso, en el último informe de gobierno, el Titular Ejecutivo resaltó la importancia del programa y el impacto que tiene en la alimentación de miles de niñas, niños y adolescentes en nuestro país, convirtiéndose en un programa aliado de políticas públicas enfocadas en atender a la sociedad y, sobre todo, al sector que se encuentra en niveles de pobreza extrema.

Entendemos perfecto que no hay dinero que alcance para todas las necesidades que tenemos en el país, sin embargo, hacemos un llamado frontal a la recapacitación y reflexión respecto de la permanencia de las Escuelas de Tiempo Completo. Un llamado desde la conciliación y el compromiso de mantener un programa que beneficia a niñas, niños y adolescentes por la regularización y trabajo en temas que históricamente implican un rezago educativo, sino también porque representa un beneficio para los docentes quienes reciben una compensación por ese tiempo y, además, por las madres solteras y trabajadoras que pueden irse a ganar el sustento con la tranquilidad de que sus hijos están bien atendidos.

Incluso, desde cualquier postura política habremos de robustecer el programa con nuevas ideas, nuevos rubros, con atención deportiva, cultural, extendiendo el apoyo alimentario, a fin de que el programa redunde en mejores condiciones de vida e infancia mejor educada académicamente. Por ello esperamos que la cancelación de la Secretaría de Educación Pública en la Cámara de Diputados se transforme en una nueva fecha de diálogo para que todas y todos los involucrados encontremos la mejor salida para un programa cúspide en beneficio del pueblo de México.


María de los Ángeles perdió a su papá cuando tenía 6 años, por eso sólo quedaron su mamá y ella solas en Tamaulipas, lugar donde el papá de María encontró un buen trabajo y se mudó junto con su mamá apenas dos meses después de casarse, por lo tanto, ni la familia de su mamá ni la de su papá se encontraban cerca de ellas para apoyarlas. Adriana, mamá de María, vio cómo sus ahorros se acababan y tendría que salir a trabajar para obtener el sustento, lo cual sería muy difícil porque no tenía a quien dejar el cuidado de su hija. En ese momento entró en vigor el Programa Escuelas de Tiempo Completo, lo que le permitió a María convivir más con sus amigos lo que le ayudó a soportar la tristeza y a su mamá salir a buscar trabajo porque ya tenía quien cuidará y atendiera a su hija.

Cuando nos referimos a funcionarios públicos, normalmente se nos acerca más la idea de teorías de poder y de política, que la relacionada con el servicio que deben dar para la población en general. Ello ha generado que en cargos de gran relevancia para mejorar las condiciones de vida de relevancia haya un enfoque mayor en la idea de conservar el poder, el cargo o el estatus, por encima de lo que pudiéramos dar como seres humanos en un lugar que es de privilegio. Tristemente, existen personas que consideran que el dinero del erario, los programas y hasta las oficinas en las que despachan les pertenecen. Nada más alejado de la realidad si consideramos que la fortuna de ser servidor o servidora pública se da a través de una decisión popular que nos coloca en esos espacios o, por lo menos, da a nuestros superiores la confianza de gobernarlos.

En México y muchos otros países difícilmente encontramos casos de políticas y programas que transiten entre dos periodos de gobierno distintos. De hecho, aún cuando los gobernantes pertenezcan al mismo partido, el simple cambio genera, desde cambio de colores institucionales, hasta destierro de políticas públicas aplicadas con mediano o gran éxito. Ello en el entendido que, desde la visión del poder, es un golpe en la mesa para dejar claro quién está gobernando. Esas “limpias” que se hacen con la llegada de una nueva administración incluye, desde luego, a personal que está más identificado con su trabajo que con un partido, lo cual es un craso error en momentos en que las transiciones deben hacerse sin errores y valorando el trabajo personal.

En el caso de las Escuelas de Tiempo Completo hay un consenso generalizado entre las fuerzas políticas que forman parte del Congreso de la Unión. En ese aspecto no han existido ni reproches ni defensas a ultranza, sino un trabajo legislativo enfocado en el análisis de resultados y de ponderación de beneficios frente a las desventajas que implica quitar de tajo un programa que ha demostrado con claridad sus buenos alcances.

Incluso, en el último informe de gobierno, el Titular Ejecutivo resaltó la importancia del programa y el impacto que tiene en la alimentación de miles de niñas, niños y adolescentes en nuestro país, convirtiéndose en un programa aliado de políticas públicas enfocadas en atender a la sociedad y, sobre todo, al sector que se encuentra en niveles de pobreza extrema.

Entendemos perfecto que no hay dinero que alcance para todas las necesidades que tenemos en el país, sin embargo, hacemos un llamado frontal a la recapacitación y reflexión respecto de la permanencia de las Escuelas de Tiempo Completo. Un llamado desde la conciliación y el compromiso de mantener un programa que beneficia a niñas, niños y adolescentes por la regularización y trabajo en temas que históricamente implican un rezago educativo, sino también porque representa un beneficio para los docentes quienes reciben una compensación por ese tiempo y, además, por las madres solteras y trabajadoras que pueden irse a ganar el sustento con la tranquilidad de que sus hijos están bien atendidos.

Incluso, desde cualquier postura política habremos de robustecer el programa con nuevas ideas, nuevos rubros, con atención deportiva, cultural, extendiendo el apoyo alimentario, a fin de que el programa redunde en mejores condiciones de vida e infancia mejor educada académicamente. Por ello esperamos que la cancelación de la Secretaría de Educación Pública en la Cámara de Diputados se transforme en una nueva fecha de diálogo para que todas y todos los involucrados encontremos la mejor salida para un programa cúspide en beneficio del pueblo de México.