/ domingo 16 de agosto de 2020

La Ley Divina

VEO, ESCUCHO, PIENSO Y PROPONGO


Veo a muchos hermanos que se comportan con la vida de los demás como si no existiera una ley que dice: No matarás.

Veo a un grupo de señoras de la tercera edad totalmente en contra de la vida mostrando indiferencia al mandamiento: No matarás.

Y veo a legisladores haciéndose de la vista gorda como diciendo: son los derechos, el pueblo lo pide, y este mandamiento aquí no cuenta.

Escucho a hombres y mujeres decir que no creen en Dios, por lo tanto, piensan que el mandamiento “No matarás” no es para ellos. Están totalmente equivocados, pues el mandamiento es para todos, hombres y mujeres que hemos ve- nido a este mundo.

Escucho a legisladores decir que no son parte de la Iglesia, por eso favorecen el aborto; piensan que pueden robar, matar, maltratar porque no son parte de la Iglesia.

Y escucho abundantes voces expresando no conocer la ley divina, expresando su desprecio y su desinterés en conocerla para no sentirse obligados a llevar una vida moralmente sana.

Pienso que la vida humana ha de ser entendida como sagrada, porque desde su inicio es fruto de la acción creadora de Dios y permanece siempre en una especial relación con el creador, su único fin. Solo Dios es Señor de la Vida desde su comienzo hasta su término, nadie en ninguna circunstancia puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente.

Pienso en lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “Los Diez Mandamientos” para expresar los deberes fundamentales del hombre hacia Dios y hacia su prójimo, revelan en su contenido primordial obligaciones graves. Son básicamente inmutables y su obligación vale siempre en todas partes. Nadie podría dispensar de ellos. Los diez mandamientos están grabados por Dios en el corazón del ser humano.

Y pienso que quien nos dio la vida nos dio la ley: “No matarás” y por el hecho de vivir en este mundo estamos obligados a cumplir esta ley; y de acuerdo con esta ley entregaremos cuentas.

Unos paisanos se fueron de vacaciones a Italia y por no observar la ley fueron multados; los paisanos dijeron: “no somos italianos, y les contestaron: están en Italia y por tanto obligados a guardar la ley de aquí”.

Así nosotros, ya estamos en este mundo y estamos obligados a guardar la ley del que nos dio la vida, creamos o no creamos en ÉL.

Propongo pensemos en ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A qué vine? ¿A dónde voy? Propongo busquemos el diálogo para aclarar nuestras dudas, ahora que es tiempo.

Y propongo meditemos en serio la ley divina: “No matarás”

VEO, ESCUCHO, PIENSO Y PROPONGO


Veo a muchos hermanos que se comportan con la vida de los demás como si no existiera una ley que dice: No matarás.

Veo a un grupo de señoras de la tercera edad totalmente en contra de la vida mostrando indiferencia al mandamiento: No matarás.

Y veo a legisladores haciéndose de la vista gorda como diciendo: son los derechos, el pueblo lo pide, y este mandamiento aquí no cuenta.

Escucho a hombres y mujeres decir que no creen en Dios, por lo tanto, piensan que el mandamiento “No matarás” no es para ellos. Están totalmente equivocados, pues el mandamiento es para todos, hombres y mujeres que hemos ve- nido a este mundo.

Escucho a legisladores decir que no son parte de la Iglesia, por eso favorecen el aborto; piensan que pueden robar, matar, maltratar porque no son parte de la Iglesia.

Y escucho abundantes voces expresando no conocer la ley divina, expresando su desprecio y su desinterés en conocerla para no sentirse obligados a llevar una vida moralmente sana.

Pienso que la vida humana ha de ser entendida como sagrada, porque desde su inicio es fruto de la acción creadora de Dios y permanece siempre en una especial relación con el creador, su único fin. Solo Dios es Señor de la Vida desde su comienzo hasta su término, nadie en ninguna circunstancia puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente.

Pienso en lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “Los Diez Mandamientos” para expresar los deberes fundamentales del hombre hacia Dios y hacia su prójimo, revelan en su contenido primordial obligaciones graves. Son básicamente inmutables y su obligación vale siempre en todas partes. Nadie podría dispensar de ellos. Los diez mandamientos están grabados por Dios en el corazón del ser humano.

Y pienso que quien nos dio la vida nos dio la ley: “No matarás” y por el hecho de vivir en este mundo estamos obligados a cumplir esta ley; y de acuerdo con esta ley entregaremos cuentas.

Unos paisanos se fueron de vacaciones a Italia y por no observar la ley fueron multados; los paisanos dijeron: “no somos italianos, y les contestaron: están en Italia y por tanto obligados a guardar la ley de aquí”.

Así nosotros, ya estamos en este mundo y estamos obligados a guardar la ley del que nos dio la vida, creamos o no creamos en ÉL.

Propongo pensemos en ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A qué vine? ¿A dónde voy? Propongo busquemos el diálogo para aclarar nuestras dudas, ahora que es tiempo.

Y propongo meditemos en serio la ley divina: “No matarás”

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