/ martes 18 de junio de 2019

La historia se repite

John Foster Dulles, exsecretario de estado con Eisenhower, no inventó el hilo negro al declarar que “Estados Unidos no tiene amigos, solo intereses”. El comportamiento diplomático de nuestro vecino del norte siempre ha sido así. Solo hacer falta conocer un poco de la historia de esta tormentosa relación bilateral, y como, en la mayor parte de las situaciones, el desenlace termina siendo negativo para nuestro país, baste recordar como en el siglo XIX perdimos la mitad de nuestro territorio durante el gobierno de Antonio López de Santa Anna, después de una guerra desigual que concluyó con la firma del Tratado Guadalupe Hidalgo, que en ese entonces se denominó “Tratado de Paz, Amistad y Arreglo Definitivo entre los Estados Unidos Mexicanos y los Estados Unidos de América”.

Hace unos días, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, decidió lanzar una amenaza ante el creciente fenómeno migratorio que, aseguró, está siendo solapado por las autoridades de nuestro país, por lo que, para obligar a actuar al gobierno mexicano, amenazó con imponer aranceles progresivamente a los productos mexicanos que ingresan a ese país, iniciando con el 5% a partir del 10 de junio.

Es cierto que el ultimátum no podía ser desatendido, pero a la luz de los resultados obtenidos en las negociaciones con Washington, se dejaron de considerar varias circunstancias importantes:

1. La postura de Trump es eminentemente electorera;

2. La imposición de aranceles afectaría más a los consumidores estadounidenses que a los productores mexicanos;

3. Jamás se pensó en la alternativa de imponer aranceles espejo, como sí lo hizo, en 2009, el gobierno mexicano encabezado por el presidente Felipe Calderón, quien decidió imponer aranceles a 90 productos agrícolas e industriales importados por Estados Unidos a nuestro país.

Aunque la situación parecía eminentemente comercial, evidentemente tenía un fondo político importante, por lo que el presidente López Obrador designó al secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, como jefe de la misión para las negociaciones con el gobierno estadounidense intentando resolver el diferendo.

En virtud de que el gobierno de Estados Unidos, no mostraba interés en dialogar con los emisarios mexicanos, el presidente convocó a un acto de unidad nacional a celebrarse el sábado 6 de junio en Tijuana, el cual no se suspendió a pesar de que el viernes 5 ya se había firmado un “acuerdo”.

Poco ha trascendido del famoso acuerdo, y de lo que se sabe, podemos inferir que López Obrador se comprometió a convertirse, en los hechos, en tercer país seguro, y acoger a quienes busquen asilo en EU hasta que ese país declare la aceptación de la solicitud.

Si bien la decisión era complicada, se optó por la forma más fácil y más indigna para enfrentar el problema, porque no hubo ni el talento, ni la determinación para asumir una postura que reivindicara la soberanía nacional.

Parece que este gobierno está empeñado en repetir la historia de sumisión y entreguismo de otros personajes, cuyo deshonor ha trascendido la historia.

John Foster Dulles, exsecretario de estado con Eisenhower, no inventó el hilo negro al declarar que “Estados Unidos no tiene amigos, solo intereses”. El comportamiento diplomático de nuestro vecino del norte siempre ha sido así. Solo hacer falta conocer un poco de la historia de esta tormentosa relación bilateral, y como, en la mayor parte de las situaciones, el desenlace termina siendo negativo para nuestro país, baste recordar como en el siglo XIX perdimos la mitad de nuestro territorio durante el gobierno de Antonio López de Santa Anna, después de una guerra desigual que concluyó con la firma del Tratado Guadalupe Hidalgo, que en ese entonces se denominó “Tratado de Paz, Amistad y Arreglo Definitivo entre los Estados Unidos Mexicanos y los Estados Unidos de América”.

Hace unos días, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, decidió lanzar una amenaza ante el creciente fenómeno migratorio que, aseguró, está siendo solapado por las autoridades de nuestro país, por lo que, para obligar a actuar al gobierno mexicano, amenazó con imponer aranceles progresivamente a los productos mexicanos que ingresan a ese país, iniciando con el 5% a partir del 10 de junio.

Es cierto que el ultimátum no podía ser desatendido, pero a la luz de los resultados obtenidos en las negociaciones con Washington, se dejaron de considerar varias circunstancias importantes:

1. La postura de Trump es eminentemente electorera;

2. La imposición de aranceles afectaría más a los consumidores estadounidenses que a los productores mexicanos;

3. Jamás se pensó en la alternativa de imponer aranceles espejo, como sí lo hizo, en 2009, el gobierno mexicano encabezado por el presidente Felipe Calderón, quien decidió imponer aranceles a 90 productos agrícolas e industriales importados por Estados Unidos a nuestro país.

Aunque la situación parecía eminentemente comercial, evidentemente tenía un fondo político importante, por lo que el presidente López Obrador designó al secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, como jefe de la misión para las negociaciones con el gobierno estadounidense intentando resolver el diferendo.

En virtud de que el gobierno de Estados Unidos, no mostraba interés en dialogar con los emisarios mexicanos, el presidente convocó a un acto de unidad nacional a celebrarse el sábado 6 de junio en Tijuana, el cual no se suspendió a pesar de que el viernes 5 ya se había firmado un “acuerdo”.

Poco ha trascendido del famoso acuerdo, y de lo que se sabe, podemos inferir que López Obrador se comprometió a convertirse, en los hechos, en tercer país seguro, y acoger a quienes busquen asilo en EU hasta que ese país declare la aceptación de la solicitud.

Si bien la decisión era complicada, se optó por la forma más fácil y más indigna para enfrentar el problema, porque no hubo ni el talento, ni la determinación para asumir una postura que reivindicara la soberanía nacional.

Parece que este gobierno está empeñado en repetir la historia de sumisión y entreguismo de otros personajes, cuyo deshonor ha trascendido la historia.

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