/ miércoles 14 de agosto de 2019

La división también es violencia

“Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces; pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos” – Martin Luther King.

No hay nada más lamentable que escribir un documento donde más bien parece un recuento de muertos y heridos ocasionados por el odio. Resulta contra la verdadera naturaleza humana el matar por matar; parece que, a pesar de los enormes avances tecnológicos y científicos, nos hemos convertido en una sociedad ensimismada que aleja a los otros de sí en un afán egoísta o sin sentido.

En lo que va de este 2019, en Estados Unidos de América, uno de los países que se ufana de tener niveles de inseguridad muy bajos, además de toda la infraestructura que un país desarrollado debe tener, se han contabilizado cerca de 250 tiroteos en todo el territorio, lo que se ha traducido en casi un millar de víctimas, de las cuales, un cuarto de ellas ha sido mortal.

Independientemente de que todas y cada una de esas personas resulta de la mayor importancia, la conmoción llegó a nuestro territorio con el último ataque en El Paso, Texas, generando 22 fallecidos y 25 heridos. De esas víctimas mortales, 8 eran mexicanos, quienes, sabemos que, además de ser una ciudad fronteriza con México, posee un número relevante de población de origen mexicano, ya sea recién llegados o, incluso, ciudadanos estadounidenses.

En este caso en particular y, en otros más, se ha logrado detener a los perpetradores, quienes han asegurado que el motivo del ataque está basado en el racismo y la idea del nacionalismo blanco, adicionado con la venta indiscriminada de armas de alto poder a, prácticamente cualquier persona que acuda a tiendas departamentales.

Lo peor es que la siembra de ese odio racial proviene de líderes sociales, religiosos y, lamentablemente, políticos como el Presidente de ese país, quien ha basado sus campañas permanentes en el discurso de odio y de la criminalización de migrantes, a pesar de que son ellos quienes sostienen económicamente al país con la esperanza de tener una vida mejor para sus familias.

Lo más grave de eso es que ese discurso estéril, absurdo, oscuro, inquietante, deleznable y a todas luces inadecuado, se está replicando en varias partes del mundo como si se tratase de una estrategia efectiva de campaña o de gobierno.

Hoy parece que dividir entre blancos y negros (latinos o migrantes en general), entre conservadores y liberales, entre jóvenes y viejos y, por supuesto, entre “chairos” y “fifis”, es el discurso reinante para mantenerse en el poder, para satisfacer caprichos y para seguir engañando, sin saber que están sembrando una semilla violenta que objetiviza al prójimo y descalifica al hermano que tiene consecuencias funestas como este tipo de actos atroces y cobardes.

Ya basta de dividir; ya es momento que actúen como verdaderos estadistas y se dejen de falacias que confunden y confrontan a personas que lo único que han hecho es colocar su esperanza para que las cosas mejores. Si seguimos por el mismo camino vamos directo a la ruta de mantener la violencia y no erradicarla como se prometió.

“Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces; pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos” – Martin Luther King.

No hay nada más lamentable que escribir un documento donde más bien parece un recuento de muertos y heridos ocasionados por el odio. Resulta contra la verdadera naturaleza humana el matar por matar; parece que, a pesar de los enormes avances tecnológicos y científicos, nos hemos convertido en una sociedad ensimismada que aleja a los otros de sí en un afán egoísta o sin sentido.

En lo que va de este 2019, en Estados Unidos de América, uno de los países que se ufana de tener niveles de inseguridad muy bajos, además de toda la infraestructura que un país desarrollado debe tener, se han contabilizado cerca de 250 tiroteos en todo el territorio, lo que se ha traducido en casi un millar de víctimas, de las cuales, un cuarto de ellas ha sido mortal.

Independientemente de que todas y cada una de esas personas resulta de la mayor importancia, la conmoción llegó a nuestro territorio con el último ataque en El Paso, Texas, generando 22 fallecidos y 25 heridos. De esas víctimas mortales, 8 eran mexicanos, quienes, sabemos que, además de ser una ciudad fronteriza con México, posee un número relevante de población de origen mexicano, ya sea recién llegados o, incluso, ciudadanos estadounidenses.

En este caso en particular y, en otros más, se ha logrado detener a los perpetradores, quienes han asegurado que el motivo del ataque está basado en el racismo y la idea del nacionalismo blanco, adicionado con la venta indiscriminada de armas de alto poder a, prácticamente cualquier persona que acuda a tiendas departamentales.

Lo peor es que la siembra de ese odio racial proviene de líderes sociales, religiosos y, lamentablemente, políticos como el Presidente de ese país, quien ha basado sus campañas permanentes en el discurso de odio y de la criminalización de migrantes, a pesar de que son ellos quienes sostienen económicamente al país con la esperanza de tener una vida mejor para sus familias.

Lo más grave de eso es que ese discurso estéril, absurdo, oscuro, inquietante, deleznable y a todas luces inadecuado, se está replicando en varias partes del mundo como si se tratase de una estrategia efectiva de campaña o de gobierno.

Hoy parece que dividir entre blancos y negros (latinos o migrantes en general), entre conservadores y liberales, entre jóvenes y viejos y, por supuesto, entre “chairos” y “fifis”, es el discurso reinante para mantenerse en el poder, para satisfacer caprichos y para seguir engañando, sin saber que están sembrando una semilla violenta que objetiviza al prójimo y descalifica al hermano que tiene consecuencias funestas como este tipo de actos atroces y cobardes.

Ya basta de dividir; ya es momento que actúen como verdaderos estadistas y se dejen de falacias que confunden y confrontan a personas que lo único que han hecho es colocar su esperanza para que las cosas mejores. Si seguimos por el mismo camino vamos directo a la ruta de mantener la violencia y no erradicarla como se prometió.