/ martes 4 de mayo de 2021

LA CRISIS EDUCATIVA PRODUCIDA POR LA COVID: EL FUTURO QUE NOS ESPERA

Desde que empezó la pandemia, nuestras preocupaciones se han centrado en dos temas, que, desde luego, son de suma importancia. Por un lado, la crisis sanitaria que ya ha cobrado la vida de casi 225 mil personas; y por otro, el derrumbe de la economía que cerró el 2020 con una caída histórica del 8.5%.

Estos problemas sin duda son prioritarios, pero es momento de enfocarnos en un tema no menos central que los anteriores, y quizá de mayor trascendencia para el futuro del país, la educación.

No pretendemos olvidar que la educación en México se ha venido deteriorando desde hace años por diversas razones, mayormente de fondo político, no obstante, el daño se ha acrecentado a pasos acelerados con el gobierno que actualmente está a la cabeza de nuestro país.

Uno de los aspectos motivo de estudio de la Encuesta para la Medición del Impacto COVID-19 en la Educación (ECOVID-ED) 2020, fue identificar el impacto de la pandemia en la dinámica educativa del país y los resultados son más que preocupantes.

La encuesta arrojó, entre otros datos, que 5.2 millones de estudiantes ya no se inscribieron para cursar el ciclo escolar 2020-2021 por causas asociadas a la pandemia: 2.3 millones no se inscribieron por cuestiones relativas a la COVID-19 y 2.9 por millones dejaron la escuela debido a su necesidad trabajar o por falta de recursos económicos de sus familias para seguir costeando sus estudios.

Claramente, la política educativa de la 4T está pensada para disminuir paulatinamente las capacidades competitivas de los educandos y hacerlos más dependientes de las prebendas del gobierno, y dejarlos sin voluntad y sin capacidad para analizar la realidad del país, y enfrentarla.

No por nada este gobierno ha recortado sustancialmente los recursos asignados a programas estructurales para la educación básica para reorientarlos a programas asistencialistas en forma de becas y apoyos diversos, por cierto, sin reglas de operación. Y lo peor, revertir la reforma educativa, eliminar la evaluación docente y dejar en manos de los sindicatos y de una secretaria de educación sumisa, las decisiones de la política educativa del país, afectando gravemente la ya de por sí deficiente calidad de la educación pública de México.

La incapacidad de las autoridades educativas se evidenció, cuando, debido a la pandemia, las escuelas debieron cerrarse y se implementaron, de manera totalmente improvisada, las clases virtuales, sin analizar y diferenciar adecuadamente los contenidos, ni a quien iban dirigidos, tampoco se tomó en cuenta la falta de conectividad e incluso de electricidad en muchas zonas del país, y sin considerar, que los maestros no estarían físicamente frente al grupo, lo que empobrecería la guía y orientación que los alumnos solo pueden recibir de sus maestros de manera personal, aunado a la falta de capacitación de éstos para enfrentar el reto. Las autoridades simplemente asumieron que las clases presenciales son igual que las impartidas de manera virtual.

Cuando esta toda esta tragedia pase, nos daremos cuenta del ensanchamiento de la brecha de desigualdad entre los que tuvieron la oportunidad de continuar sus estudios y los que no; esto sin duda marcará el futuro de México, y lo veremos reflejado en el desarrollo nacional.

Muchos ya hablan de una nueva generación pérdida similar a la de la posguerra, caracterizada por la pérdida de valores y con cierta proclividad a asociarse a formas de vida que les permita satisfacer sus necesidades de la forma más rápida posible, sin importar si se viola la ley o no.

Sin embargo, de nosotros y de nuestro actuar depende que la mayoría de las niñas, niños y adolescentes del México, sigan siendo nuestra esperanza presente, que consiga reencauzar el camino de nuestra Patria hacia el bien común, a pesar de la pandemia.

Desde que empezó la pandemia, nuestras preocupaciones se han centrado en dos temas, que, desde luego, son de suma importancia. Por un lado, la crisis sanitaria que ya ha cobrado la vida de casi 225 mil personas; y por otro, el derrumbe de la economía que cerró el 2020 con una caída histórica del 8.5%.

Estos problemas sin duda son prioritarios, pero es momento de enfocarnos en un tema no menos central que los anteriores, y quizá de mayor trascendencia para el futuro del país, la educación.

No pretendemos olvidar que la educación en México se ha venido deteriorando desde hace años por diversas razones, mayormente de fondo político, no obstante, el daño se ha acrecentado a pasos acelerados con el gobierno que actualmente está a la cabeza de nuestro país.

Uno de los aspectos motivo de estudio de la Encuesta para la Medición del Impacto COVID-19 en la Educación (ECOVID-ED) 2020, fue identificar el impacto de la pandemia en la dinámica educativa del país y los resultados son más que preocupantes.

La encuesta arrojó, entre otros datos, que 5.2 millones de estudiantes ya no se inscribieron para cursar el ciclo escolar 2020-2021 por causas asociadas a la pandemia: 2.3 millones no se inscribieron por cuestiones relativas a la COVID-19 y 2.9 por millones dejaron la escuela debido a su necesidad trabajar o por falta de recursos económicos de sus familias para seguir costeando sus estudios.

Claramente, la política educativa de la 4T está pensada para disminuir paulatinamente las capacidades competitivas de los educandos y hacerlos más dependientes de las prebendas del gobierno, y dejarlos sin voluntad y sin capacidad para analizar la realidad del país, y enfrentarla.

No por nada este gobierno ha recortado sustancialmente los recursos asignados a programas estructurales para la educación básica para reorientarlos a programas asistencialistas en forma de becas y apoyos diversos, por cierto, sin reglas de operación. Y lo peor, revertir la reforma educativa, eliminar la evaluación docente y dejar en manos de los sindicatos y de una secretaria de educación sumisa, las decisiones de la política educativa del país, afectando gravemente la ya de por sí deficiente calidad de la educación pública de México.

La incapacidad de las autoridades educativas se evidenció, cuando, debido a la pandemia, las escuelas debieron cerrarse y se implementaron, de manera totalmente improvisada, las clases virtuales, sin analizar y diferenciar adecuadamente los contenidos, ni a quien iban dirigidos, tampoco se tomó en cuenta la falta de conectividad e incluso de electricidad en muchas zonas del país, y sin considerar, que los maestros no estarían físicamente frente al grupo, lo que empobrecería la guía y orientación que los alumnos solo pueden recibir de sus maestros de manera personal, aunado a la falta de capacitación de éstos para enfrentar el reto. Las autoridades simplemente asumieron que las clases presenciales son igual que las impartidas de manera virtual.

Cuando esta toda esta tragedia pase, nos daremos cuenta del ensanchamiento de la brecha de desigualdad entre los que tuvieron la oportunidad de continuar sus estudios y los que no; esto sin duda marcará el futuro de México, y lo veremos reflejado en el desarrollo nacional.

Muchos ya hablan de una nueva generación pérdida similar a la de la posguerra, caracterizada por la pérdida de valores y con cierta proclividad a asociarse a formas de vida que les permita satisfacer sus necesidades de la forma más rápida posible, sin importar si se viola la ley o no.

Sin embargo, de nosotros y de nuestro actuar depende que la mayoría de las niñas, niños y adolescentes del México, sigan siendo nuestra esperanza presente, que consiga reencauzar el camino de nuestra Patria hacia el bien común, a pesar de la pandemia.

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