/ jueves 15 de agosto de 2019

La crisis de los universitarios

Gary Becker (1964) afirmó que los conocimientos y las habilidades que poseen las personas son la base de la productividad de las economías modernas y, como consecuencia, el capital humano se convierte en un bien privado que proporciona beneficios tanto al individuo como a la sociedad.

Pero el beneficio de asistir a la educación superior en México es un privilegio de pocos. Según la OCDE en el documento “Panorama de la educación 2018” revela que en nuestro país únicamente el 17.4% tiene educación terciaria, en comparación Japón tiene el 54.1% y Estados Unidos (EU) 46.4%, así solo 2 de cada 10 mexicanos tienen acceso a la universidad.

El objetivo es acceder a una vida digna, pero actualmente se ha roto el paradigma, la población más preparada se enfrenta al desempleo y a salarios miserables. Manpower Group afirma que 46% de los desempleados cuentan con estudios de educación media y superior; al mismo tiempo el año pasado 7 de cada 10 jóvenes ganaba entre uno y tres salarios mínimos, tendencia que continúa en 2019.

Un país basa su desarrollo gracias a su capital humano, haciéndolo más competitivo y generando más riqueza, pero corresponde al Estado que la distribución de la misma sea equitativa, así como exigir a las empresas transnacionales que mejoren sus salarios.

Además, en el marco de la Revolución Industrial 4.0 es fundamental apostar por educación enfocada en tecnología e innovación, ya que no todas las carreras universitarias son bien pagadas ni demandadas en el mercado laboral.

Por ejemplo, carreras tradicionales como Contabilidad, Derecho y Administración se encuentran saturadas, causando el abaratamiento de los puestos de trabajo. La elección es de los jóvenes que tendrán que empatar su vocación tomando en cuenta el panorama de la profesión a estudiar. Otro punto esencial es la inversión que hace el Gobierno; y esta cuestión representa un desafío al presupuesto, pues cada año la matrícula va en aumento. Integralia arroja datos contundentes: el número de alumnos en las 34 universidades estatales pasó de 1 millón 252 mil en 1990, a 3 millones 865 mil inscritos en 2017 y la planta académica creció en 195%, pero el presupuesto de 2015 a 2017 disminuyó, en promedio, 11% anual en términos reales.

Los gobiernos han implementado diferentes estrategias, por ejemplo en EU la carga de los gastos es mayoritariamente para las familias. El dato de su Reserva Federal menciona que cuatro de cada diez graduados universitarios deben devolver algún tipo de préstamo. El total de la deuda acaba de superar los 1.5 billones de dólares.

En México la educación superior es financiada por el Estado, brindando opciones de educación gratuita (aunque limitada), pero el problema es que los recursos no han crecido este año (el Presupuesto de Egresos de la Federación contempla para educación superior 120'258,965.409 mdp) a los que recordemos hubo un ajuste luego de los reclamos por el recorte del proyecto.

La educación superior tendrá que aumentar su financiamiento propio, ser más eficiente en el gasto y ofertar carreras vanguardistas, de lo contrario el futuro de los jóvenes y de la nación es gris.

Gary Becker (1964) afirmó que los conocimientos y las habilidades que poseen las personas son la base de la productividad de las economías modernas y, como consecuencia, el capital humano se convierte en un bien privado que proporciona beneficios tanto al individuo como a la sociedad.

Pero el beneficio de asistir a la educación superior en México es un privilegio de pocos. Según la OCDE en el documento “Panorama de la educación 2018” revela que en nuestro país únicamente el 17.4% tiene educación terciaria, en comparación Japón tiene el 54.1% y Estados Unidos (EU) 46.4%, así solo 2 de cada 10 mexicanos tienen acceso a la universidad.

El objetivo es acceder a una vida digna, pero actualmente se ha roto el paradigma, la población más preparada se enfrenta al desempleo y a salarios miserables. Manpower Group afirma que 46% de los desempleados cuentan con estudios de educación media y superior; al mismo tiempo el año pasado 7 de cada 10 jóvenes ganaba entre uno y tres salarios mínimos, tendencia que continúa en 2019.

Un país basa su desarrollo gracias a su capital humano, haciéndolo más competitivo y generando más riqueza, pero corresponde al Estado que la distribución de la misma sea equitativa, así como exigir a las empresas transnacionales que mejoren sus salarios.

Además, en el marco de la Revolución Industrial 4.0 es fundamental apostar por educación enfocada en tecnología e innovación, ya que no todas las carreras universitarias son bien pagadas ni demandadas en el mercado laboral.

Por ejemplo, carreras tradicionales como Contabilidad, Derecho y Administración se encuentran saturadas, causando el abaratamiento de los puestos de trabajo. La elección es de los jóvenes que tendrán que empatar su vocación tomando en cuenta el panorama de la profesión a estudiar. Otro punto esencial es la inversión que hace el Gobierno; y esta cuestión representa un desafío al presupuesto, pues cada año la matrícula va en aumento. Integralia arroja datos contundentes: el número de alumnos en las 34 universidades estatales pasó de 1 millón 252 mil en 1990, a 3 millones 865 mil inscritos en 2017 y la planta académica creció en 195%, pero el presupuesto de 2015 a 2017 disminuyó, en promedio, 11% anual en términos reales.

Los gobiernos han implementado diferentes estrategias, por ejemplo en EU la carga de los gastos es mayoritariamente para las familias. El dato de su Reserva Federal menciona que cuatro de cada diez graduados universitarios deben devolver algún tipo de préstamo. El total de la deuda acaba de superar los 1.5 billones de dólares.

En México la educación superior es financiada por el Estado, brindando opciones de educación gratuita (aunque limitada), pero el problema es que los recursos no han crecido este año (el Presupuesto de Egresos de la Federación contempla para educación superior 120'258,965.409 mdp) a los que recordemos hubo un ajuste luego de los reclamos por el recorte del proyecto.

La educación superior tendrá que aumentar su financiamiento propio, ser más eficiente en el gasto y ofertar carreras vanguardistas, de lo contrario el futuro de los jóvenes y de la nación es gris.