/ miércoles 10 de febrero de 2021

La Covid-19 nos ha cimbrado y en lo más profundo

LA EPIDEMIA DE UNA NUEVA ENFERMEDAD


Alejandro Efraín Benítez Herrera


Esta pandemia, sobre cualquier otra calamidad de la naturaleza, ha trastocado al mundo en su totalidad. Una humanidad que pensaba tener todo bajo su control, donde la Tecné estaba aparentemente por encima de cualquier cosa.

El hombre está frente a la peor epidemia de la que se tenga noticia, ni siquiera la peste medieval o la gripe española de 1918, se puede comparar con lo que hoy se vive, el SARS-CoV-2 tiene hoy día a la humanidad de hinojos.

A pesar de las pantallas de plasma, de la inteligencia artificial, de la telemedicina y otros portentos científicos y tecnológicos, este pequeño ente inanimado, nos ha mostrado desnudos, tal como somos y nos ha permitido percibir con todos nuestros sentidos la presencia de la enfermedad y de la muerte.

Se abrió un hueco, que tan afanosamente se había tratado de cerrar y tapar con la tecnología la cual, dicho sea de paso, ayudó a crear un fantástico mundo ideal, el mundo sin dolor y de la inmediatez, el del placer por el placer, del hedonismo sin sentido, un mundo de placer, que se fue transformado en un goce que es paralizador.

Pero este virus nos ha cimbrado hasta lo más profundo y el placer lo ha trastocado en dolor y muerte; la inmediatez la ha convertido en una cama de hospital, donde se postra un cuerpo sofocado, que requiere de una inservible tecnología, para en ocasiones, llevar sin resultado, oxígeno a un cuerpo derrotado por lo más simple que la naturaleza ha creado, un virus.

El SARS-CoV-2 ha demolido sin piedad, las construcciones psíquicas, tan afanosamente levantadas por este hombre postmoderno; el virus derrumbó, como un sismo derrumba las construcciones de concreto, ese mundo fantástico de pixeles, ha caído abruptamente como un despojo.

La pandemia, como el sismo, hace que la Pacha Mama se abra intempestivamente y sin aviso, engullendo literal y simbólicamente al hombre.

Esa apertura de golpe de la hiancia, le muestra al individuo y a su sujeto, el mundo real y lo real del mundo, hecho que desde hace tiempo se había negado a ver y eso en verdad le horroriza. Le asusta el poder sentir los dolores que muerden su carne y percibir los olores de la carne pútrida, que ofenden sus sentidos.

En la siguiente entrega concluiré el abordaje a la contingencia sanitaria mundial, los retos que nos ha impuesto, así como sus implicaciones en todos los rubros del acontecer diario.

LA EPIDEMIA DE UNA NUEVA ENFERMEDAD


Alejandro Efraín Benítez Herrera


Esta pandemia, sobre cualquier otra calamidad de la naturaleza, ha trastocado al mundo en su totalidad. Una humanidad que pensaba tener todo bajo su control, donde la Tecné estaba aparentemente por encima de cualquier cosa.

El hombre está frente a la peor epidemia de la que se tenga noticia, ni siquiera la peste medieval o la gripe española de 1918, se puede comparar con lo que hoy se vive, el SARS-CoV-2 tiene hoy día a la humanidad de hinojos.

A pesar de las pantallas de plasma, de la inteligencia artificial, de la telemedicina y otros portentos científicos y tecnológicos, este pequeño ente inanimado, nos ha mostrado desnudos, tal como somos y nos ha permitido percibir con todos nuestros sentidos la presencia de la enfermedad y de la muerte.

Se abrió un hueco, que tan afanosamente se había tratado de cerrar y tapar con la tecnología la cual, dicho sea de paso, ayudó a crear un fantástico mundo ideal, el mundo sin dolor y de la inmediatez, el del placer por el placer, del hedonismo sin sentido, un mundo de placer, que se fue transformado en un goce que es paralizador.

Pero este virus nos ha cimbrado hasta lo más profundo y el placer lo ha trastocado en dolor y muerte; la inmediatez la ha convertido en una cama de hospital, donde se postra un cuerpo sofocado, que requiere de una inservible tecnología, para en ocasiones, llevar sin resultado, oxígeno a un cuerpo derrotado por lo más simple que la naturaleza ha creado, un virus.

El SARS-CoV-2 ha demolido sin piedad, las construcciones psíquicas, tan afanosamente levantadas por este hombre postmoderno; el virus derrumbó, como un sismo derrumba las construcciones de concreto, ese mundo fantástico de pixeles, ha caído abruptamente como un despojo.

La pandemia, como el sismo, hace que la Pacha Mama se abra intempestivamente y sin aviso, engullendo literal y simbólicamente al hombre.

Esa apertura de golpe de la hiancia, le muestra al individuo y a su sujeto, el mundo real y lo real del mundo, hecho que desde hace tiempo se había negado a ver y eso en verdad le horroriza. Le asusta el poder sentir los dolores que muerden su carne y percibir los olores de la carne pútrida, que ofenden sus sentidos.

En la siguiente entrega concluiré el abordaje a la contingencia sanitaria mundial, los retos que nos ha impuesto, así como sus implicaciones en todos los rubros del acontecer diario.

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