LA EPIDEMIA DE UNA NUEVA ENFERMEDAD
Efraín Benítez Herrera
Estamos hoy a un año del reporte de los primeros casos de pacientes afectados por el SARS-CoV-2, a casi 11 meses del primer caso en México, a 10 del primer paciente fallecido en el país, a nueve meses de la aparición de la enfermedad en el estado de Hidalgo y de nuestro primer enfermo que pierde la vida.
Estos fenómenos epidemiológicos, no son otra cosa, que las manifestaciones del poderío de la naturaleza, que colocan al individuo y a la sociedad en una posición de total indefensión, no son otra cosa que un gran tajo al narcicismo del hombre, ya que nos muestra crudamente, lo frágil y fútil que es la humanidad; quisimos pasar de animales a dioses, pero la naturaleza, con un ente microscópico, que ni siquiera se puede considerar como un ente vivo, nos dice de la manera simple y brutal, lo débil que es el ser humano, descolocándonos o francamente arrojándonos en un instante, de ese lugar de privilegio.
El coronavirus nos ha hecho caer del pináculo de la pirámide de la cadena ecológica donde artificialmente nosotros mismos nos habíamos subido. Esta pandemia, no solo está generando un cisma sanitario, sino también ha trastocado el orden, individual, familiar, social, económico y político, con lo que se ha puesto en tela de juicio la gobernanza y gobernabilidad de algunas naciones.
Van pasando los días, las semanas y los meses y los contagios y las muertes no amainan; estamos viendo como en los países que creían que ya habían controlado el problema, observan de forma abrupta, rebrotes, con inmensas oleadas de nuevos casos, oleadas mucho más intensas, que lo que se vivió en la primera fase de la pandemia de Covid-19.
La Organización Mundial de la Salud reportó hace unos cuantos días, cerca de medio millón de nuevos casos a nivel global, en tan solo 24 horas. Ante esto, las sociedades empiezan a enmudecer, y en algunos lugares se empiezan a tomar medidas que solo en las épocas de contiendas bélicas se habían utilizado.
Las estructuras sociales que tan afanosamente nos habíamos dado a la tarea de construir a lo largo de muchos años, de un momento a otro se empiezan a tambalear y otras, sobre todo en algunos países emergentes, han empezado a derrumbarse. Aquellas que aún siguen en pie, pueden llegar a colapsarse, sobre todo ante el azoro que se produce al darse cuenta de que esto aún no ha acabado.
Y los repuntes y rebrotes, nos avisan, nos anticipan, las próximas pérdidas. Todos nos estamos enfrentando a un duelo perene, desencadenado no solo por la desaparición física de la salud o la pérdida de la vida de alguien cercano, sino por la contemplación de la posible caída de las estructuras sociales y con ello el derrumbe de nuestras estructuras psíquicas.