/ sábado 21 de septiembre de 2019

El vendedor de silencio

Fue un gran hallazgo leer su libro “El seductor de la patria”, una novela histórica sobre Antonio López de Santa Anna y el México de aquel entonces.

Ahora, Enrique Serna nos habla de un México más reciente en su novela, “El vendedor de silencio”, en donde presenta de cuerpo entero a Carlos Denegri, uno de los periodistas más poderosos del siglo pasado y su relación con el poder político.

Carlos Denegri fue un hombre culto y con velocidad en el pensamiento, su pluma escribía lo que le venía en gana para favorecer a sus amigos. Y, esa misma velocidad, la utilizaba para destruir a quienes no le favorecían.

El columnista, sabiéndose intocable por pertenecer al círculo rojo, fue arbitrario, impulsivo, retador e insolente y, por el terror que causaba por tener uno de los más completos archivos de la clase política -que amenazaba con publicar en cualquier momento-, logró amasar una fortuna que lo hicieron creer que era “el rey Midas del periodismo”.

Políglota, hijo de un diplomático mexicano, conocedor de la geopolítica, Denegri se hizo uno de los favoritos del sistema y siempre cobró caro sus servicios. Pero tenía conocidas debilidades además de su afición por el dinero, el poder y los excesos a la vida social nocturna; mientras más avanzaba su edad se apoderó de él una inseguridad que rayaba en la paranoia.

Ese era el cocktail emocional que hicieron de él un ser asustadizo y sin equilibrio y, para “nivelarse”, se colocaba matreramente, siempre a la caza de una buena reputación para destruirla si no le concedían los privilegios que exigía.

Una personalidad discordante. Un hombre religioso en público, de actitud altruista y un irredento que encendía una pira para incendiar los valores de los demás.

Y cuando retó al poder que lo creo y este abruptamente lo hizo a un lado, se miró así mismo como un impávido desorientado en una feria donde el único extraño era él. La caída, la agonía social y luego su muerte el año nuevo de 1970.

El escritor Enrique Serna con la sensibilidad de un novelista y el rigor de un reportero, recorre la biografía de Carlos Denegri y se convierte en el cronista del México presidencialista.

Una etapa en donde era más caro el silencio que la palabra.

Un México en el que el talento -dicen- se decretaba “a tanto por cuartilla”.

Enrique Serna ha escrito y descrito una novela escudriñadora.

Fue un gran hallazgo leer su libro “El seductor de la patria”, una novela histórica sobre Antonio López de Santa Anna y el México de aquel entonces.

Ahora, Enrique Serna nos habla de un México más reciente en su novela, “El vendedor de silencio”, en donde presenta de cuerpo entero a Carlos Denegri, uno de los periodistas más poderosos del siglo pasado y su relación con el poder político.

Carlos Denegri fue un hombre culto y con velocidad en el pensamiento, su pluma escribía lo que le venía en gana para favorecer a sus amigos. Y, esa misma velocidad, la utilizaba para destruir a quienes no le favorecían.

El columnista, sabiéndose intocable por pertenecer al círculo rojo, fue arbitrario, impulsivo, retador e insolente y, por el terror que causaba por tener uno de los más completos archivos de la clase política -que amenazaba con publicar en cualquier momento-, logró amasar una fortuna que lo hicieron creer que era “el rey Midas del periodismo”.

Políglota, hijo de un diplomático mexicano, conocedor de la geopolítica, Denegri se hizo uno de los favoritos del sistema y siempre cobró caro sus servicios. Pero tenía conocidas debilidades además de su afición por el dinero, el poder y los excesos a la vida social nocturna; mientras más avanzaba su edad se apoderó de él una inseguridad que rayaba en la paranoia.

Ese era el cocktail emocional que hicieron de él un ser asustadizo y sin equilibrio y, para “nivelarse”, se colocaba matreramente, siempre a la caza de una buena reputación para destruirla si no le concedían los privilegios que exigía.

Una personalidad discordante. Un hombre religioso en público, de actitud altruista y un irredento que encendía una pira para incendiar los valores de los demás.

Y cuando retó al poder que lo creo y este abruptamente lo hizo a un lado, se miró así mismo como un impávido desorientado en una feria donde el único extraño era él. La caída, la agonía social y luego su muerte el año nuevo de 1970.

El escritor Enrique Serna con la sensibilidad de un novelista y el rigor de un reportero, recorre la biografía de Carlos Denegri y se convierte en el cronista del México presidencialista.

Una etapa en donde era más caro el silencio que la palabra.

Un México en el que el talento -dicen- se decretaba “a tanto por cuartilla”.

Enrique Serna ha escrito y descrito una novela escudriñadora.