/ domingo 28 de noviembre de 2021

El escritor pachuqueño Rafael Rodríguez Castañeda

Nació en Pachuca en uno de los barrios altos, dice él, de donde veía todos los días a la ciudad desde arriba, con el sol apenas saliendo. Fue a la primaria en popular escuela. Estaba emparentado con la famosa familia de impresores los Castañeda y en ese ambiente tuvo su primer trabajo siendo aún un niño pero en esa actividad marcó su vida para siempre. Pasó por lo mismo, su infancia entre tipos y prensas, con el olor a tinta y el característico ruido de las máquinas impresoras.

Ha escrito recientemente un libro sobre su infancia en Pachuca, sobre su casa, un árbol que fue su compañero, los juguetes que tenía un niño típico de ciudad en los años cincuenta y sus compañeros. Sobretodo menciona a su padre, carpintero que tenía su taller en su casa. Podríamos pensar en que es una infancia clásica de esa época en la mitad del siglo XX, pero lo que llama la atención del libro del Maestro Rodríguez Castañeda es su forma de escribir, con una gran belleza literaria y una redacción impecable.

Quienes conocimos ese Pachuca de la época referida entendemos inmediatamente sus descripciones y sus remembranzas. Qué bello libro nos brinda Rafael, qué ilustrativo por sus crónicas y qué admirable por su literatura. Voy a transcribir algunas frases o conceptos para que admire usted cómo habla de esos tiempos: Refiriéndose a las canicas, juguete indispensable entonces dice: “muchos artesanos se especializaban en producir juguetes de madera: trompos. Yo-yos, perinolas y valeros o en combinar sílices cuyo efecto eran vistosas canicas que recibían diferentes denominaciones: ágata, agüitas, vinos. Entre sus trabajos surgían auténticas obras de arte resultantes de la decoración.”

O como cuando habla de árbol que había en su casa: "La condición del árbol es estar, pero muchos se convierten en embarcaciones, como el chabacano plantado en mi casa. Nave cardinal de mi vida interior, germinada entre las piedras, y en el aliento por respirar y ver el sol… subí mil veces a ese árbol, que, como el mar era múltiple y siempre el mismo… Allí fui el Robinson que edificó imaginarias cabañas; allí fui pirata y marino; acróbata y Tarzán.” Cuando se refiere a los túneles de las minas de Pachuca y Real del Monte afirma: “Los ingenieros de minas calculanded conservadoramente esa red en cinco mil kilómetros (en diferentes niveles digo yo).

Si tales perforaciones estuvieran enfiladas hacia el norte, sería una línea subterránea que nos llevaría hasta Alaska. Centenares de miles de árboles fueron arrasados de la superficie cercana a la entrada de las minas para obtener el enorme volumen de madera que ademó esos túneles.” En la contraportada del libro llamado “Lugar Subjuntivo” ya vemos porqué, se dice de nuestro escritor in comento que “N. en 1940. Vio la luz frente a un paisaje de cerros y casas, poblado entonces por menos de sesenta mil habitantes, que fue su primer panorama cotidiano.“ En fin qué hermoso regalo dejó Rafael en la puerta de mi casa. Gracias, es una joya.

Nació en Pachuca en uno de los barrios altos, dice él, de donde veía todos los días a la ciudad desde arriba, con el sol apenas saliendo. Fue a la primaria en popular escuela. Estaba emparentado con la famosa familia de impresores los Castañeda y en ese ambiente tuvo su primer trabajo siendo aún un niño pero en esa actividad marcó su vida para siempre. Pasó por lo mismo, su infancia entre tipos y prensas, con el olor a tinta y el característico ruido de las máquinas impresoras.

Ha escrito recientemente un libro sobre su infancia en Pachuca, sobre su casa, un árbol que fue su compañero, los juguetes que tenía un niño típico de ciudad en los años cincuenta y sus compañeros. Sobretodo menciona a su padre, carpintero que tenía su taller en su casa. Podríamos pensar en que es una infancia clásica de esa época en la mitad del siglo XX, pero lo que llama la atención del libro del Maestro Rodríguez Castañeda es su forma de escribir, con una gran belleza literaria y una redacción impecable.

Quienes conocimos ese Pachuca de la época referida entendemos inmediatamente sus descripciones y sus remembranzas. Qué bello libro nos brinda Rafael, qué ilustrativo por sus crónicas y qué admirable por su literatura. Voy a transcribir algunas frases o conceptos para que admire usted cómo habla de esos tiempos: Refiriéndose a las canicas, juguete indispensable entonces dice: “muchos artesanos se especializaban en producir juguetes de madera: trompos. Yo-yos, perinolas y valeros o en combinar sílices cuyo efecto eran vistosas canicas que recibían diferentes denominaciones: ágata, agüitas, vinos. Entre sus trabajos surgían auténticas obras de arte resultantes de la decoración.”

O como cuando habla de árbol que había en su casa: "La condición del árbol es estar, pero muchos se convierten en embarcaciones, como el chabacano plantado en mi casa. Nave cardinal de mi vida interior, germinada entre las piedras, y en el aliento por respirar y ver el sol… subí mil veces a ese árbol, que, como el mar era múltiple y siempre el mismo… Allí fui el Robinson que edificó imaginarias cabañas; allí fui pirata y marino; acróbata y Tarzán.” Cuando se refiere a los túneles de las minas de Pachuca y Real del Monte afirma: “Los ingenieros de minas calculanded conservadoramente esa red en cinco mil kilómetros (en diferentes niveles digo yo).

Si tales perforaciones estuvieran enfiladas hacia el norte, sería una línea subterránea que nos llevaría hasta Alaska. Centenares de miles de árboles fueron arrasados de la superficie cercana a la entrada de las minas para obtener el enorme volumen de madera que ademó esos túneles.” En la contraportada del libro llamado “Lugar Subjuntivo” ya vemos porqué, se dice de nuestro escritor in comento que “N. en 1940. Vio la luz frente a un paisaje de cerros y casas, poblado entonces por menos de sesenta mil habitantes, que fue su primer panorama cotidiano.“ En fin qué hermoso regalo dejó Rafael en la puerta de mi casa. Gracias, es una joya.