/ sábado 15 de febrero de 2020

Dolores Jiménez y Muro “Antorcha de la revolución”.


Su rostro está impreso en la gráfica en la cual aparecen Francisco Villa y Emiliano zapata en la silla presidencial.

Su nombre es Dolores Jiménez y Muro.

Su participación en la Revolución no pasó desapercibida.

Dolores fue una mujer valiente que incluso entró a la Ciudad de México en 1914 al lado de los ejércitos revolucionarios.

Dolores Jiménez y Muro nació en Aguascalientes el 7 de junio de 1848.

Su formación se dio en los círculos liberales de San Luis Potosí.

Desde su juventud apoyó los ideales de la Reforma, apoyó en la resistencia a la invasión francesa y el Imperio de Maximiliano.

Llegó el nuevo siglo y en 1901 colaboró con la redacción del programa del Partido Liberal Mexicano, donde militó al lado de Ricardo Flores Magón.

Durante el régimen de Porfirio Díaz, en su creciente participación en acciones sociales mantuvo un decidido contacto con los trabajadores, así conoció y denunció la explotación de la que eran objeto miles de mexicanos.

En 1904, se empezó a gestar en México el movimiento “antirreeleccionista” contra Porfirio Díaz. Dolores impulsó a las mujeres a tener una participación en el ámbito social y político decididamente abierto.

Dueña de una inquebrantable fuerza de espíritu, fue editora del periódico La Mujer Mexicana y presidió el Club Femenil Hijas de Cuauhtémoc, con el que encabezó una protesta contra el fraude bajo la consigna “Es tiempo de que las mujeres mexicanas reconozcan que sus derechos y obligaciones van más allá del hogar”.

El caudillo del sur, Emiliano Zapata la invitó expresamente a unirse a sus filas. Dolores aceptó y desempeñó tareas de docente, escritora y periodista.

Aunque ya había superado los 60 años, acompañó muchas campañas del Ejército del Sur.

Redactó el preámbulo del Plan de Ayala, proclamado en 1911; un plan que sintetizaba el programa zapatista, planteaba la renuncia de todos los funcionarios del gobierno y jefes militares, la desmilitarización de las zonas ocupadas por el ejército, la expropiación y reparto de todas las tierras y los recursos naturales entre los campesinos y la libertad a todos los presos políticos.

Por sus méritos, fue nombrada por el general Emiliano Zapata como coronela del Ejército Libertador del Sur.

Dolores Jiménez y Muro murió en 1925 cuando tenía 77 años, sus amigas y compañeras todavía la llamaban “antorcha de la revolución”.


Su rostro está impreso en la gráfica en la cual aparecen Francisco Villa y Emiliano zapata en la silla presidencial.

Su nombre es Dolores Jiménez y Muro.

Su participación en la Revolución no pasó desapercibida.

Dolores fue una mujer valiente que incluso entró a la Ciudad de México en 1914 al lado de los ejércitos revolucionarios.

Dolores Jiménez y Muro nació en Aguascalientes el 7 de junio de 1848.

Su formación se dio en los círculos liberales de San Luis Potosí.

Desde su juventud apoyó los ideales de la Reforma, apoyó en la resistencia a la invasión francesa y el Imperio de Maximiliano.

Llegó el nuevo siglo y en 1901 colaboró con la redacción del programa del Partido Liberal Mexicano, donde militó al lado de Ricardo Flores Magón.

Durante el régimen de Porfirio Díaz, en su creciente participación en acciones sociales mantuvo un decidido contacto con los trabajadores, así conoció y denunció la explotación de la que eran objeto miles de mexicanos.

En 1904, se empezó a gestar en México el movimiento “antirreeleccionista” contra Porfirio Díaz. Dolores impulsó a las mujeres a tener una participación en el ámbito social y político decididamente abierto.

Dueña de una inquebrantable fuerza de espíritu, fue editora del periódico La Mujer Mexicana y presidió el Club Femenil Hijas de Cuauhtémoc, con el que encabezó una protesta contra el fraude bajo la consigna “Es tiempo de que las mujeres mexicanas reconozcan que sus derechos y obligaciones van más allá del hogar”.

El caudillo del sur, Emiliano Zapata la invitó expresamente a unirse a sus filas. Dolores aceptó y desempeñó tareas de docente, escritora y periodista.

Aunque ya había superado los 60 años, acompañó muchas campañas del Ejército del Sur.

Redactó el preámbulo del Plan de Ayala, proclamado en 1911; un plan que sintetizaba el programa zapatista, planteaba la renuncia de todos los funcionarios del gobierno y jefes militares, la desmilitarización de las zonas ocupadas por el ejército, la expropiación y reparto de todas las tierras y los recursos naturales entre los campesinos y la libertad a todos los presos políticos.

Por sus méritos, fue nombrada por el general Emiliano Zapata como coronela del Ejército Libertador del Sur.

Dolores Jiménez y Muro murió en 1925 cuando tenía 77 años, sus amigas y compañeras todavía la llamaban “antorcha de la revolución”.