/ sábado 19 de octubre de 2019

Andrés Quintana Roo. Fundamental en la Independencia de México

Nació en Mérida, Yucatán, el 30 de noviembre de 1787. Al terminar sus estudios en el Seminario Conciliar de San Ildefonso de Mérida en 1807, ingresó a la Universidad Real y Pontificia de México a estudiar leyes.


Siendo pasante de abogacía, Andrés Quintana Roo ejerció su trabajo en el despacho de Agustín Fernández de San Salvador, tío y tutor de la acaudalada huérfana Leona Vicario, de quien recibió ayuda, pues Leona se unió a los “Guadalupes” para apoyar a los insurgentes con información, armas, municiones, alimentos, ropa, medicinas y hasta una imprenta.


Quintana Roo presidió en Chilpancingo la Asamblea Nacional Constituyente que declaró la independencia el 6 de noviembre de 1813, sin mencionar más a Fernando VII


Fue en el Congreso de Chilpancingo, donde conoció a Morelos. A la captura de éste, Quintana Roo y Leona Vicario se refugiaron en el sur del país y hasta llegaron a esconderse en cuevas. Tuvieron una hija a la que dieron por nombre: Genoveva. En marzo de 1818 se acogieron al indulto, fueron condenados al destierro y se les permitió vivir en Toluca, en donde sufrieron gran penuria económica.


Durante el imperio de Iturbide, Quintana Roo fue subsecretario de Relaciones. Al mostrar su desacuerdo con las acciones del gobierno, fue destituido y procesado.


A la caída de Iturbide, Quintana Roo fue nombrado ministro plenipotenciario de México en Londres, pero no ocupó el cargo. En aquellos días, se afilió al partido Yorkino y fue partidario de Manuel Gómez Pedraza.


Posteriormente, fue uno de los diputados más notables de los Congresos de la época. Con el diputado Rejón participó en las negociaciones para la elaboración del Tratado de Amistad y Comercio México-Estados Unidos, durante las cuales el embajador Poinsett se vio obligado a reconocer las fronteras fijadas por el Tratado Adams- Onís en 1819.


Durante la “Guerra de los Pasteles”, Quintana Roo y su esposa Leona, ofrecieron todo su peculio al servicio de la Patria.


Después de la guerra de Texas, Quintana Roo regresó a Yucatán, su tierra natal, para enfrentar sus tendencias separatistas. El 4 de noviembre de 1841, el general Santa Anna lo designó comisionado a la península con la misión de gestionar su reincorporación a México.


Durante sus últimos años, se desempeñó como magistrado de la Suprema Corte de Justicia y también desarrolló actividades académicas y periodísticas. Fundó “El Federalista Mexicano”, fue Vicepresidente del Instituto Mexicano de Ciencias, Literatura y Artes y, el primer presidente de la Academia de Letrán, fundada por su protegido Guillermo Prieto en 1836.


A manera de homenaje y para honrar su memoria, una entidad federativa de la República lleva su apellido: Quintana Roo.


Andrés Quintana Roo, murió el 15 de abril de 1851 en la ciudad de México, nueve años después que Leona Vicario, su esposa. En 1900, sus restos y los de Leona, fueron trasladados a la Rotonda de las Personas Ilustres del panteón de Dolores.


Desde 1925, sus restos descansan en la Columna de la Independencia y su nombre está inscrito con letras de oro en el Muro de Honor del Palacio Legislativo de San Lázaro, sede del Congreso de la Unión.

Nació en Mérida, Yucatán, el 30 de noviembre de 1787. Al terminar sus estudios en el Seminario Conciliar de San Ildefonso de Mérida en 1807, ingresó a la Universidad Real y Pontificia de México a estudiar leyes.


Siendo pasante de abogacía, Andrés Quintana Roo ejerció su trabajo en el despacho de Agustín Fernández de San Salvador, tío y tutor de la acaudalada huérfana Leona Vicario, de quien recibió ayuda, pues Leona se unió a los “Guadalupes” para apoyar a los insurgentes con información, armas, municiones, alimentos, ropa, medicinas y hasta una imprenta.


Quintana Roo presidió en Chilpancingo la Asamblea Nacional Constituyente que declaró la independencia el 6 de noviembre de 1813, sin mencionar más a Fernando VII


Fue en el Congreso de Chilpancingo, donde conoció a Morelos. A la captura de éste, Quintana Roo y Leona Vicario se refugiaron en el sur del país y hasta llegaron a esconderse en cuevas. Tuvieron una hija a la que dieron por nombre: Genoveva. En marzo de 1818 se acogieron al indulto, fueron condenados al destierro y se les permitió vivir en Toluca, en donde sufrieron gran penuria económica.


Durante el imperio de Iturbide, Quintana Roo fue subsecretario de Relaciones. Al mostrar su desacuerdo con las acciones del gobierno, fue destituido y procesado.


A la caída de Iturbide, Quintana Roo fue nombrado ministro plenipotenciario de México en Londres, pero no ocupó el cargo. En aquellos días, se afilió al partido Yorkino y fue partidario de Manuel Gómez Pedraza.


Posteriormente, fue uno de los diputados más notables de los Congresos de la época. Con el diputado Rejón participó en las negociaciones para la elaboración del Tratado de Amistad y Comercio México-Estados Unidos, durante las cuales el embajador Poinsett se vio obligado a reconocer las fronteras fijadas por el Tratado Adams- Onís en 1819.


Durante la “Guerra de los Pasteles”, Quintana Roo y su esposa Leona, ofrecieron todo su peculio al servicio de la Patria.


Después de la guerra de Texas, Quintana Roo regresó a Yucatán, su tierra natal, para enfrentar sus tendencias separatistas. El 4 de noviembre de 1841, el general Santa Anna lo designó comisionado a la península con la misión de gestionar su reincorporación a México.


Durante sus últimos años, se desempeñó como magistrado de la Suprema Corte de Justicia y también desarrolló actividades académicas y periodísticas. Fundó “El Federalista Mexicano”, fue Vicepresidente del Instituto Mexicano de Ciencias, Literatura y Artes y, el primer presidente de la Academia de Letrán, fundada por su protegido Guillermo Prieto en 1836.


A manera de homenaje y para honrar su memoria, una entidad federativa de la República lleva su apellido: Quintana Roo.


Andrés Quintana Roo, murió el 15 de abril de 1851 en la ciudad de México, nueve años después que Leona Vicario, su esposa. En 1900, sus restos y los de Leona, fueron trasladados a la Rotonda de las Personas Ilustres del panteón de Dolores.


Desde 1925, sus restos descansan en la Columna de la Independencia y su nombre está inscrito con letras de oro en el Muro de Honor del Palacio Legislativo de San Lázaro, sede del Congreso de la Unión.